viernes, 11 de septiembre de 2020
Tiempos revueltos
Avanza la segunda oleada de la pandemia como un incendio fuera de control. La naturaleza no es fácil de domesticar. Seguimos analizando la situación bajo la visión todopoderosa de la modernidad. Pura falacia. Somos unos simples mortales tan expuestos a la naturaleza como lo estuvieron nuestros ancestros en las cavernas. La naturaleza puede revelarse contra nosotros cuando le dé la real gana mientras terminamos de pulir a los robots que son capaces de escribir columnas en un periódico, pintar cuadros, o traernos la bandeja del desayuno.
La pandemia nos ha hecho reflexionar sobre la debilidad de nuestros sistemas, o mejor dicho del sistema. Lo público nuevamente se ve en la obligación de salir al rescate de lo privado. A salvar a los bancos, a las empresas, a las compañías aéreas; en definitiva, el neoliberalimo, en su magnificencia, depende de lo público.
Esta reflexión entiendo que le costará digerirla a más de siete, pero lo que está claro es que algo falla en el diseño de nuestra fallida sociedad.
Porque soy de los que opina que vivimos una realidad de ficción, una realidad que sobredimensiona la individualidad pero que sigue dependiendo de la colectividad. El ciudadano ha pasado a ser un mero consumidor que gasta y consume por encima de sus posibilidades generando un insostenible impacto ambiental. Las ciudades son insalubres y en ellas se hacina la mayor parte de la población mundial mientras las zonas rurales languidecen y son infravaloradas y olvidadas. La mierda de las grandes ciudades se vende al peso a los países subdesarrollados.
El tercer mundo sigue siendo lo mismo de siempre, un coto privado de caza para las grandes multinacionales auspiciadas por sus antiguos colonizadores, que con ello siguen expoliando pero de una manera más diplomática.
El calentamiento global, la crisis migratoria, los países fallidos, el agotamiento de los recursos marinos, la crisis sanitaria, el aumento de los populismos y de la extrema derecha, la vuelta, si es que alguna vez no estuvo ahí, del pulso entre los grandes bloques, generan un caldo de cultivo pestilente que no augura nada bueno.
Y sino al tiempo.
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Esa reflexión no me cuesta digerirla pero no la metabolizo del todo. Quiero decir que aun no siendo optimista me gusta relativizar. Sabemos ya con mucha claridad todo lo negativo que sacude el planeta y nuestras sociedades. Tendemos a ignorar todo lo constructivo de la especie, en el pasado y en el día a día. Lo que más me gusta relativizar es no mezclar churras con merinas, no pintarlo todo negro -lo he hecho muchas veces en artículos de mi blog- y tratar de discernir qué hay de línea correctora y de línea destructora en las prácticas humanas. Soy realista pero me niego a que un cierto ángulo de realismo me apabulle y desvíe mi capacidad de visión. Me jode enormemente todo el sistema de beneficio a cualquier precio que discurre por el planeta, que no es algo de ahora. Viendo ayer por la noche La verdad sobre el caso Savolta, dirigida por Grove sobre novela de Mendoza, ya se veía cómo hace un siglo la fiebre mercantil -en el libro y la película desarrollada en Cataluña- a cualquier precio echaba mano de traiciones entre los propietarios de negocios y en matonismo contra los obreros. Es muy sugerente que el negocio que se traen entre manos los protagonistas sea el de las armas aprovechando la Primera Guerra Mundial. Disculpa, no pienses que he meado fuera del tiesto. Es una parte de la dinámica que no tiene escrúpulos y que con sus maneras de entender el "desarrollo" económico condiciona las relaciones universales de los hombres. Pero, ¿es que acaso hay otra alternativa que no sea teórica y utópica? Ahí es donde uno se pilla.
ResponderEliminarGracias por darme pie a una reflexión a mi vez.
No ea fácil resolver, porque implica disciplina y mucho compromiso por parte de cada habitante. Unos no pueden y a otros, simplemente no les da la gana, porque en todo hay negocio para unos cuantos.
ResponderEliminarTe dejo un abrazo.
Esto es una cura de humildad en toda regla, pero me da la sensación de que no vamos a aprovecharla para reaccionar de alguna manera.
ResponderEliminarSaludos.
La humanidad no sabe vivir si no es en estado de crisis permanente, de cualquier otro modo se aburre.
ResponderEliminarSaludos,
J.
De acuerdo contigo... pero esto no cambia. Un beso.
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