martes, 21 de junio de 2022

Adaptación

-Cada palo que aguante su vela -le dijo el señor Menarguez con cara de no haber roto un plato en su vida. -No lo entiendo, señor Menarguez, pensé que usted me apoyaría. -Pensó usted demasiado a la ligera, señor Moreno. -Pero yo la apoyé a usted con lo suyo... -¿Acaso yo se lo pedí? -exclamó el señor Menarguez frunciendo el ceño. -No, pero se supone que lo hice porque usted lo necesitaba. -¿Y no sería más bien por su propia conveniencia, señor Moreno? No sería que mi opción era la que más confianza la daba para mantener su puesto de trabajo, que por aquel entonces ya sabía en tela de juicio. -Pero, entiéndame, llevo veinticinco años dejándome la piel por esta empresa, usted lo sabe -planteó Moreno. -Yo lo sé todo y no sé nada. Y nada es lo que yo puedo hacer por usted, señor Moreno. Así que no me haga perder el tiempo. Posiblemente encuentre usted pronto otro trabajo más adecuado a sus capacidades. Aquí, ahora, necesitamos gente más tecnológica, que domine el marketing digital, la comunicación, y no tanto el cuerpo a cuerpo. El cuerpo a cuerpo con el cliente ya es pasado, eso ya no factura -sentenció el responsable comercial de la compañía. -Creo que están ustedes en un error. Una máquina nunca podrá sustituir a una persona. -Puede ser, señor Moreno, pero fíjese en usted mismo, su estilo ya es pasado... Bueno, lo dicho: que le vaya muy bien. Moreno se levantó, miró fijamente al que hasta hace unos minutos era su jefe, y dijo: ¡Vayasé a la mierda! Y el portazo se oyó hasta en Badajoz.

jueves, 16 de junio de 2022

El Santo Falo

Salvatore Canaglia era conocido por todos en la comarca como lo que era: un meapilas. De joven había sido monaguillo. Después entró en el seminario, pero no acabó porque tuvo que abandonarlo repentinamente por la muerte de su padre, tras lo cual no regresó. Pese a su conocida devoción, y haber estado a punto de tomar sus votos de castidad, se casó con la feligresa más asidua de su parroquía con la que tuvo la nada despreciable cantidad de nueve hijos varones. Cuando comenzaron sus visiones marianas estaba jubilado y viudo, ya que su esposa fue atropellada por el autobús de línea un día que había bajado a comprar el pan. Cuarenta años en la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Fuentedipene le habían otorgado solvencia económica suficiente como para no preocuparse por sus habichuelas. La Virgen, según contaba, se le aparecía cada vez más a menudo. Desde la primera aparición, Salvatore alardeaba de haber adquirido la capacidad de curar las más diversas enfermedades y traumas. La mitad de sus hijos habían optado por la carrera eclesiástica y la otra mitad por la militar, y él estaba solo. Solo con sus milagros, y con sus visiones, en una casa enorme. Una casa a la que comenzaron a llegar visitas femeninas con demasiada frecuencia. En Fuentedipene, y en los alrededores, comenzó a correrse la voz de que en casa de Salvatore se solucionaban de manera milagrosa todos los problemas de infertilidad. Por la gloría del Altísimo, y del pene milagroso de Salvatore, en la región comenzaron a nacer varones a cascoporro. El obispo de la diocesís de Patanalguiano, el monseñor Pietro Dilnáculo, a la que pertenecía la parroquía de Fuentedipene, alertado por las habladurías, se presentó en casa del milagrero a pedir explicaciones, justo en el momento en el que varias parroquianas, en diferentes fases de embarazo, salían del afamado piso de la fertilidad con una cara de alegría tan solo comparable a la de la gente que gana el Euromillón. Al obispo casi le da un jamacuco. Tenía conocimiento de que en México adoraban a la Santa Muerte pero no sabía nada de la existencía de la devoción que Salvatore había creado en torno al Santo Pene y que, precisamente, ese pene bendecido, idolatrado, y santificado, para más inri, era el suyo. De todo eso habían pasado unos cuantos años. Nadie sabía qué había ocurrido con Salvatore tras la visita de monseñor, ya que desapareció misteriosamente, hasta que saltó la noticia de que en la República Dominicana un religoso italiano había fundado una congregación con el nombre de "Adoradores del Santo Falo". Tras ser aprobada una orden de extradición, que había cursado el juzgado de Fuentedipene, el exsacerdote fue detenido cuando impartía un acto religioso multitudinario ataviado únicamente con un taparrabos. Un abogado, en representación de las mujeres afectadas, ha presentado una demanda colectiva en la que se le reclama la paternidad de unos ciento sesenta y seis niños varones. Curiosamente, todos esos niños tienen la peculiaridad de lucir, como el propio Salvatore, un gran lunar en la frente, una única ceja enorme, y de presentar una nariz superlativa, sayón y escriba. Según parece, al juicio asistirán todas las demandantes con sus hijos. Hasta el momento, se han acreditado en el juzgado más de setenta medios de comunicación, tanto nacionales como internacionales, en el que se ha dado a conocer como "el juicio del Santo Falo". Por necesidades de espacio se está habilitando el Pabellón de Deportes de la localidad con gradas supletorias. Desde la oficina de turismo informan de que ya no hay alojamiento en los establecimientos hoteleros de cincuenta kilómetros a la redonda.

viernes, 10 de junio de 2022

El triste vuelo de la collalba

El verano se acerca acongojado. Ni el aumento de las temperaturas sirve para mitigar su pesimismo. El cereal, mecido por la brisa, presenta un color opacado, sin el rubio excelso que le caracteriza. Inclusive, en muchas zonas el campo se encuentra sin cultivar, herido por cráteres, chatarra, sangre y cenizas. Muchos graneros han sido expoliados. Cientos de pueblos arrasados. Donde el año pasado se preparaban las fiestas tras la cosecha, ahora ni hay pueblo, ni niños jugando en las calles, o en los parques, tras acabar el curso. Tampoco las abuelas preparan el kvas, ni el borsch, ni el kholodests, ni el halubtsi, ni los nalysnyky. Tan solo hay dolor y muerte. Ucrania se resiste a no ser Ucrania mientras la collalba, que antaño anidaba entre el ramaje de un viejo abedúl, ahora vuela triste sobre la desesperación y el estupor de las trincheras.

jueves, 2 de junio de 2022

Cuarto y mitad de identidad

Me gustaría ser capaz de identificarme para que me identificaran. ¿Qué soy? -me pregunto en ocasiones cuando no tengo otra cosa mejor que hacer. Y entonces pienso en todo lo que he sido y he dejado de ser. ¿Pero acaso dejamos de ser lo que fuimos? Otra de las preguntas que me asalta con frecuencia es: ¿Quién soy? ¿Acaso me conozco lo suficiente? Si no he llegado a los límites de mis capacidades físicas o mentales, si nunca he estado ahí para ver de qué soy capaz: ¿cómo puedo saber quién soy? ¿Hago realmente lo que quiero hacer?¿Soy lo que la gente cree que soy? ¿Soy cómo la gente cree que soy? ¿Cómo puede alguien pensar que me conoce si ni yo mismo me conozco? Ser de aquí me obliga a tener una nacionalidad, y esa nacionalidad tiene una lengua, una supuesta historia, unas costumbres que pueden estar en las antípodas de las mías, pero que me confieren, de cara al mundo, unas connotaciones que tal vez me son ajenas. Tras mucho pensar, o tal vez por no haberlo pensado con la suficiente coherencia, he llegado a la conclusión de que cuánto más intento aclarar mi identidad más dudas me asaltan. Tal vez debería relajarme, colocar una bandera en mi balcón y dar así por zanjadas todas mis dudas. En el chino las venden a tres euros.