martes, 28 de febrero de 2023

Palabrería

Charlatanes siempre han existido, pero ahora más. No voy a enumerar, ni a catalogar, el sinfín de charlatanes que han proliferado en las últimas décadas -eso lo dejo para los sociólogos- con el viento a favor de las redes sociales, en todas sus modalidades. Hablando se entiende la gente, o se la confunde. De hecho, la palabra está perdiendo su ancestral hegemonía frente a la imagen. La mímica como forma de no decir nada y de decirlo todo. La conjunción de la abstracción que surge de la imagen en movimento sin un discurso que la apoye y en tiempo record. La vida sin tiempo a un paso del tiempo sin vida. Todo hacia afuera y nada hacia adentro. La performance adquiere relevancia y en ella cabe casi todo. La impostura al poder. Filtro sobre filtro. No sé si me estoy perdiendo queriendo comunicar algo que me queda grande y yo mismo no sea más que otro irrelevante charlatán. Tal vez lo mío también sea pura palabrería.

martes, 21 de febrero de 2023

La cagada ilustre

Si Delibes decía de Umbral que escribía con la misma facilidad con la que meaba, en ese contexto, ustedes disculpen, tengo claro que lo mío es la cagada. Soy algo así como un escritor de retrete, lo mismo que en el servicio militar fui escribiente de servicio. Los que escribimos desde las vísceras padecemos con frecuencia del colon, y escribimos con la misma cadencia que con la que gastamos papel higiénico. Las tripas han adquirido tanto, o más, protagonismo en mi vida como en mi literatura, suponiendo que lo que yo haga sea literatura, o le traiga un aire. De hecho, muchos acontecimientos sociales y políticos me remueven las tripas, y, como consecuencia, cago un relato. Dicho de otro modo, mis relatos son el detritus resultante de la digestión de la actualidad. Lo único verdaderamente imprescindible para mis deposiciones, ya sean físicas o literarias, es la necesidad de tener siempre a mano un buen trozo de papel. Lo demás, como se podrán imaginar, fluye espontáneamente.

jueves, 16 de febrero de 2023

Erre que erre

¿Qué sería de mí sin mi mirada de niño? Al niño que fui siempre lo recuerdo observando. Mi mirada lo escudriñaba todo a su alrededor. Cada situación. Cada objeto. Cada noticia que escuchaba por televisión, una televisión que primero fue en blanco y negro, y luego nos pusieron en technicolor. Cada palabra que llamaba mi atención. Cada nueva presencia. Mis ojos redondos, como de búho inquieto, no cesaban, ni por un instante, de asimilar y de clasificar todos los hallazgos, por nimios que estos pudieran parecer, para, posteriormente, degustar en silencio todo lo aprendido. Más tarde, de manera incomprensible, intentaba plasmar en mi vieja carpeta de anillas, mediante pequeños textos plagados de faltas de ortografía, y de dibujos, mi particular interpretación de todo lo vivido. ¿Acaso, cincuenta años después, no sigo haciendo lo mismo?