lunes, 7 de octubre de 2024

A mi hija Ana María

A mi hija Ana María, para su fiesta muy especial. A Ana María le costó llegar, posiblemente vino de un lugar lejano y desconocido, en el que los niños saltan y brincan sin parar, y sonríen y parlotean, y alegran la vida a los que los reciben al otro lado del universo conocido, al que llegan porque en algún momento tiene que llegar. Ana era un pequeño punto luminoso en la pantalla de un ordenador. Luego fue un latido, que más que un latido parecía un motor de fueraborda, y más tarde, al nacer, nos miró con unos ojos enojados y desafiantes con los que parecía decir "os vais a enterar"; creo que por haberla sacado de esa cálida pecera en la que estuvo nadando tan ricamente durante nueve meses. Y ese punto luminoso vino para alumbrarnos, y así lleva nueve años, nueve años en los que su gran y único empeño es darle sentido a nuestras vidas y color a nuestras ilusiones. Ana, como todos nuestros hijos, vino para aferrarnos a la realidad a modo de toma de tierra y para aportar un chorro de aire fresco a nuestro recorrido vital. Creemos, y en cierto modo es así, que nosotros somos los que damos vida a nuestros hijos, cuando en realidad es al revés, son ellos los que nos dan vida a nosotros. A Gloria, a Yolanda, y a mí, Ana nos llena de alegría y de cariño, nos mima, nos cuida, nos exige, y nos revienta con sus acrobacias infinitas y sus sonrisas incansables. Los hijos nos enseñan a vivir y nos obligan a seguir en nuestras luchas, y Ana es eso y mucho más, ella, sin saberlo, tira de nosotros para que a su vez nosotros podamos seguir tirando de ella. Ana es todo lo que nosotros habíamos soñado.

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