Las cosas no se hacen solas. Alguien las sueña, las crea, las inventa, las experimenta, las perfecciona, las ejecuta, y muchos otros son los que recogen los frutos o se cuelgan las medallas. Esa es la parte en la que el trabajo, en sí mismo, es una entrega generosa y solidaria hacia los demás. El trabajo, aunque en ocasiones no seamos conscientes de ello, consiste en eso, en buscar y aportar soluciones para que los demás las disfruten sin apenas reparar en toda la grandeza que hay detrás.
Cuando hoy día subimos a un avión, ya nadie se acuerda de los miles de pilotos que dieron su vida, en los orígenes de la aviación, para que hoy volar sea el sistema de transporte más seguro que podamos utilizar.
Hay personas que necesitan encarecidamente que se les reconozca todo lo que hacen. Esperan una reacción causa-efecto que, de no producirse, provoca en ellos frustración y ansiedad. Viven el trabajo como una mera competición en la que irremediablemente tienen que colgarse una medalla, obtener un incentivo, o, peor aún, pegar un pelotazo que lo eleve a la órbita de los nuevos ricos.
La abnegación, la humildad, el placer de servir a los demás, el sentido del deber, han dejado de formar parte de los cimientos del trabajo. Y así, de ese modo, despojado de su trascendencia, el trabajo se ha convertido, para muchas personas, en algo superficial y obligatorio, en una especie de cadena perpetua de la que no pueden librarse.
El trabajo jaula mata lentamente a su huésped.
Por el contrario, están aquellos que trabajan silenciosamente, sin alharacas, buscando soluciones para todo sin que nadie les obligue a ello. Lo hacen porque valoran a los demás, y ese valorar a los demás, el respetarlos, les aporta valor así mismos y, con ello, le dan valor y sentido a todo lo que hacen. No aspiran tanto al reconocimiento externo, que les suele llegar por sí sólo, como a sentirse satisfechos y disfrutar con lo que hacen. No tanto por cuánto ganan sino por cómo lo ganan.
En las últimas décadas, en nuestro país, hemos pervertido el sentido del trabajo. Hemos trasladado a la juventud, y a ello han contribuido en gran medida los medios de comunicación y los grandes grupos de poder, un sentido negativo del trabajo y por ende del esfuerzo. Estamos hartos de ver programas en televisión que ofrecen a nuestros jóvenes modelos de gente absurda, sin cultura, vestida de moderna, que a la postre terminan por normalizar e interiorizar por pura asimilación. Lo que vemos todos los días se termina convirtiendo en algo cotidiano.
Si a eso sumamos el terrible hecho de que el trabajo es cada vez más precario, o en algunas zonas inexistente, y que estudiar una carrera ya no es condición sine qua non para conseguir un buen trabajo: ¿qué futuro estamos construyendo para nuestros hijos?
Y mientras tanto, nuestros adorados y ejemplares políticos, en lugar de aportarnos soluciones, se llevan nuestro dinero a manos llenas.
No estamos sólo ante una indescifrable crisis económica, estamos ante una profunda crisis de valores y ante la agonía de un sistema económico y social que, desde hace algún tiempo, se anda desmoronando ante nuestras ciegas miradas.
Estamos intoxicados por los medios de comunicación, ya no existe los valores que nuestros padres nos transmitiero , y al igual que la corriente de los ríos se lleva todo lo que cae, la corriente del la propia sociedad está arrastrando y dejando perder todos esos valores. Ya te hacen dudar de lo que es bueno o es malo, lo que se puede comer, o lo que no se puede comer, lo que estaba bien Ahora no lo está, crean inseguridad donde no debería de haberla.
ResponderEliminarPara mi, el trabajo es una vía de escape aunque a veces resulte agotador pero es mi panacea, mi ambrosia, mi oxigeno. Me siento muy orgullosa de lo que soy. Tienes razón en todas tus apreciaciones amigo para algunos es la cárcel para otros abrir la puerta de una jaula.
ResponderEliminarSin duda, se han perdido los valores.
ResponderEliminarTodo es una pena.
Un futuro complicado.
Un abrazo.
Estoy completamente de acuerdo en lo que dices. He de añadir que me siento orgulloso de servir a los demas en cada jornada y eso, es una de las cosas más maravillosas que consisten en mi vivir día a día...
ResponderEliminarLa mejor recompensa por nuestra aportación en el plano laboral, es el amar lo que haces. Sentirte lleno, disfrutarlo. Bravo, este texto nos comparte tanta verdad. Los valores nunca deberían pasar de moda. Abrazos!
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ResponderEliminarSesudo análisis, Jfb.
ResponderEliminarLos políticos son los seres más despreciables de la sociedad.
ResponderEliminarEl mundo ha evolucionado extrañamente... a peor. Personalmente cada año que pasa tengo mas presente la sensación de que vamos a la deriva como sociedad.
Una pena.
Un abrazo:)
Sos genial
ResponderEliminary recién acabo de descubrirte
Tu texto
me encantó ya que a veces dejamos de pensar
Para Poder Vivir
Tienes toda la razón y es en todo el mundo....ya ves que candidato está a punto de convertirse en Presidente, algo que no puede uno ni creérselo si no es porque lo está viviendo muy de cerca!!!
ResponderEliminarUn abrazo =)))
Que razón tienes, es la crisis de los valores. Me ha gustado leerte
ResponderEliminarUn saludo
Es penoso el declive humano...
ResponderEliminarBesos