Ana María está a mi lado. Observo con embeleso sus ojos redondos de color indefinido, a veces verdes, algunas azulados, otras parduzcos, depende de la luz. Ella disfruta con su Peppa Pig y yo disfruto de ella y les escribo. En su casa, mi hija mayor estudia, desesperada, ante la inminencia de su selectividad.
El mundo, mi mundo, vuestro mundo. Tantos mundos como personas, como familias. Tantas realidades distintas. Tantos universos paralelos. Familias que lo tienen todo y familias que sólo se tienen a ellos mismos.
Las playas del Mediterráneo, o del Egeo, o las eternas fronteras norte-sur de toda la vida, de las que ahora hablamos mucho menos pero que siguen ahí, siempre han sido una especie de ruleta rusa. Ganar o perder. Vivir o morir. Aspirar a una vida digna ya no es una opción, y dejarse morir bajo las bombas, o de inanición, es la sugestiva elección que les brindamos a los desheredados de nuestro utópico sistema.
Y ante esta horrible realidad, Europa ha subcontratado la solidaridad turca. El neoliberalismo tiene una gran tendencia a la subcontratación: subcontratar hospitales, escuelas, aeropuertos, autopistas, puertos, y lo último de lo último: subcontratar solidaridad a golpe de talonario. El taconazo a los problemas mediante soluciones de rico. Hipotecadamente ricos, permítanme la expresión.
La Europa como paradigma de la socialdemocracia, los derechos humanos, y la solidaridad es el cadáver de un niño sirio llamado Aylan Kurdi varado en una playa griega. La crisis económica ha lijado nuestra fina capa de barniz ideológico y ha hecho aflorar todas nuestras imperfecciones. Imperfecciones que vivían ocultas bajo capas de maquillaje en forma de euros y que la crisis, como un abrasivo peeling, se ha llevado por delante. Cuando no hay dinero, para nuestra desgracia, afloran las ideologías más extremistas.
En España, dando ejemplo, miles de ayuntamientos se han ofrecido para acoger a los refugiados y estos no llegan para que no nos pase lo de Austria, o lo que le está pasando a Merkel en Alemania.
Ahora, al parecer, el mejor asilado es el que no llega. Los pobres han de estar bien lejos y, ha ser posible, mudos e invisibles. ¿Esta es la Europa que tanto hemos luchado por construir?
¿Adónde está la Europa con la que yo soñaba para mis hijas?
Tienes más razón que un santo, casi todo se ha perdido...pero no hay que conformarse y hay que seguir luchando.....un abrazo desde CT...
ResponderEliminarDefiende tu trinchera, amigo Villales. El patio está removido. Vienen tiempos convulsos, económica e ideológicamente. Saludos.
EliminarVillales,¿lees mi blog?
EliminarSi, en alguna ocasión.....
EliminarBuena pregunta! dónde está el mundo soñado, en los sueños que se siguen soñando, creo. La realidad es cruel, las guerras degradan, pero seguimos haciendo que son benéficas en algún aspecto. Pobres humanos!
ResponderEliminarSaludos en Domingo.
Las guerras son un grandísimo negocio y la solidaridad una quimera. Mientras las armas suben en la bolsa, las acciones de la utopía ya nadie las compra. Soñar llegará a estar prohibido. Saludos.
EliminarHorribles situaciones estamos viendo....y otros viviendo!
ResponderEliminarsaludos jfb
Las hemos visto y las veremos, las hemos vivido y las viviremos in sécula seculórum. Saludos, Liliana.
EliminarTenemos una dirigentes nefastos.
ResponderEliminarLos que ponemos nosotros ahí, para que engorden a nuestra costa. Saludos,Dyhego.
Eliminarcon tanto desorden no nos queda mas que hacer que nuestro pedacito de vida sea mejor y hacer felices a los que nos rodean. Animo todavia hay esperanza .
ResponderEliminarSí, eso es de lo poco que podemos hacer, Maricruz. El movimiento ecologista tiene una máxima que también se puede aplicar aquí: Piensa globalmente y actua localmente. Saludos.
EliminarCon lo mal que vamos, es una pregunta difícil de responder.
ResponderEliminarY no parece que haya soluciones...
Un abrazo.
Pues habrá que inventarlas, Amalia. Saludos.
EliminarHay que inventarlas, manos a la obra.
ResponderEliminarAl menos, no les demos la espalda y no dejemos de alzar nuestra voz, Anuar, es lo menos que deberíamos hacer. Un abrazo.
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