viernes, 17 de enero de 2020

Al cien por cien


La mitad de mi cuerpo está despierto mientras la otra permanece dormido. Pese a ello, he logrado subirme a un avión rumbo a Barcelona, sin que la tripulación sea consciente de mi anómala situación. El pasajero que viaja a mi derecha, apoyando su cabeza a la ventanilla, y con la boca tan abierta que se le ven con claridad sus inflamadas anginas, duerme al cien por cien. 
Mi mitad despierta se ha puesto a escribir, mientras que la otra preferiría exhibir sin pudor mis anginas, e incluso roncar y babear como hacen en ocasiones algunos pasajeros. 
En la vida siempre nos enfrentamos a luchas internas de distinto calado. Una parte de nosotros apuesta por una cosa y la otra nos frena y nos cuestiona la idea y nos apunta en dirección contraria. Y ahí surgen las dudas. Mares de dudas. Abismos de dudas que equilibran nuestro rumbo como la brújula de este avión. Aunque ahora supongo que no tendrán brújula, y todo estará informatizado a la espera de que un hacker, tras su lucha interna, decida sabotear el plan de vuelo y estrellarnos impunemente contra el Banco Andorrano del que fue despedido. 
Yo vuelo y escribo con mi mitad despierta y la otra mitad dormida. Pensándolo bien, no es algo distinto a lo que mucha gente hace en su vida diaria. Conozco a infinidad de personas que deambulan por la vida al cincuenta por ciento y son tan felices y comen perdices. 
Sin embargo, yo estoy deseando despertar. En el aeropuerto de la Ciudad Condal me espera Noemí, despierta al cien por cien, para visitar a unos clientes que me esperan al cien por cien, y yo debería estar al cien por cien, para saldar una deuda que, desde hace unos meses, mantengo con ella. 
Nunca me gustaron las deudas, ni las dudas, ni las medias tintas, como tampoco exhibir mis anginas sin necesidad. Escribir todo esto ha acabado por despertarme. Andorra comenzará otro día su singular existencia sin sobresaltos. Sus bancos, como siempre, pueden estar tranquilos.

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