Tras tantos y tantos viajes uno pierde el norte. Bueno, el norte y el resto de puntos cardinales. Sobre las nubes todo se ve muy pequeño, de ahí que una persona que viaja como modo de vida tienda a relativizar todo cuanto le acontece.
Son tantos viajes —como les decía—, que siento que las distancias y los idiomas han dejado de ser una barrera. No importa el medio de transporte, ni las temperaturas, ni lo que den de comer.
Lo importante —si es que hay algo realmente importante—, es el viaje en si mismo. El viaje es al viajero lo que la droga al drogadicto. Disculpen la comparativa, sin darme cuenta les hablaba de dos viajes bien distintos. No se droguen, o háganlo con moderación. Hay quién se droga legalmente metiéndose entre pecho y espalda dos Big Mac y litro y medio de Coca-cola, y pese a ser una atentado contra la integridad física de las personas no se considera delito.
Viajar —como les decía— no es otra cosa que vivir un sueño despierto. En todo viaje nos convertimos en los protagonistas de nuestra propia película en la que, con un mínimo guión preestablecido, nos lanzamos de lleno a la improvisación. Personas, personajes, ciudades, lugares, monumentos, accidentes geográficos, parques naturales, museos, restaurantes, quedan convertidos en decorados de nuestra propia fantasía. No hay dos ojos que vean lo mismo, como no hay dos mentes que entiendan lo mismo de una conversación, o de la lectura de un libro.
La vida vivida como un viaje está plagada de fantasía. El viaje de la vida, por tanto, se hace más liviano y atractivo cuando somos capaces de disfrutarlo cargando en la maleta altas dosis de fantasía y sacando de ella a los perniciosos prejuicios.
¿Y qué es la fantasía? ¿Adónde se encuentra? ¿Cómo se consigue?
Preguntas y más preguntas que nos hacemos desde el principio de los tiempos.
La vida, nuestra vida, es tan sólo un insignificante viaje en el tiempo. Como dijo León el Africano, del incomparable Amin Maalouf: “Soy hijo del camino, caravana es mi patria, y mi vida la más inesperada travesía…”
No se si les sirva de algo, pero ahí les dejo eso… ya sale mi vuelo.
Remedando a Sara Montiel: viajar es un placer sensual...
ResponderEliminarY a veces sexual. Un amigo pone banderitas en el mapa, indicando donde ha repartido su DNA
EliminarImagino lo mucho que te habrá tocado conocer y conocerte a través de tus constantes viajes.
ResponderEliminarUn abrazo volando hacia ti.
Me temo que viajar por trabajo no es tan apasionante. Un beso
ResponderEliminarQue tengas un buen viaje. El que vas a emprender y el de la vida.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo ahora mismo viajando por Galicia. Besos y buen viaje.
ResponderEliminarHoy en día resulta tan fácil viajar que tan solo hay que tener planificación, la maleta preparada y un bolsillo lleno para todo, pues por mucho que uno se prepare siempre hay imprevistos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ay José! que es otro texto genial, con el humor en medio de citas y verdades. No puedo parar de reírme con el párrafo "El viaje es al viajero lo que la droga al drogadicto. Disculpen la comparativa, sin darme cuenta les hablaba de dos viajes bien distintos{...}
ResponderEliminarPodría pasarme horas hablando de los viajes, de los sentimientos que me provocan, de los feliz que me hacen, de que para mí viajar es, casi, lo más importante en mi vida, de que me siento ciudadana del mundo y mucho más. Eso sí, no tengo la mínima idea de qué sucede cuando el viaje es por trabajo...De todos modos eso te convierte también en viajero frecuente y conocedor de tantas culturas...
Abrazo, el más austral
Me gusta como lo describes...me encanta viajar!
ResponderEliminarBuen viaje!
=)))
La fantasía es algo que no todos poseen . Yo creo encontrarla.. al menos de vez en cuando
ResponderEliminarBesitos
Acabo de conocer tu blog y me encanta. Qué manera de redactar!!
ResponderEliminarLo importante de vivir ...
ResponderEliminarUn abrazo