martes, 15 de diciembre de 2020

Secuelas

Tengo secuelas. Algo ha cambiado en mí. Todo impacto emocional deja una huella. Cuando en la mañana tomo la autopista para ir al trabajo, recuerdo el impacto de verlas vacias, el ensimismamiento que sufría mientras conducía adelantando únicamente, de vez en cuando, a algún camión. Recuerdo a la Guardia Civil pidiendo mi salvoconducto. Hasta ese momento, la palabra salvoconducto me recordaba a las peliculas de guerra y ahora, de manera imprevisible, era portador de mi propio salvoconducto. Los discursos en televisión también utilizaban un lenguaje militarizado: ¡Estamos en guerra contra el virus! -decían. Y sonaba a ciencia ficción, pero no era ciencia ficción, era hiperrealismo. Y la gente salía a los balcones a aplaudir. Y los políticos, dando el buen ejemplo que dan siempre, se tiraban los trastos a la cabeza. Y los vecinos bajaban a los perros de alquiler a hacer caca. Y se abarrotaban los supermercados para acaparar papel higienico. En las tiendas las estanterías aparecían vacías, mientras el número de muertos rondaba los mil diarios, ni tan siquiera habían cajas para darles sepultura. Tengo secuelas. Lo siento en la carretera en las mañanas. Lo siento en la cola del supermercado mientras observo con detenimiento -es mi forma de observar- la gran diversidad de mascarillas de las que aún hacemos gala. Tengo secuelas incluso ahora que se habla de vacunas. Tengo miedo a la Navidad. Tengo miedo a la cuesta de enero; me temo que este año se nos hará más cuesta arriba que nunca. Puedo llorar por un ojo haciendo gala de mis secuelas, nada en comparación a quien a enterrado a parte de sus familias. Nada en comparación a los que han cerrado sus negocios. Mis secuelas son insignificantes pero son las mías. Lucho por maquillarlas, como quien esconde una cicatriz. La herida aún supura. Aún está viva. En Wallapop vendo un palet de papel higiénico de doble capa y perfumado por 50 euros. Razón aquí.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Acuerdo in extremis

Cuenta la leyenda, o eso dicen, que un sabio muy sabio, que había escrito muchos libros, y que se había quedado calvo de lo tanto que sabía, se levantó un día de la cama y dando un salto exclamó: ¡Dos huevos cocidos y un vaso de leche con sopas de pan! y su criada, rauda y veloz, en apenas unos minutos le llevó al cuarto semejantes viandas. Y no se sabe si por lo tanto que sabía, o por todo lo que ignoraba, o por el efecto energético de los huevos duros, que el sabio se calentó y le dijo a su criada: -Estimada sirvienta de buen servir y de mejor ver: ¿acaso usted vive sola, y sin afecto, tal cual vivo yo? A lo que la hacendosa muchacha exclamó: -Sola e inmunda, mi señor. -Y para ahorrarse usted las idas y las venidas, y dejar de lado de una vez a la calamitosa soledad, y darle un poco de calor humano a ese cuerpo saleroso y a este mío calamitoso: ¿no se casaría usted con este viejo sabio resabiado al que le queda poca vela en este entierro y así, después, pueda usted heredar de mí todo lo heradable, y cobrar una nada despreciable prestación de viudedad? -Pues sabe que le digo: que para los novios tan impresentables que he tenido, y me han rondado, y me han robado, no es tan mala idea la suya de usted, que ahora hago mía. -Ruego me responda con brevedad y dilegencia antes de siete días hábiles, ya que la gana de casorio es mucha y el ansia viva me está matando -dijo el sabio de amplio saber y mucha gana y dicha. -No se preocupe que ando tan rápida de respuestas como harta de desdichas, así que lléveme a firmar los papeles antes de que entre más el frío, o se lo lleve a usted por delante el maldito Covid. Vayamos a firmar ante el notario, lo que es notorio, para que se produzca el jolgorio que usted tanto anhela -exclamó la sirvienta, con amplias y rotundas ganas de dejar de serlo. -¿Y de adelanto no me daría usted unos vahos de pecho? -se probó el sabihondo nonagenario, que tanto sabía pero que más ignoraba. -No hay adelanto que valga, mi adorable patrón. Después de la firma usted tendrá amor y cariño hasta el hartazgo. Y así fue como murió felizmente el sabio a los dos meses de su postrero y tan ansiado enlace. Dicen que ella está harto feliz, en Fuengirola, viviendo con su entrenador personal, a orillas del mar Mediterráneo. La vida da muchas vueltas; algunas mejor que otras.