lunes, 30 de diciembre de 2019

Tinaja Business Plan


—¡Qué se acaba el año, Manolo!.
—Joder, pues ni me he enterado…!
—Normal, si tú nunca te enteras de nada. Es como si vivieras en otro mundo.
—Oye, Paco, no te pases que no te llevo. Eh! 
—Mejor me quedo aquí que irme contigo, qué eres más aburrido que el concierto de año nuevo. 
—Pues a mí me parece algo maravilloso. Nunca me lo pierdo. 
—No te digo yo. Es que eres un tío muy raro, Manolo. Yo creo que por eso aún sigues soltero.
—Sigo soltero porque quiero. No me gusta compartir. Lo mío es mío y punto. 
—Y de mayor qué vas a ser…
—Voy a ser un anacoreta…pero de tinaja.
—¿De tinaja?
—Como lo oyes. Lo llevo pensando desde hace años, pero estoy esperando a que suban un poco más las temperaturas, con lo del cambio climático, y así pasar menos frío. 
—¿Y ya has visto la tinaja?
—Sí, sí, la tinaja la tengo ya, la heredé de mi abuelo. La tiene un primo mío guardada en su finca. Es una tinaja muy confortable, con olor a vino, en la que caben tres como yo. 
—Y cómo piensas vivir dentro de una tinaja, Manolo. ¿Has perdido la cabeza?
—Lo tengo todo previsto, no te preocupes. Tengo preparado hasta el plan de negocio.
—¿Pero qué me estás contando, Manolo? Me das más miedo que un nublao!!!
—Voy a poner mi tinaja en la orilla del Camino de Santiago, y pondré un monaguillo de cartón en la puerta, con su correspondiente hucha, con un letrero que diga: “Aportación para el rezo del anacoreta, mete un euro y alcanzarás tu meta”.
—Eres un monstruo del marketing, Manolo.
—Claro, lo tengo todo muy estudiado. Aspiro a que el 10% de los peregrinos me afloje un euro, lo que me generaría más de 32.000 euros al año libres de impuestos. A eso tendremos que añadir que les pediré la comida y la bebida -siempre llevan bocatas de sobra- y por lo tanto, todo serán beneficios. Tengo pensado ofrecer servicios especiales de limpiezas espirituales a razón de 10 euros la limpia, lo que me aportará pingües beneficios. En Diez años traspasaré la tinaja a un australiano y me jubilaré. Tengo pensado retirarme a la República Dominicana, o quién sabe si a Cuba, depende de cómo este la cosa. 
—¿Sabes qué te digo, Manolo?
—Sorpréndeme, Paco.
—Estás loco de remate. Por cierto, por si no nos vemos: ¡Feliz año nuevo!
—Igualmente, Manolo. ¡Feliz año!

Futuro privatizado


Escribo a la carrera agobiado por el fin de año. Las estadísticas juegan en mi contra. Este blog da sus últimas bocanadas. Seguimos sin gobierno. Aumentan las temperaturas. Se muere el planeta. Sufro en silencio de desconocidos problemas hepáticos. La lotería pasó de largo. La calvicie sigue conquistando mi superficie craneal. Sumo otra talla de pantalón. Mis objetivos, para el año que finaliza, no se alcanzaron. Aumenta el paro y la corrupción. Curiosa analogía: a más paro más corrupción. La ultraderecha se acomoda en el sofá de la democracia y amenaza con quitarnos el mando de la televisión. En Siria siguen muriendo y los campamentos de refugiados de Grecia y Bosnia siguen agonizando. Las aguas del Mediterráneo se tragan los sueños de los que no tienen ni derecho a soñar. 
Los grandes bloques se amenazan unos a otros para que los lamentos de los desheredados del mundo sigan sin escucharse. 
No sé si será por la edad que voy teniendo pero me da la sensación que nada va a mejor. 
Hubo un tiempo en el que la sociedad era capaz de construir su propio futuro, hasta que los gobiernos decidieron privatizarlo. 
El futuro privatizado es el logro supremo del neoliberalismo más salvaje. 
Ya nada nos pertenece. Vendieron nuestra alma al diablo, o a un fondo buitre.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

Desmesura


Bienaventurados los desmesurados porque de ellos será el reino de la opulencia.
Feliz Mezquindad.

viernes, 20 de diciembre de 2019

El cuñado de Johan Cruyff


El personaje es lo de menos. Lo importante es que sepan ustedes que existe un personaje ya sea este de ficción o inspirado en la cruda realidad. En el caso que nos atañe el personaje existe, y está aquí, a mi izquierda. Ahora duerme agarrado con ambas manos a su riñonera. En Holanda, por lo visto, aún se usan esos artilugios a caballo entre el bolso de mano y el cinturón. Su corte de pelo es al uno. El bigote clásico y canoso. Sus gafas, de ver, son de Carrera. La papada, sin paliativos, de obispo. Lo colorado de su nariz dice tanto del estado de su hígado como de sus constantes inversiones en vodka, ginebra y similares. 
Juraría que él, y sus ronquidos, son nativos de la mismísima Holanda. Su esposa, que viaja a su lado, es de origen asiático, o de los alrededores, y de ella solo destacarles que me han impresionado sus enormes manos, como de carnicera. Cada guantazo suyo debía de ser festejado efusivamente por los dentistas de Amsterdam. 
Ninguno de los dos ha consumido nada mientras yo me he zampado un sándwich vegetal como un vegano de pro. Las azafatas lucen un pañuelo color verde vegano al cuello como manda el libro de procedimientos de Transavia; una compañía holandesa que hoy me acoge. 
Me van a permitir que le ponga nombre a nuestro jubilado holandés, ya qué, aún a riesgo de equivocarme, ¡y qué más da si me equivoco!, jugaría que es un prejubilado de la banca. En Holanda son mucho de bancos, de quesos y de flores. (Sí…también de marihuana, que sé que lo están pensando) Yo creo que Matheus —me gusta el nombre de Matheus para mi durmiente y jubilado personaje—ha sido más de contar florines que de cortar tulipanes. Su esposa, que no dice ni mu, luce un bolsito más tradicional y un sencillo teléfono Samsung Galaxia A5. La clave de acceso a su teléfono, y a su privacidad, es la 4242 lo que evidencia una mente previsible y demuestra que aún conservo algo de vista. 
El marido sigue durmiendo como un bendito, mientras su esposa ojea las fotografías de sus idílicas vacaciones en Benidorm. Benidorm tiene de idílico lo que yo de candidato al Cervantes. Como ven, los personajes son lo de menos. Lo que necesitaba era una excusa para escribir. Cuando urge la cosa literaria, cualquier personaje es válido. No quiero con esto que me malinterpreten, Matheus no es un personaje cualquiera. Con toda probabilidad, o al menos con algo de probabilidad —no vayamos tampoco ahora a exagerar—, mi jubilado de la banca podría ser el creador del concepto Fresh Banking, que es a los bancos lo que el pescado fresco al Mercadona. 
Menudo personaje este Matheus. Qué buen hombre ha dado al mundo la tierra de los quesos de bola y de la naranja mecánica. Y su señora qué maja. Con su Samsung repleto de historias de buffet, y de música pachín pachán, y de mercadillo de Benidorm.
Hay qué ver lo que duerme este bendito… ¿Mira que si fuera el cuñado de Johan Cruyff?.

viernes, 13 de diciembre de 2019

La otra Navidad


Escribo desde las sombras nocturnas de la madrugada. Indago en mi cerebro de nuez en busca de un camino por el que transiten mis dedos. El teclado me llama a gritos presa del pánico del abandono. 
A Ana ya le he preparado su biberón. Mientras escribo, ella dibuja peces abisales sobre un folio reciclado con olor a champú. 
Estos días me ha costado ordenar mis ideas y he preferido recortar papeles, con y sin mensaje, para configurar algún collage. Desatranco mis relatos con collages y viceversa. En la oscuridad de este horizonte narrativo se atisba el fin de año rodeado de contaminación lumínica y felicidad artificial. 
Pienso en los campos de refugiados de Grecia. En niños mugrientos durmiendo sobre el lodo. Pienso en la gente que se traga el Mediterráneo intentando alcanzar las costas de sus sueños. Pienso en las mujeres que conviven en la casa de un ogro con libro de familia. Pienso en todos los desheredados del sistema y en los que, el próximo año, sin saberlo, van a desheredar. 
Y así, las personas digitales, convertidas en meros dígitos, formamos parte de caprichosos algoritmos capaces de sumergirnos en la profunda oscuridad de la sinrazón y dejarmos fuera de juego a la primera de cambio.
La navidad nunca me ha sentado bien. Me confronta con las personas que subsisten en la antítesis de mi realidad. Y siempre me pregunto: ¿Por qué?
Cincuenta y tantos años después, aún no encuentro una respuesta. 

jueves, 5 de diciembre de 2019

El jardin de los poetas

                                    

Escribía poesías dulces y livianas con olor a lavada, y a romero, y con sabor a miel, quién sabe si inspiradas en Lorca, Pushkin, o en Jayam. Su cabello era lacio, con un tono cenizo y ligeramente aclarado en las puntas. Su mirada era serena como el fluir de un río que transitara por un valle verde esperanza. Y clavaba sus poemas en los troncos de los árboles a sabiendas de que yo los recogía. 
Me encantaba su forma de vestir. Vaporosos vestidos, siempre de fibras vegetales, en tonos claros: blancos, beig, amarillos, rosados… cubrían un cuerpo de formas sinuosas que me inquietaban. Más que caminar, aquella mujer parecía que flotaba a un palmo del suelo. Yo hacía como que leía un libro. Disimulaba entre lineas, que no decían nada, para leerlo todo en sus andares. Ella era mi prosa y mi verso.
Y, como una brasa, siempre mantenía vivo el fuego. Con chinchetas de colores, a juego con el vestido del día, sobre la rugosa piel de cualquier árbol, ella clavaba otro poema con el que me traspasaba el alma. Y así transcurrían mis oscuras semanas en las que tan sólo brillaban los sábados. Las semanas y los meses se resumían en acumulaciones de versos que yo guardaba y clasificaba celosamente como un resucitado bibliotecario de Alejandría.
Hasta que una mañana, mientras me afeitaba, me decidí. Recuerdo que tomaba un café tan oscuro como una noche sin luna. Sobre una cuartilla color sepia le escribí, sonrojado, mi primer poema. Para anticiparme a mi musa, corrí al jardín, y con una chincheta del mismo color que mi viejo abrigo, sobre un centenario ficus, clavé mi condena. 
Hace treinta años que todos los sábados retomamos el juego. Otras parejas nos han copiado, pero no es lo mismo: ellos buscan encarecidamente que el verso se haga carne, mientras que nosotros no necesitamos nada más. Afortunadamente, pese a que la vida se ha convertido en una fotografía desgastada de lo que fue, la poesía no ha muerto. 

martes, 3 de diciembre de 2019

Partido Friki


—Hola compañera. Vengo a presentarme voluntario para ministro del Ambiente Entero. 
—¿Cómo dice?
—Lo que oye, señorita. ¿Esta no es la sede del Partido Friki? —preguntó.
—Así es —respondió la recepcionista con cara de perplejidad.
—Quiero hablar con el presidente. Es urgente —exclamó el extraño personaje. 
—¿De parte de quién, caballero? —le requirió la chica, educadamente.
—De Gerardo Pandereta Golondrino, aunque todos me dicen Vencejo por mi afición a las aves cantoras. 
—Pero los vencejos no cantan…
—En mi pueblo sí…
—Muy bien, Gerardo Vencejo, espere aquí un momento, por favor.
—No señorita, Gerardo Pandereta…Vencejo sólo me dicen mis amigos, no se equivoque usted conmigo —le recriminó el aspirante. 
Mientras esperaba, Gerardo publicó un tuit en el que se anunciaba como el próximo responsable del Ambiente Entero del Partido Friki, partido que había dado la sorpresa en las pasadas elecciones generales de Bolchevicovia, quedando por delante de los partidos que tradicionalmente se llevaban el dinero en carretilla hacia los paraísos fiscales.
—Pase por aquí, Gerardo. El presidente Arturo Nicolayet le atenderá unos minutos. Su agenda está muy completa ya que la prensa de medio mundo le tiene acribillado a entrevistas —le explicó la recepcionista. 
Al entrar, el presidente le esperaba en la puerta de su despacho para recibirle con una camisa negra y una corbata de color fucsia. 
—Pase usted, buen hombre, adelante. Mi secretaria me ha informado de que usted se ofrece al cargo de ministro del Ambiente Entero, ¿no es eso? -preguntó el mandatario.
—Así es Don Arturo, ya estoy harto de ministros que solo protegen la mitad del ambiente; yo, como buen friki, quiero liderar la protección del Ambiente pero en sus dos mitades ¡Al completo!. ¿Está usted conmigo, verdad? —preguntó Gerardo. 
—Me parece una propuesta friki digna de ser considera. Este partido necesita medrar incorporando más frikismo a nuestro discurso. Frikismo renovado y buenista, con propuestas que caigan por su propio peso y que no haya que pensarlas demasiado —explicó el presidente. 
—Yo soy friki hasta la médula. Les voto desde que no tenían representación parlamentaria. Tenía claro que antes o después este partido llegaría al poder. Y también tenía claro qué, llegado ese momento, yo podría aportar mucho al partido —explicó Gerardo, henchido de orgullo.
—¿Y usted sabe algo sobre alguna de los dos mitades del ambiente? —le preguntó el presidente, con sumo interés. 
—Entiendo mucho de aves… Fíjese que mis amigos me llaman Vencejo. Y en mi casa crío gallinas ponedoras. ¡Ah!, y también tengo un gato... Si un político tiene un gato tiene asegurado un plus de popularidad y un 5% de votos extra —Aseguró Gerardo.
—¿Tiene usted estudios? —preguntó don Arturo. 
—No, pero ha hecho muy bien en preguntarme -le dijo. 
—Mejor así, los estudios despistan mucho a la gente, sabe usted…—afirmó el mandatario.
—Yo soy muy alternativo en materia educativa. Si uno no quiere estudiar y prefiere mirar a las musarañas, pues que mire a las musarañas, en la observación también se encuentra el aprendizaje. Todo a su tiempo llega. Fíjese usted en las tortugas: no estudian, van despacio, y llegan a centenarias. La cultura no puede forzarse. Al menos, así pienso yo —argumentó Gerardo.
—Sabe, creo que usted puede aportar un aire fresco y renovado a esta Presidencia. ¿Le apetecería formar parte de mi equipo asesor? —le propuso sorpresivamente el Sr. Nicolayet.
—¿Y lo del ambiente entero, qué? —preguntó Gerardo Pandereta.
—Por el momento lo dejaremos como está —respondió el Presidente.
—Entiendo… Y de los cuartos, cuándo hablamos —se interesó el aspirante. 
—¿Qué le parece un millón? —le propuso don Arturo Nicolayet. 
—Me parece la mitad. Ustedes los políticos tienen predilección por dejar las cosas a medio. Deme dos millones al mes y le asesoraré con la solvencia de los filósofos griegos y los brokers de Wall Street —le propuso Gerardo. 
—Me impresiona usted mucho, Gerardo. ¿Antes en qué trabajaba? —le preguntó el presidente. 
—¿Yo?…Yo no he trabajado en mi vida. ¡Soy friki!
—Perfecto, así no traerá usted malos vicios… Pues comienza mañana. A las nueve aquí.
—Don Gerardo, ¿se podría tomar usted un selfie conmigo, para subir la foto a las redes?
—Espera, que cojo el gato y salimos los tres. 

Y así fue.