jueves, 30 de diciembre de 2021

Los sublevados

Distinguidos señores: Les hemos traído aquí, contra su voluntad, ante los agrios comentarios que se están vertiendo contra nuestro movimiento y, más concretamente, contra mi persona. A ustedes que, curiosamente, nunca antes se han dignado a hablar conmigo, pero tanto y tan mal hablan sobre mí, voy a tener que demostrarles mi denodada elocuencia, mi sobrada educación, y, ya de paso, hablarles un poco sobre su futuro. No voy de falsete como alguno de ustedes. Que mi universidad haya sido la calle, y el pueblo al que ustedes dicen representar, y que tanto pisan y roban, no me hace menos brillante que aquellos a los que su papaíto les compró un título en una universidad de sus amiguetes, al mismo tiempo que les regalaban un carguito oficial y un futuro de color de rosa. "Poderoso caballero es Don Dinero", que escribiera el gran Quevedo y cantara Ibánez. He galopado a contracorriente para llegar hasta donde otros no llegan, pero, como pueden ver, aquí estoy. No soy de los de arriba porque vengo de los de abajo y eso es lo que a ustedes les incomoda. Soy un intruso incómodo y descarado que dice todo aquello que se supone que no hay que decir. Mi madre fregaba los suelos que las suyas escupían, tal vez por eso ustedes se creen con el derecho de escupirme, y de escupir sobre lo que escribo y lo que propongo a este pueblo hambriento para sacarlo de sus penurias. Sepan que mi tinta es indeleble porque está hecha con la sangre de mi pueblo, que no es el suyo, porque aunque ustedes vivan aquí, viven en un mundo diferente, abstraídos de la realidad, y que se nutre y subsiste sobre el sacrificio y el dolor de los que realmente lo habitan y lo trabajan. Por eso escribimos sobre las paredes: ¡Fuera parásitos!. Ustedes son parásitos de traje y corbata, perfume francés, de buenos vino y carnes magras, y nosotros somos los apestados que estamos hartos de echar peste, de pasar frío, y de morir en la más absoluta miseria. Saben que les digo: Nosotros somos más que ustedes y no tenemos miedo porque no tenemos nada que perder: ¡ya nos lo han robado todo!. Aunque no me crean, nosotros también somos ricos porque, a diferencia de ustedes, tenemos tres Dioses: la tierra, el agua, y el sol. Nuestra santísima trinidad. -Ya podeís soltarlos- ordenó el sublevado. Marchaos y contárselo a los de vuestro mundo, y como sois mucho de rezar, id rezando, pero os aseguro que no habrá Dios ni santo que os libre de vuestro destino. Corred, corred, parásitos -gritó el lider de los sublevados soltando una sonora carcajada -vuestros días están contados.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

La puta próstata

Yo estaba allí pero ahora que lo pienso lo tenía que haber evitado, pero ya es tarde. Era temprano y hacía un frio que se metía en los huesos. Yo iba hacia el trabajo. como cada mañana cada vez que voy al trabajo. La hierba del suelo estaba escarchada y resbaladiza. De hecho caí. Caí por aquel terraplén al ir a mear. ¡La puta próstata! -me dije, mientras caía por aquella ladera que me precipitó al rio. El agua del río estaba congelada y olía a perros muertos. O me muero congelado, o de una gripe, o muero envenenado -pensé. Pero como bicho malo nunca muere, tras nadar arrastrado por la corriente, pude acercarme hasta una orilla, en el mismo lado sobre el que me había precipitado con mi cremallera abierta y el pájaro en la puerta, y pude salir. Me guardé mi miembro viríl que había encogído hasta su mínima expresión, o sea hasta quedarse sin expresión y sin virilidad, y empapado y lleno de barro, y gracias a un camino de cabras, pude volver a la carretera. Imagino la cara de los conductores al verme andar por aquel arcén como un zombie. Algunos me pitaban y yo les mostraba mi dedo anular en señal de protesta. Por suerte llegué hasta mi coche. Y por más suerte aún las llaves seguían puestas y el motor encendido. Me dió exactamente igual llenar de mierda toda la tapicería, lo mismo que también me dio exactamente igual la bronca que me echó mi mujer cuando me vió regresar a casa justo en el mismo momento en el que ella salía bien emperifollada para ir a su trabajo. Lo peor fue cuando tuve que explicarle a mi jefe todo lo que me había sucedido. -Sí, sí, campeón -me dijo- mañana levántate un poquito más temprano y no me cuentes más milongas. Y todo por la puta próstata...¡Qué malo es llegar a viejo!

lunes, 20 de diciembre de 2021

Chef Falsarius

Pienso, a menudo me da por pensar, en todo lo que he hecho y conseguido este año y en todo lo que podía haber hecho, o al menos intentado, y he dejado arrinconado en el cajón de los buenos deseos. En lo físico voy a peor. Y en lo demás creo que también. De lo único que me siento orgulloso es de mi novela, aunque cuanta más gente la lee más defectos y errores me aparecen. Así que he llegado a la conclusión de que incluso en aquello de lo que nos vanagloríamos hay un espacio infinito de mejora. No me arrepiento de mis errores, ya están hechos y a lo hecho pecho, pero sí que tengo claro que he de seguir esforzándome y aprendiendo, y, si pudiera ser, dándole un poquito más de cocción a mis pucheros. Siempre dije que soy un chef falsarius y que las apariencias engañan. Me equivoco más que nadie, ustedes sabrán perdonarme.

lunes, 13 de diciembre de 2021

¡Qué bonito!

Ayer le estuve dando un poco de lustre a mi nueva novela. Avanzando, retocando, embelleciendo, replanteando. Tener una novela en ciernes es tener una ventana abierta a un mundo en el que todo puede suceder. Lo importante es avanzar dando coherencia al relato, generando situaciones entretenidas, atractivas, sorprendentes y emotivas que inciten a la lectura. Escribo poniendome en la piel del lector. Escribiendo como me gustaría leer. Busco la verticalidad hacia la meta que pretendo alcanzar como el buen extremo derecha que fui. Planto inquietudes y reflexiones como el viejo ecologista que soy. Sorprendo con la destreza del camarero que llevo dentro, que gusta de robarte una sonrisa cuando te sirve un café. Escribo con todas mis caras y con todas mis pieles. Escribo para ensanchar y embellecer mi mundo. Ayer pensé en la última página de mi nueva novela. Creo que pondré algo así: "Gracias por haber leído esta sencilla novela, ahora, si me lo permites te pediría un pequeño favor: abraza la novela contra tu pecho como si me abrazaras a mí. ¡Qué bonito!"

jueves, 2 de diciembre de 2021

Esperando a la muerte

Hoy he visto nuevamente a esa anciana sentada en la puerta de su vieja casa. La veo a menudo, siempre sentada en el mismo portal, apoyando su cabeza en el quicio de la puerta, esperando pacientemente la llegada de los rayos de sol. En su abandono, solitaria, observa a los coches pasar, como esperando a alguien que nunca llega, tal vez ese alguien que se marchó y le prometió regresar pero que nunca lo hizo. Siempre que paso en mi coche por esa carretera ella gira su cabeza como queriendo reconocerme. Tal vez me confunda con alguien, o simplemente sea un gesto mécanico que su cuerpo acciona sin control ante el rugido de un motor. Hoy, como otras tantas veces, lucía una bata de guatiné de color negro, que contrastaba enormemente con una bufanda, un gorro, y unas calcetas de lana rojiblancas, como si perteneciesen a una vieja indumentaria del Atlético de Bilbao. Y allí bajo el marco, como homenajeando al gran Iribar, la señora espera. Espera sin prisas. Espera luciendo sus colores al sol cuando hace sol, y a las nubes cuando sale nublado. Y hoy me dió por frenar y paré. No debí hacerlo pero lo hice. Tantas cosas hago que no debo hacer, total que una más... -Buenos días, señora. -Hola joven, ¿por quién pregunta? -No, no busco a nadie, tan solo quería preguntarle si vive usted sola. -Solica. Mis hijos viven fuera y yo no quiero salir de aquí. Esta es mi casa y no saldré de aquí a no ser que sea con los pies por delante. Mi casa está vieja, con goteras, con las paredes llenas de humedades, pero es mía; la levantamos mi marido, que en paz descanse, y yo con nuestras propias manos. -¿Y no le da a usted miedo estar sola? -Pero qué miedo voy a tener yo si salgo todos los días a la puerta a esperar a la muerte. Me quedé sin palabras.

miércoles, 1 de diciembre de 2021

Éxito

Hoy acaricio el éxito. Percibo y disfruto su presencia con todos mis sentidos. Mi alegría se desborda y siento la necesidad de embridarla, de echarle el freno, para que no se convierta en arrogancia ni en imprudencia. El éxito desmedido ofende. Unos ganan y otros pierden, y hoy me ha tocado ganar. Mientras lo disfruto pienso en el camino recorrido, en el esfuerzo desplegado por todo mi equipo, en los errores cometidos, en el tiempo bien invertido y en el tiempo desaprovechado, en todas y cada una de las pequeñas decisiones que me han conducido hasta aquí. Siento la obligación de teorizar sobre mi éxito, de entenderlo, de valorarlo, de contextualizarlo, y, sobre todo, de relativizarlo para poder explicarlo y compartirlo. Siempre he creído que lo díficil no es alcanzar el éxito, lo difícil es saber convivir con él. Gestionar el éxito es tan complicado como gestionar la derrota, pero, a diferencia de esta última, el éxito es un bonito lugar para quedarse. Sin duda, merece la pena intentarlo. A lo largo de los años, he encontrado un común denominador entre personas que lo han alcanzado: tenían muchas ganas de lograrlo. Por encima de todo, para tener éxito hay que querer.

martes, 30 de noviembre de 2021

Contar o callar

Aquí no debería escribir. No hay distancia de seguridad. Las mascarillas adquieren las más inversímiles presentaciones, la mayoría de ellas exentas de seguridad. Un codo roza mi codo. Una rodilla se precipita sobre la mía: ahora sí, ahora no. Los ronquidos intoxican el murmullo del pasaje y el rugido uniforme de los motores. Sobre las nubes no se debería escribir para no hacerlo desde la superioridad que da la altura. Abajo, once mil pies más abajo, la gente es tan diminuta como una mota de polvo, como una bacteria, o como un virus. No sé si será el mal de altura lo que inhabilita mi coherencia. O la incoherencia se habrá convertido en mi norma. Todo me parece difuso cuando intento escribir donde no se debe. Santi duerme, oferente, frente a su bote de Heineken. Por minutos, su cuello se reclina vencido sobre el mio. Duerme sin premeditación mientras su cuerpo se abate sin control. Su cabeza toca mi hombro e inconscientemente su cuerpo salta, como un resorte, en busca de su correcta rectitud. Sin embargo, al instante, todo vuelve a empezar frente a ese bote vacío de cerveza de importación. Polonia espera al fresco. Krzysztof y Asia probablemente ya se dirijan al aeropuerto de Modlin para recogernos, mientras escribo flanqueado por cuerpos que regresan a su origen y otros que huyen de él. Nunca sabemos lo que debemos o no debemos hacer. Nunca sabremos si donde estamos es donde deberíamos de estar. A veces aceptamos los límites y otras tantas deseamos secretamente rebasarlos. He aquí lo incoherente de nuestra coherencia: aceptar unos límites que noche tras noche y día tras día soñamos con transgredir. Estar en otro lado. Vivir lo que otros viven. Gozar lo que otros gozan. Y vivir para contarlo, o para callarlo.

viernes, 26 de noviembre de 2021

De Tenerife a Kazajistán sudando sin parar

Sobres las nubes escribo. La mascarilla cubre parte de mi cara. La gente dormita a mi alrededor. Esta noche, en el hotel Taburiente, en Tenerife, he soñado que dormía en plena montaña, en las estribaciones del Himalaya, espalda con espalda, con un leopardo de las nieves. Como comprenderán, pónganse en mi situación, no me atrevía ni a pestañear. Temía que al más mínimo movimiento, la bestía felina se despertara y me usara como desayuno. Una preciosa kazaja de largas y delicadas trenzas y de ojos extraordinariamente perfilados escribía por wasap a todos mis contactos para que vinieran a socorrerme. Sin embargo, nadie respondía. La mujer me ha devuelto el teléfono diciéndome que sus llamadas de auxilio han resultados infructuosas. Le doy las gracias y le ruego que rece por mí ya que yo no sé rezar. La buena señora se pone a orar y el leopardo se despierta, se levanta, se despereza estirando sus esbeltas extremidades, me mira como haciendo ascos y se va. Yo le doy las gracias a la mujer de mirada tan profunda con un abrazo fraternal, y, mientras la tengo entre mis brazos, se convierte en otro leopardo de las nieves. Entonces es cuando despierto sobresaltado y sudoroso aferrado ansiosamente a la almohada. Mientras bebo agua, para que se me pase el susto, suena el despertador. Me lo pensaré dos veces antes de regresar a Kazajistán. Le tengo alergia a los gatos.

jueves, 11 de noviembre de 2021

Observaciones de altura

Como, por falta de previsión, no tengo un libro que leer, ni conexión a Internet, ni juegos, ni música, ni vídeos, ni nadie con quién pelearme, y ya me he rascado todo lo que me picaba, me pongo a escribir. Les diré que el avión está repleto de gente con mascarilla y que viajamos a 900 kilómetros por hora, y a una altura de 11.000 pies, en busca de nuestro futuro. Algunos duermen, otros se hacen los dormidos, mientras el resto realizamos todo tipo de actividades que podemos llevar a cabo amarrados a una butaca. Me quedo pillado pensando en hacer un catálogo con todas ellas. Como me ha tocado pasillo, todo el mundo me golpea al pasar. Estadísticamente hablando les diré que tan solo el 10% se digna a disculparse. Junto a la ventanilla, una chica jovencita de pelo negro zaíno reposa con un bebé de apenas unos meses de vida sobre sus piernas. El bebé, que ni se mueve, parece un muñeco Pepón con el pelo tan nego como su madre. Delante de mí un joven luce un peinado, como de arapahoe, tan decolorado que dudo mucho que aguantara el paso de un peine. Una monja, entrada en carnes, reza el rosario con evidente destreza y profesionalidad. Un inglés, más tieso que una esfinge, y más colorado que una gamba de Huelva, se pimpla ávidamente el tercer bote de cerveza. Un jugador de baloncesto de origen afroaméricano sufre sobremanera ante las estrecheces del avión; deberían de hacer aviones pensando en que, aunque pocos, hay personas que miden más allá de los dos metros. A parte de en su altura, me fijo en el tamaño de sus pies y me quedo perplejo y con complejo. Mi amiga Encarna relacionaba el tamaño de los pies de un hombre con el tamaño de su pene, no sé si con más o menos fundamento o conocimento de causa. Como su pie ocupa medio pasillo, una joven azafata ha tropezado con él y casi se mata. Durante el traspié me he dado cuenta -soy de fijarme en todo- de que lleva una enorme carrera en las medias. Espero que no sea el presagio de una infortunada carrera, al menos hoy. Un tipo que practica halterofía, pero tiene fobia a las alturas, parece la mar de alterado. La señora que lee novelas de amor al otro lado del pasillo se ha dormido plácidamente y con cara de satisfacción. Yo miro y escribo todo esto porque no tengo otra cosa mejor que hacer. Lo sé, ustedes no tienen la culpa de mis aburrimientos, así que, mil perdones; intentaré en lo sucesivo no abusar de su confianza.

viernes, 29 de octubre de 2021

Verdecillo y el viejo buho

Para rematar el mes, bien rematado, voy a contarles un cuento que nunca les he contado... Érase una vez un pajarito que volaba muy bajito y que comía muy poquito. Ese pajarito, chiquito y bonito, se llamaba Verdecillo y vivía entre huertos de alfalfa y brócoli, y entre viejas moreras, generosos limoneros, y aromáticos membrilleros. Gustaba de picotear las frutas y comer bichitos. Bebía agua en un viejo azarbe hecho por unos árabes, hace cientos de años, cuando esas sabias gentes aún vivían por aquí. De pronto, mientras perseguía a un gordito moscardón, cayó en la red que un joven había puesto para cazar pájarillos, a pesar de estar terminantemente prohíbido por la ley. Cuando Verdecillo se vió agarrado por una enorme mano humana, su pequeño corazoncito casi sufre un colapso. Sin perder un momento, el pequeño pajarillo comenzó a piar desesperadamente. Y pió y pió tan fuerte que despertó al gran buho real que dormitaba en el altillo de una viaja casa abandonada. El viejo buho, respondiendo a la llamada de socorro del pequeño Verdecillo, voló raudo hacía el joven que lo tenía atrapado justo antes de que lo metiera en una jaula en la que ya habían varias decenas de pájaros terriblemente asustados. El joven, al ver volar hacia él a semejante ave, soltó a Verdecillo, y la jaula, que ya tenía abierta, cayó de su mano, instante que aprovecharon los aterrados pajarillos para salir huyendo. Pero la cosa no quedó ahí, y el buho, haciendo alarde de un vuelo rasante solo digno de un avión de combate, se lanzó de nuevo contra el joven que, al huir despavorido ante tan inesperado ataque, cayó en el azarbe y se rebozó entre el barro y el agua. Mientras el viejo buho, guardian de aquellas huertas, regresaba a dormir a su viejo granero, todos los pajaritos piaban y volaban a su alrededor dando muestras de su agradecimiento. Y colorín colorado, este cuento que he escrito en un ratito para mi pequeña Ana, ha terminado.

jueves, 28 de octubre de 2021

Hable bien por favor.

Creo que hay muchas formas de hablar bien. De hecho considero que todo el mundo que habla es digno de respeto aunque hable mal. Hay gente que habla mejor o peor un idioma, pero lo que no es de recibo es considerar un idioma por encima de los demás, y más si cabe si al que intentan ningunear es el tuyo.
Hoy en día en mí país aún estamos en la discusión de que si un idioma es mejor o más importante que los demás. Después de quinientos años todavía hay quien sigue en la lucha de ridiculizar o criminalizar a quien osa no hablar en castellano.
Hace muchos años, en un viaje por México, en un poblado cercano al Volcán del Paricutín, en el estado mexicano de Michoacan, escuché por primera vez a un grupo de indígenas hablando en purépecha. Lo que me terminó de sorprender es que me dijeran, las personas que me acompañaban, que esas personas no sabían hablar castellano. Para mí ignorancia, resultó un gran descubrimiento el hecho de que en México existen millones de personas que nunca han hablado el idioma del invasor. Me sentí muy orgulloso de esa gente, que había sido capaz de conservar su idioma, frente al mio.
Hace poco me tropecé con este panfleto "Franquista" (para los que no lo sepan Franco fue un militar dictador amigo de los nazis y de los curas, que dio un golpe de estado en España y nos hizo retroceder en el tiempo durante cuarenta años), pues como decía, me encontré con este planfleto que se repartía por Galicía para que la gente no hablara gallego y se les "motivaba" a hablar el idioma de la patria.
El castellano, en mi opinión, es un idioma precioso desde la libertad y muy feo desde la imposición.

martes, 26 de octubre de 2021

Desconcierto

Días pasados, durante la presentación de mi primera novela "Réquiem por un guerrillero olvidado", que a su vez es mi cuarto libro, se refirieron a mí como escritor. Les diré que, al escucharlo, no me sentí identificado ante tan alta clasificación: ¡escritor!. ¿Me habré convertido en un escritor sin darme cuenta? -me pregunté. En aquel evento, y ante el respetable, planteé abiertamente mis dudas: -más que escritor me considero un escribiente -les dije. Para sentirse uno mismo escritor -pienso yo- se tiene que estar muy convencido de ello. Aunque pensándolo bien, nunca he estado, ni estoy, plenamente convencido de lo que soy. ¿Qué soy? -me pregunto mientras regreso de mi periplo de trabajo por la vieja Georgia, cuna del vino y freno del mundo musulman. Hay quién dice que soy un buen vendedor de champú. Hay quién me reconoce como el hijo de Josepe, el del Bar Josepe, que para algo soy hijo de mi padre y trabajé en el bar la nada despreciable cifra de doce años. Para muchos otros soy Pepe, de Acción Verde, un grupo ecologista que creció y creció, y que dio muy buenos frutos. También me han llamado escultor, por haber realizado tres exposiciones individuales, y participado en alguna que otra colectiva, y de igual manera me surgió el desconcierto. Todavía hay quién me reconoce como el extremo derecha que fui, ágil y desbordante, ariete rompedor de cinturas y pesadilla de porteros, pero en aquellos años, cuando la gente me idolatraba y me auguraban un futuro prometedor en el mundo del fútbol yo los miraba perplejo como si la cosa no fuera conmigo. Por descontado, también soy hijo, hermano, esposo, padre, cuñado, primo, sobrino, yerno, compañero, amigo, militante, referente, oponente, competidor, promotor, ejecutor, mediador, educador, motivador, y, muy probablemente, hasta impostor. Yo creo que mis dudas identitarias son consecuencia de mi anómala formación. Me he formado a mí mismo y eso me inhabilita para muchas cosas. En esta sociedad uno no puede, ni debe, formarse solo. Uno debe de cumplir unos requisitos, seguir unos patrones, aprobar unos exámenes, aceptar unos tribunales, conseguir un título, un máster, o si son baratos dos o tres, y lucir el reconocimiento enmarcado en un lugar en el que se pueda presumir en las debidas condiciones. Ya voy teniendo algo de edad y sigo con las mismas dudas de siempre. Lo mío, como ven, es puro desconcierto.

martes, 5 de octubre de 2021

Un tonto muy tonto

Habíamos quedado a la oscurecer menos cuarto. Llegué con varios minutos de antelación porque soy de quedar bien. Hace tiempo que descubrí que quedar bien no cuesta nada y es mucho mejor que quedar mal. Ella, por el contrario, se retrasaba. Los minutos discurrían pesados, plomizos, lentos como esta pandemia que nunca termina. Sé que no está bien, pero para hacer tiempo me mordía las uñas. Comencé con las de las manos y continué con las de los pies. Las clases de yoga me han servido tanto para ejercitar mi paciencia como mi flexibilidad. Cuando se habían sobrepasado los quince minutos de la hora prevista, le mandé un wasap. Lo vió pero no contestó. Las flores que le había llevado se estaban poniendo tan mustias como yo. Pasaron cinco minutos más y comencé a sudar pese a que no hacía nada de calor. Le mandé otro mensaje. Idem de idem. Media hora de retraso me pareció demasiado retraso. A los dos minutos después de tan peliaguda reflexión comprendí que el retraso no era tal retraso sino que era un plantón en toda regla. Y allí me vi yo, emperifollado, con un ramo de rosas rojas, sudando si podía sudar, y con cara de tonto muy tonto. Eso me pasa por quedar a la ligera -pensé. De repente escuché como me entraba un mensaje. El corazón me dio un vuelco. El pulso se me alteró de tal manera que casi no atinaba ni darle a los botones. Lo peor vino cuando leí el mensaje: -Imbécil yo no soy Marisa, me llamo Manolo y soy butanero. No tengo ni idea de quién te ha dado este número de telefono pero muy listo no debes de ser....¡Y no des más por culo con los mensajitos! Evidentemente la rubia que conocí ayer en la barra del bar se dio cuenta enseguida de lo tonto que soy. Creo que se me nota hasta en los andares...

jueves, 30 de septiembre de 2021

La chica del callejón

Te digo que apareció de repente, como cuando llueve con el sol fuera. Era bastante tarde y el callejón estaba desierto como un cementerio al oscurecer en un día laboral. Su cara ofrecía un semblante de pronóstico reservado. Su tez banquecina como una pared recién encalada. Sus ojos acuosos y rojizos podrían llevar siglos sin parar de llorar. Su pelo encrespado y canoso denotaba un abandono inusual para una mujer de su edad. Iba descalca y sus pies se veían ennegrecidos, como si hubiese venido andando desde el más allá, o desde las inhóspitas entrañas de una mina de carbón. Y me miró. Me miró fijamente intentando dañarme las córneas. Al cruzarme con ella, un viento frío y estremecedor recorrió mi cuerpo. No te lo creerás, pero en sus labios creí leer mi nombre. Sobresaltado, aceleré el paso. Sin embargo, cuando aún no había avanzado ni tres pasos sentí como algo frío y áspero me sujetaba del brazo. Al darme la vuelta, María, te aseguro que me dijo: vente conmigo, por favor, vente conmigo, estoy muy sola. Por eso, María, no me pidas que pase nunca más por esa calle. -Lo tuyo sí que es de pronóstico reservado, Manolo. Como sigas así no sé qué va a ser de tí. -Tengo miedo de que cualquier día de estos se me aparezca de nuevo. -Te he pedido cita en el psicólogo, Manolo. Creo que es lo mejor que podemos hacer. -No servirá de nada, María. Con psicólogo o sin psicólogo creo que vendrá a por mí.

lunes, 13 de septiembre de 2021

Entrevista teléfonica

Suena mi teléfono... -Digamé. -¿El señor Fernández? -El mismo que viste y calza. -Mire, a ver, le llamamos para hacerle una entrevista por lo de su blog. -¿Por lo de mi blog o por lo de mi novela? Es que ahora estoy más con lo de la novela... -No, no, por lo de su blog. -¿Por mi blog?...¿Pero alguién sabe que mi blog existe? -Claro que sí. Su blog es una referencia a nivel mundial y se estudia como ejemplo en varias univeridades norteamericanas. -Pues sí que están aburridos por norteamérica... -No sea modesto señor Fernández, tiene usted más seguidores e imitadores que Michael Jackson. -Yo creo que están ustedes en un error, pero bueno, en fin...¿qué quieren saber? -La primera pregunta sería: ¿Usted toma drogas para inspirarse o le sale solo? -¿Drogas? Pero si yo no he fumado, ni bebido, ni tan siquiera he hablado mal en mi vida... -¿Entonces se inspira usted del natural? -Así es...de la vida misma. -¿En qué país tiene usted más seguidores? -No estoy muy seguro pero creo que en Andorra. -¿En Andorra? -Sí, y también en las Islas Malvinas. Creo que allí no hay mucho que hacer, a parte de hacer calceta, y les ha dado por leerme. -¿Algún otro lugar pintoresco? -También me leen mucho en la Estación Espacial Internacional, en las Islas Feroe, sobre todo después de la campaña del bacalao, y también me sigue el farero de Capdepera. -Impresionante...Con ese tan dispar elenco de seguidores es normal que le estudien a usted en norteamérica. -También me estudian en Rusia. Piensan que en mis alocados relatos se esconden mensajes encripatrados de la CIA. -¿Cómo decían del Asereje de las Ketchup? -¡Equilicua! Pero si no estoy equivocado lo del Asereje eran mensajes satánicos... -Oye...pues qué interesante. De eso no teníamos ni idea. -Claro, es que como trabajo de extranjis para el servicio de inteligencia británico tampoco puedo ir por ahí aireando todo esto... -¡Ahhh! O sea, que el gran volumen de visitas que registra su blog no es por la calidad de sus textos... -Elemental, querido Watson. -Bueno, entonces la cosa es bien distinta, y da para otra entrevista... -Pues aquí quedo yo a la espera... -Permítame, señor Fernández, una última pregunta... -Adelante con los faroles... -¿Cuál es la publicación de su blog que más visitas tiene? -Una que lleva por título "Tengo un pene enorme" -¿En serio? -Como que me llamo Pepe. -¿Pero es cierto que usted tiene un pene enorme, o es otro mensaje encriptado? Y ahí fue cuando me cansé y le colgué. Creo que era un imbécil de esos que llaman para quedarse con la gente o qué se yo...

miércoles, 8 de septiembre de 2021

Paréntesis

Me he comido agosto como el que se come una mona. Incluso ya he deglutido la primera semana de septiembre. ¿Devoro el tiempo o el tiempo me devora a mí? Menudo dilema. La cuestión es que, sin pretenderlo, he hecho un paréntesis en este blog. He dejado de lanzar mensajes al aire para decir que estoy vivo precisamente para vivir. Cinco semanas de contención y de contrición. Cinco semanas aireando mi masa encefálica. Cinco semanas ordenando el caos que supone mi día a día. Un merecido paréntesis de cinco semanas para volver a retomar la senda de la incertidumbre. Durante este corto exilio literario he pensado en que hasta la más absoluta certidumbre podría ser incierta. Por fortuna, lo que, a día de hoy, sí les puedo asegurar es que de nuevo estoy aquí para reinciar lo que tal vez nunca debería de haber iniciado. Este blog avanza, renqueante, como mi propio caminar. Envejecido. Enrarecido. Desdibujado. Pero vivo. Les dejo, que voy a comprarme unos zapatos...

viernes, 30 de julio de 2021

Pura repetición

Hace apenas dos días que presenté mi novela “Réquiem por un guerrillero olvidado” y ya estoy volando. Vuelo con Lufthansa rumbo a Múnich. Después, si todo va bien, tomaré otro avión rumbo a Kiev, donde dormiré. Al día siguiente, otro vuelo me llevará hasta Tiblisi, la capital de Georgia. De este modo, mientras mi novela coge vuelo, yo deambulo, cual sonámbulo entre las nubes, atravesando Europa. Me resulta extraño volver a retomar mis vuelos de trabajo internacionales tras el increíble parón al que nos ha sometido la pandemia. Sin embargo, si no lleváramos puesta la mascarilla, juraría que no ha pasado nada, que todo y que todos están en su sitio, pero, por desgracia, sabemos que no es así. Yo soy el mismo, año y medio más viejo, pero ostentando un certificado de vacunación que me brinda el privilegio de retomar una parte de mi vida a la que había tenido que renunciar. Los niños, que vuelan en vacaciones, gritan como siempre. Los vuelos en verano los hago rodeados de niños con una prodigiosa capacidad pulmonar lo que les lleva a llorar y a gritar con una potencia digna de concienzudos estudios de audiometría. Una azafata preciosa, de apellido Villegas, me regala una botella de agua y una sonrisa de ojos —la dichosa mascarilla no me permiten ver su boca—, que haría perder la cabeza a alguien que la tuviera. Antes de embarcar, mi compañera Paqui me ha mandado un mensaje para felicitarme por la novela. Dice que le ha encantado y que le enganchó de principio a fin. ¡Bien! ¡Qué gusto leer eso! —me digo. Le agradezco infinito su mensaje y le informo de que me las piro, vampiro. Que me voy para Georgia en dos tiempos, como hiciera en otros tiempos. Dos jóvenes, muy jóvenes, que vuelan a mi lado, viajan a Ucrania. Al parecer, han ligado por Internet. Parecen dos críos sanos porque se han zampado una bolsa de peras. Busco en Internet información relativa a la relación de las peras con la capacidad sexual, pero no la encuentro. La señora que viaja a mi izquierda, que lleva las uñas muy bien arregladitas, lee sobre un kindle. Su marido ronca a su lado con menos pretensiones literarias. No se han dirigido la palabra en todo el trayecto, como si todo se lo tuvieran dicho. Y yo escribo. Retomo mi hábito de escribir sobre las nubes, encerrado en un cacharro de hojalata con ambiente presurizado y virus de la variante delta que, pacientemente, espera a que me quite la mascarilla. La vida se reanuda. Mi novela arranca. Los dos jóvenes comían peras a sabiendas de lo que les espera. Ahora la señora del kindle ronca en perfecta sincronía con su esposo. Yo vuelvo a ser el mismo que observa y escribe, que observa y escribe, que observa y escribe. La vida es pura repetición.

jueves, 29 de julio de 2021

Gritos

Dormitaba en aquel Airbus 320 de la compañía alemana Lufthansa, rumbo a Múnich, cuando de repente, sin saber el motivo, un niño comenzó a gritar:¡Ay papá! ¡Ay papá! ¡Ay papá! Y creo que fue ahí cuando vi el tren. Un tren con una esvástica nazi llegando a una estación con una espesa neblina, que bien podría ser la vía muerta que moría en Birkenau. La vía que llevaba al infierno. El niño sigue gritando: ¡Ay papá! ¡Ay papá! ¡Ay papá! ¿Adónde nos llevan, papá? ¡Tengo mucho frío, papá! ¿Cuándo comeremos algo, papá? -pronto cariño, parece decirle el padre para consolarlo. La madre está inmóvil, pálida como un cadáver; parece una estatua de sal. El tren para. ¡Todos abajo, cerdos! ¡Mujeres y niños a la derecha y hombres a la izquierda! -gritan los soldados de aquella terrorífica comitiva de recibimiento. Ahora la madre parece reaccionar y agarra a su hijo fuertemente de la mano. A empujones y culatazos reciben a los hombres. El padre cae tras recibir un tremendo golpe en la cara. ¡Papaaaaaaá!-grita el niño, mientras es arrastrado por la madre para que no lo vea. Después, al padre le llueven patadas por todos lados hasta que queda inmóvil en el suelo. -¡Papaaaaaá! -grita el niño aterrado mientras su madre intenta cubrirle la cara para que el niño no vea más de lo que ya ha visto. De nuevo oigo los gritos de un niño en el avión. ¡Ay papá! ¡Ay papá!. Sé que estoy en un avión. Sé que vuelo a Alemania, pero no consiguo despertarme del todo. La fila es enorme. Según han oído los van a duchar. Madres e hijos se han de desnudar para entrar en unas enormes salas en las que, tras la puerta, tan sólo se vislumbra una tenue luz ambarina. ¡Tengo miedo, mamá! ¡Tengo mucho miedo, mamá! ¿Por qué nos hacen esto, mamá? ¿Por qué han pegado a papá si es el hombre más bueno del mundo, mamá? La madre se abraza al niño. La puerta se cierra. La luz se atenua. La lluvia comienza y todo termina. El niño del avión vuelve a gritar al tiempo que, por megafonía, anuncian que nos preparemos para el aterrizaje. Al parecer, todo el problema era que, a ese niño rubio platino, la tablet se le había quedado sin batería.

martes, 13 de julio de 2021

El niño que se me aparece

Hay un niño en mi mente. Se me aparece cada dos por tres. Un niño que observa, que escucha y que siente. Un niño que piensa, que escruta, que cuestiona. Un niño que se rebela, que no transige ante la mayoría, aunque esa mayoría sean la fuerza dominante y la jauria que ruge y amedranta. Un niño que se enfrenta, que aparenta no tener miedo, que plantea alternativas, posibilidades, respuestas. A ese niño, envejecido y decrepito, parece que lo quiero conocer. Aún subsiste, aún observa, aún se lo cuestiona todo. Ese niño se me trae un aire. A cada paso que da hacia lo inevitable le tengo más cariño.

jueves, 8 de julio de 2021

Réquiem por un guerrillero olvidado

Tras mucho pelear, conmigo mismo y contra las adversidades, aquí está mi primera novela. Para este pequeño logro creo que ha sido fundamental la paciencia. En otra época me hubiese precipitado, o hubiera tirado la toalla. Creo que, con el tiempo, me he ido convirtiendo en un ser menos impulsivo y más paciente. Verano tras verano fui acumulando esfuerzos, capítulos, correciones, virajes, replanteamientos; y digo verano tras verano porque el grueso de esta obra nace durante mis vacaciones estivales. Requiém por un guerrillero olvidado enlaza una historia de ficción en un momento histórico muy concreto tras la guerra civil española, y lo conecta con la España en plena pandemia del Covid-19. Un geriátrico, todos los geriátricos, encierran miles de historias que caen en el olvido. Desde ahí, de manera casual, surge está historia que nos sumergirá en una de las etapas más oscuras y dolorosas de nuestra propia historia. Aunque también hay amor, empatía, escucha, frustración... Estoy orgulloso de haberlo conseguido. Mara Mira, profesora y crítica de arte que me ha prologado la novela, me preguntó: -¿Pepe, para qué has escrito este libro? Y, tras pensarlo un poco, le respondí: -Para que existiera. https://editorialtiranobanderas.es/project/requiem-por-un-guerrillero-olvidado/?fbclid=IwAR3vEKnbaIEU1XSUs-wV4JTb1WxxiHjJuGVgKx7MxZi17922cf_1nk2SQ-Y

jueves, 1 de julio de 2021

El niño héroe

Escribo a destajo, como si tuviera muchas cosas que decir. Lo hago pese a no saber. Compulsivamente. Alocadamente. Efusivamente. Aunque, en realidad, aprecio aún más la oralidad. El contar, incluso el cantar, que es lo mismo pero entonando cual jilguero con afonía. Contar historias con palabras almibaradas, bien colocaditas, intentando ordenar el caos con el que brotan mis discursos, o mis cuentos, o mis plegarias. Me recuerdo de pequeño escribiendo mi primera historia en mi casa de Ronda de Levante. Yo tendría nueve añitos recién cumplidos. Escribía una historia bélica en la cual el primero de mis alter ego hacía las veces de héroe. Desde niño he tenido algo de Quijote, aunque con los años voy para Sancho Panza. Por lo de gordo y por lo de comedido. Casi 50 años después me sigo pareciendo a ese niño que escribía en la cama. Ese niño peinado a lo cazo que quería contar historias. Historias que nacían de mí o que volaban a mi alrededor para que yo las atrapara y les diera forma. He de reconocer que me gusta dar forma a las cosas. Parecerá increible lo que les voy a desvelar, pero ese niño aún sigue escribiendo. Aún sueña con ser un héroe y poder dar forma a su propia deformidad.

jueves, 24 de junio de 2021

San Juan Cenutrio

Pónganse en situación. Suena un teléfono. Ring. Ring. Ring. -Dígame. -¡Eres un cenutrio! -¿Quién es usted? -¡Eres un cenutrio! -¡Oiga usted, sin faltar! -¡Eres un cenutrio! ¡Y te vas a enterar de lo que vale un peine! -¡No tienes tú lo que hay que tener! Además, tengo su número de teléfono y le pienso denunciar. -No llegarías ni a la comisaría... -Pero...¿qué coñó quieres? -¿Quién, yo? -Sí, usted. ¿Qué es lo quiere de mi? -¿Y yo que voy a querer, Juan, que me invites a dos cervezas que para algo hoy es tu santo. -Pero qué santo ni qué niño muerto...¡Yo no me llamo Juan, me llamo Alberto! -¡Ostras pues disculpe usted, Cenutrio! Habrá sido un error. -¡Oiga sin faltar, que me cago en to´ lo que se menea! Y ahí fue cuando colgó.

viernes, 18 de junio de 2021

Galeradas

A galeras a remar, dice la mítica canción de Manolo García. Yo, por fortuna, me autocondené a galeradas. Como soy novato en esto de la escritura, reconozco que no conocía ni el término. Galeradas son las pruebas que la imprenta manda a los autores para su revisión. Yo he corregido tantas que he aburrido a la editorial. El olor a tinta me ha cargado de dudas. Miedo escénico. Arrepentimiento súpino. Temblor de piernas... ¿Qué narices hago yo escribiendo una novela y encima de un tema tan controvertido? Requiém por un guerrillero olvidado, mi primera novela, ya se asoma por el horizonte de mi esperanza. Espero reacciones a favor y en contra. Habrá quién lo considere la cagada de un novato. A otros les sonará a manifiesto político. Otros la verán como una historia de amor. Otros como un homenaje a la memoria histórica. Lo bueno de un libro es precisamente eso, la disparidad tan infinita de interpretaciones que puede llegar a generar. Mis personajes ya se están maquillando y peinando para desfilar ante la atenta mirada de mis lectores. ¡Alea jacta est!, la sentencia está echada.

jueves, 3 de junio de 2021

El puto microchip

La enfermera ni me ha dado tiempo a reaccionar. -¡Ya está, caballero! -me ha dicho sin que me haya enterado absolutamente de nada. -Espérese ahí sentado unos quince minutos antes de marcharse. -¿Para qué? -le he preguntado. -¿Para ver si le pasa algo? -¿Y qué me va a pasar...? Y entonces he oído: ¡el siguiente, por favor!. Tras el pinchazo, me he sentado en una silla de plástico y he empezado, ensimismado, a fijarme en las caras enmascaradas de las personas que habían a mi alrededor. Entonces ha sido cuando he sentido algo extraño. Todo me daba vueltas. Me ha dado calor. Luego frio. Uno de mis ojos, descontrolado, ha comenzado a guiñarse solo, y, como consecuencia, una mujer se ha ofendido. -No es lo que piensa señora, le he dicho para mi descargo -Es usted un grosero. Creo que ahí, tras la ofensa, es cuando he perdido el sentido. Y si lo he perdido es porque antes lo tenía. Después ha sido todo muy confuso. He notado algo extraño en mi brazo. Algo minúsculo, qué digo minúsculo, ¡microscópico! pero que se introducía en mis entrañas más entrañables. Y de pronto he pensado: ¡el puto microchip! De tal manera que he comenzado a gritar: ¡Saquenmé el puto microchip! ¡Saquenmé el puto microchip! Tres enfermeros y un segurata se han avalanzado sobre mí y me han puesto otro pinchazo que me ha dejado más suave que un guante. Como entenderán, la gran parte de lo que les estoy contando es mentira y la otra embuste, pero lo verdaderamente cierto es que ya, por fin, estoy vacunado. Aunque sea a medias porque aún me falta la segunda dosis.

jueves, 27 de mayo de 2021

La reflexión de las tortuguitas

A ver cómo les cuento yo lo que quiero contarles. Como todo sabemos, en la vida cuesta mucho mantenerse de pie. Hay gente que lo lleva peor, gente que lo lleva mejor, y gente que lo lleva como puede. Pero, como les decía, en la vida lo que cuesta es mantenerse de pie. Firme. Erguido. Cuesta encontrar un camino recto, si es que acaso ese tipo de caminos existieran, que nos lleve, de una manera apacible, hacia aquello que llamamos felicidad. Mantenerse de pie, abrirse camino en la vida, no es nada fácil. Quizás, nuestra educación, nuestra cultura o nuestra incultura, nos haya confundido un poco. Si tomamos como referencia a la naturaleza, a esa que pertenecemos y de la que dependemos plenamente, pero que muchas veces miramos por encima del hombro, como si nosotros fueramos los dioses del universo, nos daríamos cuenta de que una tortuga marina, en una playa, pone un centenar de huevos; y pone un centenar de huevos porque sabe perfectamente que de esas cien tortuguitas apenas el diez por ciento conseguirá superar el primer año de vida. Lo mismo que otros animales, por ejemplo el salmón, que recorre medio mundo para volver a desovar en el río en el que nació y poner miles de huevos. De esos huevos, tan solo un porcentaje muy pequeño llegarán a ser alevines, y de esos alevines muy pocos llegarán a ser salmones, y muchos menos aún regresarán al año siguiente al rio que nacieron para intentar que su especie siga existiendo. En la naturaleza todo es lucha y en nuestra vida, también. De hecho, si reflexionamos un poco sobre nuestra particular forma de reproducirnos observaremos las mismas pautas: millones de espermatozoides luchan encarecidamente por fecundar a un óvulo, todos corren como locos pero solo uno alcanza su objetivo. Después, no todo está conseguido, ese embrión ha de ser aceptado y encontrar cobijo y buena acogida en el ovario y continuar vivo durante nueve meses, y superar un parto que es el gran primer trauma que sufrimos en la vida. Y encima, al salir, nos dan un azote en el culo. En nosotros, como en la naturaleza, todo es lucha. Todo, absulutamente todo en la vida, es una lucha. Consciente o incosciente y de mayor o menor intensidad. Sin embargo, en cierta medida, la cultura contemporánea nos hace pensar en lo contrario, que todo en la vida es fácil, que todo nos lo merecemos, que todo se puede conseguir a golpe de click. Y evidentemente eso nos genera frustración, más que nada porque es rotundamente falso. Vivimos momentos de confusión, alejados de nuestra realidad, y sumidos en un mundo de ficción y de apariencia: "no importa tanto lo que en realidad soy como lo que aparento ser", en un intento de camuflaje camaleónico con el que intentamos pasar desapercividos para seguir viviendo. En la vida, nos guste o no, todo es lucha. Así que si hoy te has levantado de la cama, te has vestido y has desayunado, y te has ido a trabajar, o a estudiar, o simplemente a darte un paseo por la montaña, ya eres un ser afortunado porque sigues en la lucha. No quiero terminar esta reflexión sin antes compartir, con mis escasos pero maravillosos lectores, un pequeño aforismo que escribí en días pasados para una formación de motivación que impartí en las Barrancas de Burujón (Toledo), y dice así: "El sol nunca calienta para quién no quiere su calor". Hoy quería contarles algo pero no sé si era esto en concreto o algo parecido.

martes, 11 de mayo de 2021

Tomadura de pelo

-Oiga, ¿tiene un minuto? -Y dos. -¿Qué piensa de la guerra? -Las guerras son una puta mierda. -¿Es usted pacifista? -A morir. -En caso de agresión: ¿pondría usted la otra mejilla? -En caso de agresión mato como el que más. -Entoces: ¿qué tipo de pacifista es usted?. -A ver, soy pacifista mientras que no me toquen los cojones. -Entonces no es usted un pacifista de libro. -No, de libro no, yo soy de libreta. De libreta de bolsillo comprada en un chino. -¿Y qué piensa de los chinos? -Que son muchos. -¿Solo eso? -Me gusta mucho la comida china, aunque ahora me he tirado al sushi que mola más. -¿Y de la comida tradicional española, es usted más de paella o de cocido? -Sábado cocido y domingo paella. -¿Qué opinión tiene de la ocupación rusa de la Peninsula de Crimea? -No tengo opinión. -¿Y de la ocupación del Sáhara por Marruecos? -Ni idea. Creo que allí hace mucho calor. -¿Este año la liga la gana el Barsa o el Atleti? -Me molaría que la ganara el Simeone. Yo, como él, soy mucho de sufrir. -¿Ha sufrido usted mucho? -En la cárcel. Allí sufrí tres largos años. -¿Por qué estuvo en la carcél? -De albañil. Soy albañil y trabajé en la construcción de una prisión de alta seguridad. -¿Y, en realidad, es tan segura como su nombre indica? -Ya le digo yo a usted que no. -Pues muchas gracias por colaborar con nuestra entrevista. -No hay de qué. Por cierto, ¿para qué cadena trabajan ustedes?. -Para ninguna... Nosotros es que estabamos aburridos y nos ha dado por tomarle el pelo a alguién... -¿A mí? -¡Claro! ¿A quién si no? -Pero si soy calvo ¿cómo me van a tomar ustedes el pelo? -¿Y un injerto capilar? ¿No le interesaría un injerto capilar a buen precio? -No, hombre no. A mi ustedes no me van a tomar el pelo. ¡Anda la mierda!

lunes, 3 de mayo de 2021

¿Qué te parece, mayo?

Me gusta mayo. De hecho es el mes que dejaría en perpuetuidad. Pararía la tierra, la ataría con una cuerda para que dejara de dar vueltas, y haría del calendario un mayo sempiterno. Y es que mayo es mucho mayo. El invierno no me gusta, y el verano es un infierno; prefiero mayo: el mes de las flores, el mes de las madres, el mes en el que regresan los abejarucos... Mayo: ¿cómo te podría convercer para que te quedes y no sigas tu camino? Si te quedas fijo, y dejas de dar vueltas y más vueltas serías año, serías siglo, ¡serías eterno! ¿No te molaría ser eterno, mayo de mis amores? Fijate en la Luna, que siempre está ahí, mirándonos con cara de asustada, como si la hubieran colgado del infinito en contra de su voluntad. Pues así serías tú, mayo de mis amores. Un mes fijo, eterno, incapaz de ser tragado por un agujero negro. Invencible. Así te veo yo, Mayo. ¿Qué te parece, te quedas o te vas?

miércoles, 21 de abril de 2021

Los efectos dañinos del sol

Cuando me da por pensar acabo por deprimirme. Tire por donde tire me pilla el toro. Que si los políticos. Que si la pandemia. Que si el calentamiento global. Que si la economía. Que si la crispación. Que si el perro de mi vecino se ha cagado en la puerta. Que si se me ha quemado la calva por no haberme puesto la gorra. Que si Miguel Bosé. Que si me ha llegado otra multa del rádar. Estoy considerando, como muy probable, que la quemadura de mi calva se haya llevado por delante a alguna de mis escasas neuronas y, de aquí en adelante, la cosa vaya a peor. Dentro de lo malo la revisión de la próstata me ha ido medio bien. Lo de que me iban a menter el dedo por semenjante sitio fue una falsa alarma. El hígado me sigue aguantando. La rodilla funciona pero de aquella manera. Mi tía Carmen ha fumigado con matamoscas a mis gusanos de seda y se los ha cargao. Pobres gusanos. A ver qué le digo yo ahora a mi hija... No sé qué pensar. O sí dejar de pensar. En realidad vivo de pensar, si paralizo mis pensamientos, o si los limito, tal vez aminore mi ansiedad. Estoy invirtiendo demasiado tiempo en pensar sobre todo esto, y, la verdad, por muchas vueltas que le doy no sé que hacer con tales pensamientos. Ahora que lo pienso: ¿qué pensaran ustedes de todo esto? ¿A qué es del sol?

miércoles, 14 de abril de 2021

300.000 visitas

No debería celebrarlo, por insignificante, pero lo voy a celebrar. Soy de los que opina que deberíamos de celebrar mucho más todo lo que nos apetezca, ya que el simple hecho de levantarnos cada mañana es digno de la mejor y más grande de las celebraciones. También deberíamos de celebrar que cuando abrimos el frigorífico tenemos comida en su interior. Que cuando apretamos el interruptor se enciende la luz. Que cuando abrimos el grifo sale agua potable. Que nuestros hijos tienen un colegio al que asistir. Que siempre hay un médico que nos atiende. Que podemos opinar de lo que nos de la gana. Que podemos rezar o dejar de hacerlo al Dios o al santo que nos salvará o nos mandará al infierno, según se tercie. Yo, a lo que iba, es que este viejo y caduco blog ha alcanzado 300.000 visitas. Once años de trabajo para cosechar las mismas visitas que cualquier "influencer" conseguiría en una mañana evadiendo sus impuestos desde Andorra. Es bueno celebrar hasta los fracasos.

lunes, 12 de abril de 2021

Provoca, que algo queda

A menudo, ante lo absurdo del presente, saco el violín de mi paciencia. A veces quisiera estrellarlo contra la cabeza de algunos, pero entonces, recapacito y pienso que me convertiría en uno de ellos, y, para colmo, me quedaría sin violín. Aspiro. Salgo a la calle a que me de el viento fresco. Incumpliendo la normativa, y sin que nadie me vea, me quito la mascarilla. Me froto la cara con ambas manos, como si me hubiera asustado, y vuelvo a aspirar para llenar plenamente de aire mis pulmones. Me pongo la mascarilla. Entro de nuevo en la sala haciendo gala de mi violin y de mi paciencia. Parace que la tormenta dialectica ha concluido. Tomo asiento. Escucho. Trago saliva. Cada vez siento más vergüenza ajena al escuchar el nivel de ciertas conversaciones. ¿Adónde ha quedado el respeto? ¿Cuándo hemos normalizado el insulto? ¿Cuándo han dejado de tener valor todos los logros sociales conseguidos durante los últimos cuarenta años?

lunes, 5 de abril de 2021

Telerrealidad

Ibuprofeno Chancleto era un tipo risueño. A todo el mundo regalaba sonrisas, como de chimpance, pero con un cierto halo de nostalgía. Sonrisas monalísicas. Sonrisas que evocaban algo de angustia interior: rio por no llorar, parecía decir. Y es que, como suele suceder más de lo que imaginamos, la procesión iba por dentro. Ibuprofeono era hijo de Anastasia Anestesia que murió víctima de una fuerte jaqueca. A su hijo le puso ibuprofeno porque, al parecer, padecía de problemas hepáticos y no le iba nada bien el paracetamol. El padre, que era farmacéutico, se llamaba Mancebo Magistral y se hizo famacéutico porque su padre se negó a que se hiciera domador de leones en el circo Ruso como siempre había soñado. Más que nada porque su padre era un hombre muy correcto, y de derechas, y pensó que su hijo no pintaba nada de domador, y menos aún en un circo ruso. Él sabía que la gente de su pueblo era muy dada a las habladurías y pretendía mantener su imagen sin mácula y rectilínea, por la gracias de Dios. Así que Ibuprofeno siempre vio a su padre con una bata de color blanco nuclear, pero en el fondo sabía que no era feliz por los continuos dolores de su mujer, que no había medicación que los atenuara, y por su frustración a la doma de fieras en el ámbito de la insidiosa influencia rusa, a la que siempre había aspirado, pero que nunca pudo materializar. Y en esa vida impostada, la del padre, no la del joven Ibuprofeno, fue perdiendo el norte. Y el sur. De la noche a la mañana, tras la muerte de su esposa, su rabía y su frustración se trasladaron al mostrador de su botica y comenzó a dar gato por liebre a ver qué tal. Y comenzaron los extraños decesos. Muertes inexplicables que sembraron el pánico entre el respetable. Y tras unos primeros años en los que los investigadores y los médicos forenses no daban con la tecla, llegó un nuevo subinspector de la benemétrica llamado McCain, ya que, aunque su madre era de Astorga, su padre era de Kansas, o de por ahí. Y aquel día, en el que McCain se sintió inspirado tras tomarse un carajíllo de Ron Pujol en un bar de carretera de dudosa reputación, cayó en la cuenta de que el denominador común de todas aquellas muertes repentinas estaba en la farmacia del señor Mancebo, el cuál no expedía condones por que alegaba objeción de conciencia. Desde entonces la vida de Ibuprofeno cayó en desdicha, si es que en algún momento de su vida la dicha hubiera sido tal. Se encerró en su casa, ya sin padre, que estaba en la trena, y sin madre, que estaba criando malvas, y sin farmacia, que fue requisada y precintada por la justicia, y sin futuro, a consumir todo lo consumible y a fumarse todo lo que echara humo. Hasta que decidió apuntarse a aquel Reality que se anunciaba en televisión. Lo escogieron por lo inusual de su nombre y por su sonrisa de chimpance. Y no defraudó. Las audiencias subieron aupadas por el morbo de su historia y el extraño brillo de su sonrisa. El circo ya no huele a tierra húmeda y a caca de elefante, nutre nuestra ignorancia a diario y a golpe de click. El tipo de la extraña sonrisa, le llamaban. Vivió de plató en plató hasta que un día apareció muerto en la habitación de un hotel. Dicen que aún sonreía tras una apacible sobredosis de realidad.

miércoles, 31 de marzo de 2021

Marzo expira

Marzo expira. No quería acabar marzo sin dedicarle una tercera entrada. Un tercer relato enrevesado entre lo psicológico y lo filosófico. Entre lo real y lo irreal si es que acaso estas dos ópciones no fueran la cara y la cruz de una misma moneda. A veces nuestra realidad se sostiene por nuestra irrealidad. Vivimos por lo que soñamos. Subsistimos arrastrando el yugo de la rutina hacía el mágico escenario de lo que nunca nos sucederá. Y entre ese titánico esfuerzo, que es nuestro día a día, marzo expira. Se agotan sus jornadas despidiendo a un invierno de desasosiego para enlazarnos con una primavera de esperanza. O tal vez de la esperanza que anhelamos. Con mi hija Ana María hice un cohete intergaláctico para la compañía "Wasa Space". En Marzo siempre sumo años. Cada vez más para que quede cada vez menos. Lo mucho y lo poco siempre en contraposición. Variables que discurren en paralelo pero en dirección contraria. Leo para sobrevivir asido a otras vidas. De "Simón", de Miqui Otero, a "Llévame a casa" de Jesús Carrasco. De Cataluña a Extremadura de la mano de personajes que sufren, y que luchan, y que aman, y que temen. La vida trascurre, entre amor y temor, mientras marzo expira.

lunes, 29 de marzo de 2021

Mosquitos y alcaravanes

Tumbado sobre el cesped y mirando al cielo pienso que todo está por llegar. Da igual lo vivido o lo sufrido, lo añorado o lo disfrutado, lo creado o lo que aún estoy por crear. Sea cual sea el orden, o el desorden, créanme, todo está por llegar. Divagaba. Lo que ha de llegar llega. Lo que ha de pasar pasa. Lo que sucede, y además con demasiada frecuencia, es que aquello que tanto anhelamos que nos pase tal vez nos esté pasando sin que seamos conscientes de ello. A veces desmerecemos el presente porque nos pertenece. La ficción es una droga que nos endulza el presente. Los sueños nos evaden hasta de la más inhospita de las prisiones. Las nubes se mueven cada vez más rápido y las figuras que voy descubriendo cambian en una especie de metamorfosis gaseosa imprevisible. El cielo es enorme y yo tan poca cosa, y ya tan viejo... Se me ha dormido una pierna y no me quiero levantar. En esas estaba y el sol se fue metiendo mientras una luna llena, misteriosa y ocre, apareció en lo alto. Mis piernas seguían sin responder, o tal vez era yo el que no quería responderle a las piernas. Era verano, entre julio y agosto, y me quedé dormido escuchando el canto lastimero del alcaraván. Lo peor de este cuento es que desperté a medianoche comido por los mosquitos. O por mis dudas...

martes, 9 de marzo de 2021

La miga, y el pan, de mi futura novela

Estoy relativamente tranquilo abordando la recta final que conduce a la publicación de mi primera novela. Creo que tantos años arrastrando de ella, intentando que no se abortara antes de ver la luz, han conseguido apaciguar mis ansias y otorgarme la paciencia necesaria para que el resultado fuera el mejor posible dentro, claro está, de mis enormes limitaciones. Necesitaba escribir esa novela para demostrarme a mí mismo que nada es imposible. Una mierda de novela, como tal vez sea la mía, la puede escribir cualquiera, tan solo hay que ir acumulando palabras y más palabras, a modo de colección, y tirando de aquí, y poniendo de allá, la meta se puede alcanzar aunque sea a empujones. Ahora que lo pienso friamente, esta novela no deja de ser otro de mis collages. A lo largo de los años he ido sumando secuencias e historias inconexas que, una vez retocadas y reordenadas, han generado otra historia nueva inspirada en todas ellas. De ese modo, los personajes de referencia, desubicados y descontextualizados, han resucitado en otras vidas, con identidades nuevas, y convertidos en meros actores asumiendo un papel que un inexperto director les ha asignado. Y es que crear una historia, como la que a mí me dió por crear, tiene su miga...¡y su pan!

viernes, 5 de marzo de 2021

La felicidad del burritranco

El burritranco tenía muchas cosas en su contra pero, pese a todo, era feliz. Y no solo se empeñaba en ser feliz, también sentía la incontenible necesidad de hacer notoria y visible su extrema felicidad. Ante el esperpento de sus vecinos, el burritranco se ejercitaba en irrepetibles cabriolas y acrobacias nudistas por todo el vecindario, incluso en horario infantil, lo que lo llevó en numerosas ocasiones al cuartelillo. Sin embargo, y para no tener que reprimir su felicidad, se marchó a una comuna nudista y allí fue el hombre más feliz del mundo rodeado de un séquito de seguidores que lo idolatraban. Morelaja: No renuncies nunca a la felicidad, en ocasiones, no está en el sitio que la buscas.

viernes, 19 de febrero de 2021

Monsergas

La tierra no es redonda. El calentamiento global es una falacia. Hitler fue un santo y los campos de exterminio eran campamentos de boys scouts. Las vacunas nos meterán un microchip y estaremos controlados por Bill Gates. Son tan solo unos tristes ejemplos de los disparates que circulan a nuestro alrededor. Si me pinchan no me sale sangre. Para nuestra desgracia, cada vez son más las personas que se suman a la contracultura, a generar desinformación, a sembrar desconcierto y miedo entre la población para captar la atención de los más débiles y someterlos a su antojo con mensajes más propios del surrealismo que de nuestro tiempo. La involución nos acosa. La política y los políticos nos generan rechazo. Y ese alejamiento de la política facilita aún más el crecimiento de los que medran con nuestro descontento. Los extremismos no son una solución, nunca lo han sido. La moderación es más necesaria que nunca para generar debates constructivos que aborden los verdaderos problemas que se ciernen sobre nuestra sociedad. A los ciudadanos no nos interesan los conflictos entre partidos ni tampoco que nos roben nuestro valioso tiempo con teorías descerebradas. Tenemos muchos frentes que abordar con urgencia: la transición ecológica urge como medio para doblegar la curva del calentamiento global y contruir un nuevo modelo económico, la digitalización como herramienta para desarrollar cohesión social y territorial, el fomento de la investigación y de la cultura a todos los niveles, la mejora y el fomento de la salud universal y de la educación. Tenemos por delante tantos y tantos retos que abordar que es una pena que nos anden confundiendo y bloqueando con tantas monsergas.

martes, 16 de febrero de 2021

El regalo

Hay regalos desabridos. Regalos insulsos. Regalos tontos. Regalos inútiles. Regalos inmerecidos. Regalos perversos. Regalos envenenados. Regalos interesados. Regalos anticipados y regalos a destiempo, que ya no sirven. Hay regalos que salen del alma y otros que te la roban. Hay regalos que no son nada y regalos que lo son todo. Regalos para empezar y regalos para acabar. La vida es el mayor de los regalos que hemos recibido y que recibiremos nunca. Y, dentro de esa vida, nos regalamos y nos regalan tiempo para regalar. Un amor es un regalo. Un hijo es un regalo. Un beso es un regalo. Una llamada es un regalo. Incluso un adíos puede ser un merecido regalo. A veces nos regalan tanto que por inmenso nos acaba por aturdir, y, en otras, añoramos un regalo de quién nunca nos regalará nada. A mi abuela le regalaron turrón de Alicante que no podía masticar. A un ciego una novela que nunca pudo leer. A un abstemio un vino dulce que acabó avinagrándose. Yo regalo esfuerzos que acaban en nada. Regalo ilusiones que acaban desilusionando. Regalo lecturas a gente que nunca lee. Lo valioso no es llegar a ninguna meta, lo verdaderamente valioso es saber disfrutar por el camino. El camino es nuestro auténtico regalo. Si bien hay gente que se cree con derecho a que se lo regalen todo, yo tengo muy claro que nací para regalar.

jueves, 4 de febrero de 2021

El muelas

Arcadio Peñalves, también conocido como "El muelas" era un tipo normal, suponiendo que esa tipología de personas existiera. Le llamaban "El muelas" porque tenía unas muelas tan grandes que parecían de burro, y en el colegio desde pequeño le llamaban así; como a otro le decían "El gafotas", y a otra "La jirafa", y a su amigo Bartolo "Cabezabuque". Pero eso fue en primaria. Sin embargo, en la secundaria todo cambió. Y cambió un día en el que, jugando al balomnano en el patio del colegio, un compañero le tiró del pantalón hacia abajo y se le vió el colgajo. Y aquello no era humano, era equino, como las muelas. La fama de "El muelas" corrió como la espuma en Fuentedetodos, y todas y todos querían verificar que, aparte de las muelas, Arcadio tenía de burro más de una característica fisiologíca, y que no eran precisamente las muelas, ni tampoco las orejas; aunque muy listo no es que fuera, la verdad. Pronto tuvo fama entre el sector femenino, pero del éxito rapidamente pasó al terror. Le tenían miedo. Ninguna mujer en su sano juicio era capaz de hacer frente a tamaña desproporcionalidad, y el Muelas entró en caída libre. De psicólogo en psicólogo, Arcadio arrastraba su masculinidad como un barco arrastra el ancla, o una campana el badajo. Hasta que llegó a oídas de una ginecóloga llamada Dolores Berlanga, a la que, pese a su nombre, no le dolía nada, pero era mucho lo que necesitaba. Y es que andaba necesitada de lo que a Arcadio "El muelas" andaba sobrado. Los órganos sexuales de Dolores eran tan grandes que, hasta la fecha, y ya tenía cerca de cuarenta años, no había sentido nada con ningún hombre, cosa que, según parece, les pasa a muchas mujeres sin tener esa extraña deformidad. Arcadio Peñalves y la doctora Dolores Berlaga, contraeran matrimonio el próximo día 14 de febrero, día de San Valentín. Los padrinos serán "El gafotas" y "La jirafa" y la boda la oficiará "El cabezabuque" que ante la escasa demanda que generaba entre las mujeres de la comarca, y no tener ninguna cita en Tinder después de llevar tres años a la espera, decidió meterse a cura. Para cada golondrina hay un balcón. ¡Que por nadie pase...!

lunes, 25 de enero de 2021

Palitroque

Me acaban de meter un palitroque por la nariz. Sigo sin Covid, pero con gastroenteritis. Dieta blanda, hidratación, ultralevura, y a aguantar el tirón. Intento trabajar, o teletrabajar, o tirar para adelante como sea. La vida es pura resistencia. Una alocada yincana que nos pone a prueba cada dos por tres. Hoy siento mi cuerpo pesado, como enfundado en plomo, o como un buzo con escafandra pero sin escafandra. Camino lento y pausado como una tortuga en otoño. Mi habla, habitualmente rauda y veloz como una liebre, se traba y se esconde en la negra caverna de mi salud. Y así, a rastras, intento acabar enero. Un enero que vino frio, ventoso y calamitoso. No tengo derecho a reclamar porque no me falta de nada. Pero es que la salud física y mental no es infinita. Febrero se asoma amedrentado en el horizonte turbio de la pandemia. Ya casi un año, parece mentira...

viernes, 22 de enero de 2021

Aullidos

Hubo un tiempo en el que las noches tan solo eran interrumpidas por los aullidos de los lobos. El silencio imperante se rompía en mil pedazos y un temor frío e inquietante nos atenazaba. El lobo siempre ha sido el malo de los cuentos. Yo vivo muy cerca de donde vivía el mítico Rey Lobo. En ocasiones, caminando, me acerco a los restos de su palacio de verano a intentar escuchar los ecos de sus grandes bacanales, de sus orgías, de sus músicas, de sus bailarinas, y de toda la leyenda que le acompaña. Un lobo, seamos reyes o plebeyos, habita dentro de nosotros. De nuestro imaginario y de nuestro comportamiento. Todos, en un momento dado, somos capaces de sacar los dientes y de aullar. Vivimos tiempos de aullidos y de lobos. La ley del más fuerte vuelve, si es que acaso alguna vez dejó de serlo, a ser un valor relevante en la sociedad. Morder más fuerte, aullar más fuerte, inundar de miedo nuestras noches silentes. En peligro de extinción, los cánidos salvajes han dado el relevo en nuestro imaginario popular a personas depredadoras a las que muchos tememos mientras que otros admiran. El que aulla mas fuerte rompe el silencio y lo transforma en inquietud, en incertumbre y en miedo. La gente con miedo es más manejable, por eso aullan. No cesan los aullidos.

lunes, 18 de enero de 2021

El gato persa

Suena un teléfono. —Conservas Abundio, dígame. —Para hacer un pedido. —Espere, le paso con el departamento comercial. Musiquita. Musiquita. Más musiquita. Más musiquita. —Departamento comercial de Conservas Abundio: Me llamo Hortensia ¿en qué le puedo atender? —Necesito cien cajas de paté de cabracho. —A ver… espere… Siento decirle que en este momento esa referencia está agotada. —No me diga. Me causa un trastorno. Contaba con ellas. —Pues no haga cuenta. ¿Necesitaba algo más? —¿Tienen de carne de cangrejo rojo de Alaska? —Sí. —Pues envíeme cien cajas. —No tenemos tantas en stock. Le podría mandar 25 y dentro de un mes el resto. Ahora hace mucho frío en Alaska, sabe usted. —Entonces no me interesa. ¿Tendría de arenques dorados del Báltico? —No, no trabajamos con el Báltico. —¿Y con Alaska, sí? —Estrategias de empresa, es todo lo que puedo decirle. —Pues quiero hacer una reclamación. —El departamento de atención al cliente solo atiende hasta las dos, y son las dos y diez. Tendría usted que rellenar el formulario de reclamación que aparece en nuestra web. —Odio los formularios y las páginas webs. —Pues ya somos dos. —¿En serio? —Claro, encontré a mi ex-marido en un página web y quise devolverlo a los tres meses y me dijeron que no se aceptaban devoluciones. —¿Y sigue con él? —No, lo eché de la casa. Me robaba el dinero y se lo gastaba en apuestas de caballos. —¿Y ahora tiene pareja? —No, sólo tengo un gato persa. —¿Y qué come un gato persa? —Pues lo que más le gusta es el paté de cabracho, fíjese… —Pero se gastará usted una fortuna. —¡Que va! La fortuna me la robaba mi ex-marido; el gato me sale más barato, dónde va a parar… —Y usted: ¿Para qué quiere tanto paté de cabracho? —Es para mí marido que es un sibarita y me tiene aburrida con sus caprichitos: que si el vinito de no sé qué, que sí el jamoncito de no se cuántos, que si el queso que huele pies. Y él cada vez más gordo… —¿Y no ha pensado en cambiarlo por un gato persa? —Pues ahora que lo dice… —¡Hágalo y libérese! —Me lo pensaré… —Nuestro correo electrónico es amigasdelgatopersa@gmail.com. —¿Puede enviarme una foto del gato en cuestión? —Sí, no hay problema, se la acabo de enviar a su wasap. —¡Oígaaa!!! —¿Qué? —Esooo no es un gato… —Claro que no, señora, es un tío y de los de verdad. Le decimos el gato, es iraní, y cobra por horas. —Umm, pues me lo pensaré. No le digo que no. —No se arrepentirá, se lo aseguro. —Está de guapo que se rompe. —Y no vea como araña. —Miau. —Miau. Requetemíau…

lunes, 4 de enero de 2021

Perseverar

Sumo otro año más a la insignificante existencia de este blog. Avanzo entre la nebulosa de la intrascendencia y el afán de un iluso que sigue soñando. Y sueño para seguir viviendo. Invento realidades refugio. Creo retos como relleno y cimiento del sustrato de mis días. Dibujo, con letras afiladas, las defensas de mis argumentos. Porque toda vida -y este blog forma parte inequívoca de esa vida- requiere de unos buenos argumentos; unos argumentos que se van modificando y fortaleciendo con el paso y el peso del tiempo. Este blog persevera desde hace más de una década como el bastón de un abuelo; como el abuelo, aún sin nietos, en el que me estoy convirtiendo mientras les escribo, mientras resisto, mientras sueño. Cada mañaña, al mirarme al espejo, veo a un viejo cascarrabias que se me parece. Un viejo cascarrabias que sueña para seguir existiendo. Sumo otro año más para perseverar en mi anodina y errante existencia. Mal que me pese.