En construcción
Escribir todo esto era la única salida que me quedaba.
miércoles, 17 de diciembre de 2025
Malditos charcos
—¡Habráse visto, señora! ¿Podría haber llevado más cuidado? ¡Me ha calado hasta los huesos!
—Mil disculpas, le aseguro que no era mi intención. El ayuntamiento tiene muy descuidadas las aceras, y cada vez hay más baldosas que, al pisarlas, salpican el agua que tienen debajo.
—Sí, sí, yo lo entiendo, pero fíjese cómo me ha puesto. ¿Ahora qué hago yo, que iba tan peripuesta a la comida de empresa...?
—¿Y en qué trabaja usted, si se puede saber?
—En Conejos Bernardo, en administración comercial.
—¿O sea que usted mata conejos?
—No, nada que ver. Yo soy vegana y animalista, pero de algo hay que comer, y tengo tres hijos y un marido en el paro desde que tengo memoria… ¿sabe usted?
—Pues menudo panorama tiene usted en casa, mujer.
—Ya lo creo, y encima mire cómo me ha puesto, con lo guapa que iba yo...
—Si quiere, como yo vivo aquí cerca, y más o menos llevamos la misma talla, le puedo dejar algo de ropa y llevo la suya a la tintorería.
—¿En serio haría eso por mí?
—Claro que sí, me ha pillado usted en plena efervescencia del espíritu navideño...
—¿Y tiene usted algún trapito de Vuitton?
—Cuente con ello...
—¿Y unos tacones de Celine?
—Sí, y además con un bolso a juego, recién comprados.
—Si no es mucha indiscreción, ¿a qué se dedica usted?
—Trabajo para la empresa municipal de mantenimiento de las aceras...
—¡Coño! ¡Ya decía yo...!
lunes, 15 de diciembre de 2025
El nuevo palo de la baraja
En la baraja española contamos con el rey de bastos, el rey de oros, el rey de copas y el rey de espadas. A partir de ahora, y con el fin de actualizar la situación monárquica por la que atraviesa el país, propongo que la baraja incorpore un nuevo palo: el palo del rey dislocado, que se caracterizará por exhibirnos impúdicamente el dedo “palabrota”. Entiendo que, con esta propuesta, actualizaríamos la relación que esta rimbombante institución mantiene con la sociedad.
jueves, 4 de diciembre de 2025
Dudas
Duda el erudito. Duda tu cuñado y duda tu hermanito. Duda San José y duda San Benito. Duda. Duda y disimula. Duda el burro y duda la mula. Duda el cazurro y tu primo Curro. Duda y aparenta. Duda y bebe absenta. Duda. Aquí duda hasta el gato. Duda el valiente y duda el timorato. Duda con finura. Duda tu tía Pura. Duda. Duda, pero sigue. Duda de tu ligue. Duda. Duda peleando y duda avanzando. Duda. Duda de todo con mesura. No hay escenario sin duda. De hecho, dudé mucho al escribir esto. Pero, pese a la duda, lo hice. Sin duda, no debí hacerlo. ¿O sí? La verdad es que no lo sé. Tengo que confesar que lo hice, como muchas otras cosas, para no quedarme con la duda.
lunes, 1 de diciembre de 2025
Sueños navideños
Soñé que mi novela copaba las listas del libro del año. Fue un sueño extraño y sudoroso, como si hubiese corrido la maratón de Nueva York. Papá Noel era mi padrino y me aseguraba que cada familia española y latinoamericana recibiría gratis su ejemplar. Yo le decía que eso no era posible, que la tirada de Malditos Tábanos era tan corta que no daría ni para llegar a todas las familias de la isla de Tabarca.
Él me dijo que eso era cosa suya y que no me preocupara. Y dicho y hecho: sus elfos tomaban al asalto la imprenta en la que toman forma los libros de la Editorial Tirano Banderas, y las máquinas expedían libros a troche y moche sin necesidad de papel ni tinta.
Más tarde le comenté que sentía pánico a los críticos, a las reseñas y a ver mis vergüenzas al aire. Me aseguró que estaba convencido de que el libro iba a triunfar y que por eso se había metido en mi sueño para cambiar mi destino como literato. Yo le dije que no me sentía preparado para el éxito, que me faltaban tablas y erudición. Le confesé que no sé nada de literatura, que tan solo escribo de oído, que no tengo estudios y que lo mío, en realidad, es la venta de champú y cremas para la cara.
—No te preocupes por eso —me dijo—. El año pasado me metí en los sueños de Juan del Val y mira cómo le ha ido. Así que, Pepe, tú tranquilo, sigue escribiendo, que yo me encargo.
jueves, 20 de noviembre de 2025
Llega la Navidad con sabor a mazapán
Con sabor a mazapán, o a turrón de Xixona, con un préstamo personal, o con la agenda llena de comidas, cenas y amigos invisibles. A mi hija Ana María le ilusiona la Navidad y, sin embargo, yo soy el Grinch, aunque por suerte aún no estoy verde del todo. Lo reconozco: tengo que cambiar, someterme a la alegría impostada y comercial, tirarme al despilfarro, regalar a destajo y recibir regalos que siempre son los mismos: calzoncillos, calcetines y libros.
Acaba otro año. Las luces ya están puestas en las calles de los ricos, mientras que en las de los pobres siguen las farolas: una fundida y la otra a medio fundir. Los árboles y los adornos navideños inspirados en la tradición nórdica ganan la partida a los tradicionales belenes. Los panettones se imponen a las tortas de Pascua y a los cordiales. Amazon pasa por encima de El Corte Inglés.
Esta mañana le contaba a mi hija, mientras íbamos en el coche rumbo al colegio, la historia del pavo navideño. Mi abuelo y, posteriormente, mi padre, cuando se acercaban las fechas navideñas, llegaban a casa con un pavo del tamaño de una avestruz. Un pavo vivo, con cara de pocos amigos, que iba directo al lavadero de la cocina. Allí quedaba encerrado, como un preso en el corredor de la muerte, hasta el día de su ejecución.
Mi hermana y yo lo observábamos con asombro y con algo de pena, pero en el fondo sabíamos que, tras su ajusticiamiento, su codiciada carne daría un sabor incomparable al cocido y a las pelotas. El día de autos, mi abuela ejercía de verdugo. El hecho de que fuera ella la encargada de dar muerte al pavo le otorgaba, aún más si cabe, mayor autoridad en el ámbito doméstico.
El arma reglamentaria era el palo de la escoba. Con él, mi abuela Mercedes retorcía el cuello al pavo, lo que en ocasiones suponía la muerte instantánea, pero en otras provocaba las situaciones de lo más esperpénticas. Como aquella en la que el pavo corría con el cuello colgando por toda la cocina y se coló por el pasillo de la casa hasta caer muerto en el comedor.
Como les decía, a mi hija le encanta la Navidad; yo, qué puedo hacer, intentaré disimular…
miércoles, 29 de octubre de 2025
Sin frescura
Me estoy convirtiendo en un higo seco. Ya no tengo la frescura ni la espontaneidad de antaño. Cuando leo los relatos que era capaz de escribir, hace más de una década, me sorprendo de la originalidad y la ironía de la que hacía gala. Ahora soy otro; no llego ni a la cuarta parte de lo que fui. Estoy, si acaso, en lo mejor de lo peor. Aun conservo un ápice de ilusión para empujar de este santuario figurado de nihilismo y de contradicciones. Reconozco que este blog ha dado mucho de sí. Mucho más incluso de lo que nunca imaginé. Quizás por ese motivo siga aporreando teclas sobre esta página en blanco, soñando con un renacer, con una nueva juventud, con nuevas y fecundas fuentes de inspiración que ejerzan de revulsivo para volver a publicar relatos a la altura de mis escasos lectores. Escribo como ejercicio de resistencia. Escribo como fe de vida.
lunes, 27 de octubre de 2025
Tentetieso
Recuerdo con cariño este juguete, asociado a los primeros meses de la infancia. Los bebes, con los ojos abiertos como platos, observan su continuo vaivén; miran su eterno balanceo como una advertencia, o quizá como un mensaje subliminal, de lo que les espera en la vida. El objetivo primordial: ¡mantenerse de pie! Sea como sea hay que mantenerse de pie. Así que ellos, con ese cerebro impoluto, con toda su capacidad libre de cargas inútiles y tóxicas, aprenden de manera inconsciente que la vida consiste en eso, única y exclusivamente en eso: ¡Mantenerse de pie! Quien se cae, pierde.
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