martes, 24 de junio de 2025

La noche de San Juan

Al saltar aquella hoguera sentí que algo, dentro de mí, cambiaba para siempre. Al principio lo que sentía era temor. Aquellas brasas llameantes me recordaban al infierno del que tanto me hablaban los curas de mi colegio. Saltar era como desafiar a los miedos de la infancia. Y también estaba Elena, la niña de mis ojos, ante la que tenía que demostrar que ya no era un monicaco. Días antes habíamos tenido que ir acumulando maderas en aquel solar abandonado. Maderas que ibamos a buscar fuera de nuestros dominios, lo que, en no pocas ocasiones, nos llevaba a enfrentarnos a palos con otros grupos de adolescentes que también buscaban la forma de presumir de la hoguera más grande de la zona. Nuestra hoguera iba creciendo alimentada por todos los enseres que ibamos vaciando de los trasteros, de lo que nos daban los negocios del barrio, y de lo que encontrabamos en otros solares abandonados. Los dias previos, hasta bien entrada la noche, haciamos guardia para impedir que nos robaran nuestras maderas. Sentados a su alrededor nos comíamos los bocadillos que nos preparaban nuestras madres, o nuestras abuelas, y contábamos chistes o, si nos acompañaban las chicas, jubabamos a la botella. Y no os digo nada de cómo nos sentíamos si les robabamos un beso, o una declaración, o un achuchón, o lo que fuera... Y llegó la tan esperada noche de San Juan, la noche más larga y emocionante del año. Mis piernas estaban fuertes de tanto jugar al fútbol. El beso de Elena de la noche anterior me había cargado la batería de mi masculinidad. Y salté, salté y sentí que volaba; volé como un ave Fénix sobre aquellas brasas dejando atrás mi infancia y adentrándome en un mundo nuevo. Anoche fue la noche de San Juan; una noche maravillosa cargada de magía y de recuerdos.

viernes, 20 de junio de 2025

Otra entrega más

Nos entregamos. Lo hacemos a diario y sin saberlo. O sabiéndolo, pero nos entregamos. Lo mio es una entrega mesurada y macerada desde hace treinta años. Me entrego a mi oficio y a mis pasiones. Me entrego a los demás por devoción, o por un instinto incontrolable que me define. Nací para entregarme. Padezco de un exceso de empatía que me atormenta y hasta me asusta. Tal vez hasta roce la insensatez. Me siento fuera de contexto. Soy un verso suelto de rima asonante. Un loco sacado de un cuento de otro tiempo. Desubicado. Trasnochado. Cuestionado. Casi descatalogado. Como decía, nos entregamos cada uno a su lucha, a su batalla, a su sueño, a su plato de lentejas, a a su odio irracional, a las tragaperras, al fútbol narcotizante, a la vida fitness, al ozempic, o a las carreras de caracoles. Cualquier cosa nos vale para entregarnos a la vida. La vida que se reinicia cada mañana como una entrega invisible del repartidor de Amazon. Nos llega sin querer y sin pedirlo. Abrimos el paquete sin conocer su contenido mientras apuramos un café y una tostada, o un cruasán, o unos huevos revueltos, y saltamos a la calle como el que se quita avispas del culo. Y de nuevo nos entregamos a la suerte, al destino, al amor, o a odiar a troche y moche que está más de moda. Estoy por comprarme un sillón de influencer, liarla parda y tributar en Andorra. Esta ha sido la entrega de hoy. No es nada del otro mundo, pero les aseguro que para escribirla me he entregado en cuerpo y alma.

jueves, 19 de junio de 2025

Estoico por naturaleza

Ahora que nos quemamos los pies sobre las ascuas candentes del neoliberalismo salvaje me doy cuenta del valor de las propuestas y de los planteamientos estóicos. A veces me veo como Zenón de Citio, o Séneca, en lo alto de un púlpito, pidiendo sosiego y moderación en un mundo en el que todos se dan de palos sin lástima ninguna. Me veo en riesgo de ser quemado en las hogueras que los radicales prenden, día sí y día también, para todo aquel que muestra su rechazo a la dispersión del odio y del caos que determinados líderes están intentando inocular por tierra, mar y aire. La globalización, tal y como presagiaban muchas voces visionarias, ha traido el caos. Caos que necesita más caos, porque el combustible del que se nutre es el propio caos. Estoy preocupado y desconcertado. Escribo temeroso pero, pese a ello, no pienso acallar mi voz ni bloquear mis manos. Escribiré sembrando templaza, sosiego, mesura, respeto, y coherencia. Continuaré escribiendo con coraje dando voz a los necesitados, denunciando injusticias, y defendiendo un mundo justo basado en los Derechos Humanos. Para atrás ni para coger impulso.

miércoles, 11 de junio de 2025