Nos hemos dado treinta minutos para vernos de nuevo abajo. El hotel no es gran cosa pero tiene su aquel la decoración cinematográfica de la que hace gala. A mí me ha tocado una habitación ambientada en la película Casablanca, así que, por unos horas, me convertiré en una especie de aspirante a Humphrey Bogart a la valenciana, porque me ha faltado decirles que estoy en Valencia. Para ello, tal vez me vería obligado a romper el cristal que protege a una gabardina que luce a un lado de la cama, en un marco con fondo negro. La gabardina, de color caqui, valdría también para ambientar las habitaciones de Memorias de África, o la Momia, o alguna de esas por el estilo en las que el subconsciente nos aceptaría bien los colores ocres.
Hace algunos años que no visito Casablanca, y muchos más que no veo la película, pero de lo que estoy seguro es de que estoy en Valencia; y a Valencia viajo con más asiduidad que a la ciudad marroquí. Valencia se baña en el Mediterráneo y Casablanca moja sus pies en el Atlántico. Valencia le reza a Cristo y Casablanca le reza a Alá. La paella es a Valencia, lo que el couscus es a Casablanca. En la Corniche de Casablanca —así de bonito le dicen al paseo marítimo— hay un famoso restaurante que regenta un valenciano.
El mundo, pese a lo que cree mucha gente, es enormemente pequeño. De hecho, estoy por decirles que obviando a los dioses y a las banderas nos ahorraríamos muchos disgustos y lo pasaríamos de puta madre.
Este murciano, medio mexicano que les escribe, está de anfitrión en Valencia de unos franceses muy majos, pernoctará esta noche en la habitación Casablanca soñando con su próximo viaje a Georgia y a Polonia.
No sé si algún huésped habrá intentado llevarse la gabardina o no, pero yo no siento aún ese arrebatador impulso cleptómano que siente mucha gente en las habitaciones de los hoteles y que les lleva a expoliarlo todo. Casablanca me ha traído muy buenos recuerdos. De hecho, en mi memoria es lo único que guardo. Los malos recuerdos los arrojo a la trituradora del olvido.
Suena el teléfono. Debe haber pasado la media hora. Siento como si me dijeran: tócala otra vez, Pepe. Tócala otra vez.
Y bajando las escaleras, porque mi cuarto está situado en la primera planta, me doy cuenta de que, a cada rato, media hora arriba o media hora abajo, todo vuelve a empezar.
Tócala otra vez, Pepe. Tócala otra vez…—me parece escuchar de nuevo.
De fondo, acaricia mis oídos la música que emana del piano de la vida.
Bueno, bueno, es fascinante leerte....!
ResponderEliminarMedio mexicano? pues entonces somos medio paisanos! :D
Saludos =)))
Perfectamente explicada tu estancia en la película de Casablanca.
ResponderEliminarQué suerte tienen algunos.
Me gustaría a mi también ser mexicana como Liliana para compartir contigo mis vivencias.
Un abrazo.
Lo que nas me gusta es esa diversidad de culturas y como no, pensar que el mundo es un pañuelo, sin duda cada cierto tiempo nos damos cuenta que es asi
ResponderEliminarBesitos :)
Espero que te ayan tratado bien.....
ResponderEliminarJajaja vaya imaginación; y seguro que por Valencia te va mejor, que si fueras a Casablanca.
ResponderEliminarSalud.
Feliz estancia en Valencia. Y en Georgia y donde vayas de Polonia.
ResponderEliminarUn saludo.
Lo más divertido de todo es que la frase a la que se hace referencia en el título no corresponde a la película de la que se cree que pertenece, sino a una parodia de los hermanos Marx, pero aún así la confusión siempre pasa...
ResponderEliminarSaludos,
J.
Aparentemente puede ser curioso que en una ciudad española, a través de un hotel se haga la memoria de una película, que ha dado que hablar siempre, Casablanca, y que se ha hecho memorable en el espacio y el tiempo, Pero la razón, es que se hay vecindades que pueden haber llevado en Valencia a recordar la película, a través de un hotel. El Mediterráneo occidental ha sido paso sostenido a Europa, a través de España, o quizás sea el hecho de que Casablanca, tanto para viejos como jóvenes, es un refrente de buen cine, memorable por el guión y dirección de Curtiz, y la actuación de Bogart y Barmang, que hacen recalar en ellos, que desvelan la condición humana, la atención del público, y no en la historia de fondo con el héroe de los aliados y otros personajes de la resistencia, que naufraga.
ResponderEliminarTu crónica un delicioso bocado de este hotel, que evoca con prendas y otros recuerdos, a la inmortal Casablanca.
UN abrazo, y mi aprecio. Carlos
Precioso me ha encantado leerte. Un beso.
ResponderEliminar¡Qué linda película!
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