miércoles, 17 de diciembre de 2025

Malditos charcos

—¡Habráse visto, señora! ¿Podría haber llevado más cuidado? ¡Me ha calado hasta los huesos! —Mil disculpas, le aseguro que no era mi intención. El ayuntamiento tiene muy descuidadas las aceras, y cada vez hay más baldosas que, al pisarlas, salpican el agua que tienen debajo. —Sí, sí, yo lo entiendo, pero fíjese cómo me ha puesto. ¿Ahora qué hago yo, que iba tan peripuesta a la comida de empresa...? —¿Y en qué trabaja usted, si se puede saber? —En Conejos Bernardo, en administración comercial. —¿O sea que usted mata conejos? —No, nada que ver. Yo soy vegana y animalista, pero de algo hay que comer, y tengo tres hijos y un marido en el paro desde que tengo memoria… ¿sabe usted? —Pues menudo panorama tiene usted en casa, mujer. —Ya lo creo, y encima mire cómo me ha puesto, con lo guapa que iba yo... —Si quiere, como yo vivo aquí cerca, y más o menos llevamos la misma talla, le puedo dejar algo de ropa y llevo la suya a la tintorería. —¿En serio haría eso por mí? —Claro que sí, me ha pillado usted en plena efervescencia del espíritu navideño... —¿Y tiene usted algún trapito de Vuitton? —Cuente con ello... —¿Y unos tacones de Celine? —Sí, y además con un bolso a juego, recién comprados. —Si no es mucha indiscreción, ¿a qué se dedica usted? —Trabajo para la empresa municipal de mantenimiento de las aceras... —¡Coño! ¡Ya decía yo...!

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