No. No crean que yo mismo
no me sorprendo de mis alocados escritos y pensamientos. Soy consciente de la
inconsciencia que me inunda y, eso, reconózcanlo, algo dice de mí. ¿O no? Pero,
eso sí, creo que no hay por donde cogerme. Nado con soltura – aunque a veces
trague agua- en el mar profundo de las contradicciones. Soy un inculto que ama
la cultura, el arte y la comunicación. No sé escribir y me devano los sesos
intentando luchar contra mis limitaciones estilísticas y ortográficas. Fui un
futbolista que terminó hasta las pelotas -nunca mejor dicho- del fútbol. Fui un
camarero que amó servir a sus clientes y lloró cuando los abandonó. Fui un
ecologista que peleó por el planeta, hasta que me di cuenta de que me había
cansado de serlo tras plantar miles de árboles, salvar miles de animales,
luchar por preservar cientos de espacios, neutralizar las tensiones entre
radicales y moderados, y darme cuenta de que el planeta era demasiado para mí o
yo muy poco para él.
De todo eso aprendí. Y
aprendiendo me di cuenta de que lo mío era, precisamente eso, aprender. Ahí fue
donde encontré mi verdadero camino. Pronto descubrí que admiraba a la gente
sencilla y humilde, a esa que piensa que ha venido al mundo sin causa ni justificación
aparente, porque observando sus luchas en su ser o no ser shakesperiano, llegó
un momento en el que encontré mis propias respuestas.
Cuando me di cuenta de que
en la gente sencilla, en el vecino de enfrente, en el compañero de trabajo que
no sabe ni para qué trabaja, en una inmigrante sin papeles que le limpia el
culo a un anciano, en una clienta de Letonia, o en mi amiga Rosi de Apaztingán
se encontraban las respuestas a todas mis preguntas, sentí como mis ansiedades
se relajaban y en mi mente las piezas comenzaron a encajar como si una demo del
tetris se tratara.
Y en ese nuevo orden
mental que afloró en mí, rechazo de plano a la gente intransigente. A los
enfervorizados por esto o aquello. A los extremistas de cualquier religión o
tendencia. A los violentos. A los que miran por encima del hombro a los demás.
A los que rechazan al diferente por el simple hecho de ser diferente. Al que se
cree con el derecho de juzgar a los demás por no sé qué concesión divina. A los
que aman las armas. A los que no son capaces de sentir la maravilla que
encierra el llanto de un niño, el amarillo chillón de una flor, o la calma
luminosa de un precioso atardecer.
Adoro mi camino porque todo lo que encuentro a mi paso me enseña, para bien o para mal. El camino, que es mi vida, es todo cuanto necesito y lo único que realmente me pertenece. Quizás, al final me esperen las últimas respuestas, pero aún no tengo prisa por conocerlas. De momento me conformo con seguir andando. Disfrutando del camino. Saboreando la vida a tragos dulces y amargos, e intentando ser, simplemente, un aplicado aprendiz.
Adoro mi camino porque todo lo que encuentro a mi paso me enseña, para bien o para mal. El camino, que es mi vida, es todo cuanto necesito y lo único que realmente me pertenece. Quizás, al final me esperen las últimas respuestas, pero aún no tengo prisa por conocerlas. De momento me conformo con seguir andando. Disfrutando del camino. Saboreando la vida a tragos dulces y amargos, e intentando ser, simplemente, un aplicado aprendiz.
Desde luego que estas como una cabra,no te lo voy ha discutir.
ResponderEliminarLo tuyo es una locura con cordura ,que nos hace estrujarnos la mente , avances con sentido y otras veces sin el .
En algún momento todos hemos sido maestros ,pero la mayor parte de nuestra vida la ejercemos como alumnos
Quede ay lo comentado antes , estas como una cabra !!!! Jejejej
Por cierto ,para faltas de ortografía , las mías
ResponderEliminarJosé muy bonito relato, tu aprendizajes ha sido el mejor has tenido la capacidad de aprender el valor de las cosas importantes de la vida, como es valorar las cosas sencillas y comunes, y darle un espacio en tu vida, pienso que nacemos para aprender y que ese aprendizaje es para toda la vida. Tenemos la oportunidad de elegir y como queremos vivir. Es muy gratificante la sonrisa de un anciano la inocencia de un niño, un hermoso amanecer, así como ver crecer una planta porque en esas cosas que parecen tan simples es donde está la grandeza del ser humano. Nunca te canses por lo que has hecho y hará, siempre hay mucho que aprender y mucho que ofrecer.
ResponderEliminarCecilia: muchas gracias por bonitas tus palabras y por tus continuas visitas a este humilde blog.
Eliminarpienso igual que tu. hasta pienso qu podriamos ser almas gemelas.
ResponderEliminaramo lo que hago, a la gente que me rodea, amo la vida tal y como me ha tocado.
aprendamos a vivirla feliz.
un saludo
La vida es como tu la describes en este relato, es un puro y duro aprendizaje, hay personas que llegan a verlo, pero por el contrario hay otras que no lo ven ni aun demostrandoselo, yo por ejemplo, no pasa un dia sin que aprenda algo nuevo, si que es verdad que aprendes cosas buenas y cosas menos buenas, pero hay esta el kit de la cuestion, las buenas siempre son buenas, y las menos buenas hay que aprender ha hacerlas buenas. saludos......
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