El libro: “Pelea de Gallos”, de Maria Fernanda Ampuero. El avión: un Boeing 737-800 de la compañía de bandera irlandesa Ryanair. Me acompaña Raquel, en su primer vuelo, y en su primer viaje de trabajo internacional.
Siempre hay una primera vez para todo, y esta ha sido la primera vez que me enfrentaba ante un libro de esta valiente e interesante escritora ecuatoriana. Hace tiempo que no piso Ecuador, pero María Fernanda, con sus cuentos, con sus tremendos cuentos, me ha vuelto a acercar al país del centro del mundo.
Me gusta regresar de Polonia en Ryanair porque siempre vuelo rodeado de niños níveos, rollizos, con cabellos transparentes y ojos azules. Polacos, y también ucranianos, algunos de turismo y otros tantos de trabajo. Yo vengo de trabajar junto a Raquel, en un viaje a caballo entre la novedad y la rutina.
Mi rutina confrontada a la novedad de la que ha disfrutado estos días Raquel.
Atrás hemos dejado a Pierre y a Caroline, que se han quedado unos días más para hacer turismo. A Artur, que seguirá promoviendo negocios por medio mundo. A Krzysztof, a Mónica, a Beata, volviendo a su normalidad tras la convención. A Slawik, que se despidió de mí con lágrimas en los ojos, tras nueve años de trabajar juntos. A Marcel, buscando respuestas a todas sus inquietudes. Atrás hemos dejado al Vístula, a los homenajes a los resistentes de la invasión nazi, a los jardines inmensos de Varsovia, a su impresionante mole que antaño fue el ministerio de cultura de la antigua República Socialista de Polonia y que ahora luce rodeada de grandes rascacielos y modernos centros comerciales. Atrás quedan errores y aciertos. Risas y lágrimas. Yo qué sé de cosas…
Uno cuando viaja avanza dejando una inmensidad detrás; una especie de estela funeraria de la que rara vez las vivencias resucitan. Vivimos lo vivido consumiendo unos instantes que intentamos congelar en la memoria, o secuestrar mediante las cámaras de nuestros móviles, sin darnos cuenta de que, desde ese momento, comenzamos a transformarlos a nuestro antojo, a colocarles un texto a pie de página que cambia por minutos, por días, por meses o por años.
Los recuerdos, nuestros recuerdos, sufren de una incontinencia brutal, víctimas de una metamorfosis invisible que lo transforma todo a su antojo.
Maria Fernanda Ampuero describe con extrema crudeza muchos recuerdos. Recuerdos de hombres salvajes, de niñas abusadas, de señoras podridas de dinero y de aburrimiento, de la cruda realidad que habita a nuestro alrededor y sobre la que siempre evitamos hablar.
Veo en los rostros de los pasajeros que nos acompañan el dictado de su destino: diversión o lucha. Las dos caras de una misma moneda.
La vida tiene dos caras, por suerte a mí me ha tocado la buena.