-Oiga señora, ¿me vende usted a su hijo?
-Caballero, mi hijo no está en venta.
-Pero yo tengo mucho dinero, señora. No me subestime.
-No es cuestión de dinero, ni de estima, es que no me da la gana de venderle a mí hijo, que para eso es mío.
-Señora... a ver si nos entendemos, que tengo dólares para aburrirla a usted y a su hijo, no me venga ahora conque está en contra de la sagrada ley del libre mercado.
-No pienso discutir con usted de leyes ni de sus dólares ni del libre mercado, pero le repito que mi hijo no está en venta.
-Mire usted señora que cuando me cabreo y se me despeina el flequillo se me va el traque, que no vea usted lo que me gasto en peluqueros.
-Lo siento por usted, hágaselo mirar.
-Sabe que le digo, señora: usted es muy desagradable.
-Pues que se le va a hacer...
Con lo poco que le costaba a la señora pedirle precio. Qué rara es la gente.
ResponderEliminarCuando tenés tanta plata que no sabés en qué gastarla, empienzan las ideas ridículas.
ResponderEliminarY los ataques de ira.
Saludos,
J.