martes, 9 de mayo de 2023

Buscando visa para un sueño

Lo sé. Hace tiempo que a mis lectores no les ofrezco nada bueno. Cuando me sumerjo en las entradas de este blog me tropiezo con perlas que pareciera que han sido escritas por otras manos. Al releerlas, las recuerdo perfectamente y me vuelvo a emocionar. A través de sus páginas revivo años y años de esfuerzos titánicos, de desahagos mundanos, de viajes de ensueño, de hazañas anónimas, de inconfesables frustraciones, de maquilladas pérdidas, y de ficciones muy reales. Años cargados de luchas y de ansias de superviviencia. ¿Cuánto he ganado y cuánto habré perdido? No lo sé. Avanzamos arrastrados por el movimiento de los astros. Sale el sol y se pone. La luna se estira y se enconge, como la tripa de Jorge. Todo sigue su acompasado ritmo mientras el mio decrece. Avanzamos para parar. Queremos saber para, al final, no saber nada. Intento esconder el nihilismo en el que milito haciendo uso de chistes prefabricados, copiando de mala gana los modelos de convivencia que utiliza todo el mundo, y cantando, cada dos por tres, canciones de mi admirado Juan Luis Guerra. El gigante dominicano nos cuenta, y nos canta, en una de sus ya míticas canciones: Buscando visa para un sueño... ¿Acaso nuestra vida no sea lo que nos acontece mientras intentamos alcanzar nuestros sueños? Hoy, nuevamente, intenté escribir algo mejor, pero nada tengo que ofrecer, tan solo un canuco, un gallo y un lucero, y la luz de la mañana que entra por mi ventana, cielo. Y los ríos, y la montaña. Y el viento que peina tu pelo. Yo quisiera ofrecerte, y ofreceros, el mundo y no puedo. Eres gigante, Juan Luis, y serás eterno. Y no como yo.

lunes, 8 de mayo de 2023

La paradoja de la improductividad productiva

Hay cosas que no debería de decir, pero las digo. Y lo que es aún peor, como en este caso, las escribo. Esta semana he asistido, en una de ellas a modo de participante, y en la otra tan solo como afortunado espectador, a dos actos culturales ¡Gratuitos!. Y es aquí, en el hecho de la gratuidad, donde quiero hacer un inciso: el hecho de que sean gratuitos no los exime de coste. Porque costar cuestan. Otra cosa es quién, o cómo, se sufrague el gasto. Se entiende que fomentar la lectura y la música son dos actos que a posteriori, pueden suponer un benefecio para los artístas y, por ende, para los empresarios de la cosa. Seguro que todo se hace por un interés, pero no es ahí a dónde pretendo llegar. Mi reflexión va encaminada a reflexionar sobre la gran cantidad de eventos que se realizan cada día, en infinidad de rincones del planeta, en beneficio de la cultura, y que se hacen gratis. Y si es gratis no suma, monetariamente hablando. La cultura altruista, inevitablemente, produce beneficios a su parte productiva. El niño que se aficione a la música consumirá música durante toda su vida. El joven, que nunca en su vida había leído un libro, y tras un evento gratuito se aficione a la lectura, comprará libros de por vida. El impacto de los eventos culturales gratuitos son el paradigma de la improductividad. En menudo charco me he metido para decir qué, como en una paradoja, creo entender que hasta el acto más insignificante para fomentar la cultura, tendrá, inevitablemente, una resultado productivo. ¡O qué se yo! Ya me he perdido otra vez, joder...

jueves, 4 de mayo de 2023

La sangre de mi padre

Las luces del coche, al pasar, iluminan conejos y ratas que habitan en las sombras. Hay poco tráfico a estas horas en las que la ciudad duerme. Una luna llena ilumina una noche larga y triste. Mi padre se ha caido. Conduzco en dirección a su casa aún sonmoliento. La ambulancia ha llegado antes que yo. Con grapas le han cerrado la brecha que tenía en su cabeza. La habitación y la cama están llenas de sangre. Su mujer está desolada, sobrepasada ante lo doloroso de la escena y de la situación. El doctor de la ambulancia le pide que, por favor, no vuelva a levantarse en plena noche sin pedir ayuda. Mi padre balbucea que no es consciente y que se levanta sin pensar. Cuando se marchan los sanitarios del 112 limpiamos la habitación y a mi padre. Con una toalla húmeda le limpio la sangre seca que tiene pegada por todo su cuerpo. La escucurro varias veces, porque la sangre es mucha. De pronto siento como un sabor dulzón me inunda la boca. Me obsesiono pensando que la sangre de mi padre, a través de mis manos, ha llegado a mi boca y siento su sabor. Mientras lo limpio pienso en los años que mi padre lleva muriéndose. Su precaria salud forma parte de sus muchos errores. O dicho de otro modo, los errores, y los consiguientes problemas, le han mermado su salud. Si todos los finales tienen algo de tristeza, lo de mi padre se lleva la palma. Pese a todo, mañana será otro día.