Cuando conduzco, cuando vuelo, o cuando camino contemplando el acompasado vuelo de los abejarucos, mi cabeza discurre por otros derroteros. Sin previo aviso, y sin ninguna razón aparente, mi memoria centrifuga un torbellino de secuencias y las expulsa de la forma más insospechada. De pronto, me veo inmerso rumiando una escena de hace veinte, treinta o cuarenta años y soy capaz de revivirla, interpretarla, y analizarla desde el renovado prisma que me da la madurez. Intento, como todo ser humano, justificar mis errores como una forma de sobrevivir a ellos y no dejarme la piel por el camino.
Repetimos nuestras propias mentiras con la ilusión de que, por reiteración, estas acaben convertidas en medias verdades, o en verdades como templos de cartón piedra, pero que nunca dejarán de ser las mentiras que fueron por mucho que intentemos manipular los archivos de nuestra memoria.
Para nuestro consuelo, ahora existe una lavandería llamada Facebook, o su versión más juvenil y renovada llamada Instagram. Ahí podemos lavarnos la cara y exhibirnos de manera impoluta, mientras escondemos nuestra aplastante rutina a base de filtros de todo tipo y condición.
Ante tal aluvión de gente exitosa y exclusiva, tanta gente feliz, atlética, recauchutada, cuajada de dinero, coches de lujo, y viajes de ensueño, uno nunca tiene suficiente respuesta ante tamaña competición.
Sin ir más lejos, ayer murieron dos ingleses haciéndose una fotografía en Alicante. Cayeron por un desnivel de doce metros, rompiéndose la crisma, buscando ese minuto de gloria que poder exhibir y que acabó en una triste esquela de un diario de provincias.
Al fin y al cabo, esquela o post, qué más da, lo importante es figurar, que se hable de uno aunque sea mal, se decía antes.
El incontrolable torbellino que me ha empujado a escribir todo esto, no es más que otra forma cualquiera de exhibicionismo. Exhibo mi incredulidad y mi escepticismo, sin ambages, hacia todo lo que me rodea. Si existe el término euroescéptico, yo soy un humanoescéptico, esto es: toda persona que duda sobre los derroteros que está tomando la especie humana.
Sigo caminando con la única ilusión de que se abalance sobre mí otro torbellino; espero que menos cargado de nihilismo y desasosiego del que, en esta ocasión, me ha caído encima, para con ello no perder a los cuatro lectores que aún se asoman por este trasnochado blog.
¡Ojiplático me hallo! Les pido, si acaso tengo derecho, un poco de comprensión.
¡Ojiplático me hallo! Les pido, si acaso tengo derecho, un poco de comprensión.
La verdad es que el género humano está cada vez más gilipollas. Me quedo con la versión contraria de la frase: "Lo importante es que hablen de uno, aunque sea BIEN".
ResponderEliminarUna vez escuché que los españoles somos los mejores mintiendo en las redes sociales. Decían que las vacaciones que enseñaban en las redes no eran tan fantásticas y sólo eran pura pose .
ResponderEliminarUna pena vamos
Besitos !!
Que tengas un buen día.
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