Tocando con los dedos la fase tres, vuelvo a escuchar sobre mi cabeza el zumbido de los aviones como prueba evidente de que se acerca la tan anunciada nueva normalidad.
Les contaré que en un rincón de mi patio languidece una de mis viejas esculturas. En un rincón intrascendente en el que apenas nadie repara. Sin embargo hoy, en el desayuno, su contemplación me ha ayudado a reflexionar.
Aunque no lo aparente, su aspecto sencillo encierra en una enorme complejidad, y su meditada contemplación me ha vuelto a ofrecer grandes respuestas.
Tal vez por ello, he pensado que la sociedad es como mi vieja escultura. Fíjense: formada por dos elementos visibles y dos invisibles. Acero galvanizado y madera. Soldadura que da forma al cuerpo principal. Pegamento, que une ambas partes, y el cemento que, en su interior, desequilibra el inmóvil equilibrio de la pieza.
La sociedad-escultura está formada por distintos materiales sustancialmente contrapuestos. Materiales enfrentados por su composición y por su ductilidad. Materiales de diversa naturaleza y apariencia. Materiales que, pese a su contundencia, necesitan de otros materiales para encontrar su propia estabilidad.
Los distintos materiales de la sociedad luchan encarecidamente por imponerse, por uniformizar. Lo mismo que sucede con una plaga forestal o con un virus. Todos, en mayor o menor medida, pretendemos replicar la forma de pensar que conforma nuestro material social, nuestro magma.
Mi escultura olvidada no sería lo que es sin el pegamento invisible que le da forma. No sería lo que es sin el cemento que, amontonado en una de sus esquinas oxidadas, le aporta el frágil equilibrio que le caracteriza.
La sociedad bajo presión, convulsionada, intoxicada, tiende a buscar una nueva forma. Los materiales sociales luchan por imponerse unos sobre otros. Y en esa eterna confrontación entre palomas y halcones, entre la fuerza y la razón, surge la importancia del pegamento, del hilo que hilvane diferentes géneros, de la soldadura, de la parte silenciosa e invisible que aporta el equilibrio social. Hay materiales que equivocan su naturaleza y desaparecen engullidos por los materiales imperantes; sin embargo, hay materiales que sabedores de su humildad, pero al mismo tiempo de su trascendencia, unen y engrasan, suavizan y atemperan, calman y alivian.
Mi primera exposición de esculturas, que se llevó a cabo en el Colegio Mayor Azarbe, de la Universidad de Murcia, llevaba por título “Democracia Escultórica” tal vez, sin saberlo, encerraba en sí misma un nombre premonitorio.
Tanto mis esculturas como yo mismo, siempre hemos demandado: libertad, democracia y respeto.
Los radicalismos no conducen a nada. O conducen a lo peor. Abogo por la moderación.