Llegó un momento que dedicaba demasiado tiempo a buscar escusas o culpables de todo cuanto me acontecía. Si mi negocio recibía menos clientes que el mes anterior enseguida buscaba la justificación en los precios de los negocios de alrededor: ¡Estarán haciendo alguna oferta que han fastidiado mis ventas este mes!. También las buscaba en la falta de implicación de mi equipo, en la climatología -este mes ha llovido mucho-, y, por supuesto, en la situación económica. En ocasiones también me planteaba que la culpa la podían tener los productos que ofrecía: ¿Necesitaré alguna marca más? -me planteaba. ¿Quizás la que tengo es demasiado cara o, tal vez, demasiado barata?. Todo eran dudas...
Todas estas cuestiones me estaban agobiando. Llegué a sentirme bloqueado. No era capaz de distinguir con claridad qué tenía que hacer, ni qué decisiones tomar, para mejorar mi situación.
Hasta que un buen día me invitaron a asistir a un curso de gestión y fui capaz de descubrir, por mi mismo, que la mitad de las tareas clave para que una pequeña empresa funcione bien, yo no las estaba teniendo en cuenta. Llevaba dirigiendo mi empresa durante años a golpe de intuición.
Sobre todo me llamó mucho la atención la importancia que el curso le imprimía a la relación con los empleados. En esa charla se hablaba de que los empleados son más importantes que los propios clientes y que todas las iniciativas que nos planteemos para mejorar la atención, el servicio, o las ofertas hacia los clientes, funcionan mejor cuando son consensuadas y entrenadas, previamente, con las personas que las van a poner en marcha. De no ser así, los cambios y las posibles mejoras, en ocasiones, no son bien recibidas por nuestro personal y, por lo tanto, los resultados que obtenemos no responden ni a nuestras expectativas ni a nuestras necesidades.
Otra cosa que me sorprendió fue la idea de cambiar las promociones y las ofertas cada dos meses y que cada cambio en este sentido, fuera acompañado de un cambio en los incentivos que recibe mi equipo. ¡Cambio de promociones, cambio de incentivos! Estoy seguro de que eso va a provocar más ventas, ya que antes, tengo que reconocer que pasábamos más de seis meses con las mismas ofertas.
También me gustó mucho la idea de cambiar los escaparates cada dos meses. Eso me hizo pensar que mi negocio -también cada dos meses- se va a transformar como un Ave Fénix. Cada dos meses realizaré reuniones de formación interna en base a las nuevas promociones y los nuevos menús de servicios, revisaré los resultados para medir la eficacia de las acciones y realizaré cambios en el espacio de tienda para que el cliente, al llegar a nuestro negocio, siempre reciba mensajes distintos que la visita anterior.
Ahora tengo muchas ganas y muchas ideas que cambiarán mi realidad.
Aunque me cueste reconocerlo, en ese pequeño gran curso, me dí cuenta de que mi principal competencia era yo.