jueves, 27 de mayo de 2021
La reflexión de las tortuguitas
A ver cómo les cuento yo lo que quiero contarles. Como todo sabemos, en la vida cuesta mucho mantenerse de pie. Hay gente que lo lleva peor, gente que lo lleva mejor, y gente que lo lleva como puede. Pero, como les decía, en la vida lo que cuesta es mantenerse de pie. Firme. Erguido. Cuesta encontrar un camino recto, si es que acaso ese tipo de caminos existieran, que nos lleve, de una manera apacible, hacia aquello que llamamos felicidad. Mantenerse de pie, abrirse camino en la vida, no es nada fácil. Quizás, nuestra educación, nuestra cultura o nuestra incultura, nos haya confundido un poco. Si tomamos como referencia a la naturaleza, a esa que pertenecemos y de la que dependemos plenamente, pero que muchas veces miramos por encima del hombro, como si nosotros fueramos los dioses del universo, nos daríamos cuenta de que una tortuga marina, en una playa, pone un centenar de huevos; y pone un centenar de huevos porque sabe perfectamente que de esas cien tortuguitas apenas el diez por ciento conseguirá superar el primer año de vida. Lo mismo que otros animales, por ejemplo el salmón, que recorre medio mundo para volver a desovar en el río en el que nació y poner miles de huevos. De esos huevos, tan solo un porcentaje muy pequeño llegarán a ser alevines, y de esos alevines muy pocos llegarán a ser salmones, y muchos menos aún regresarán al año siguiente al rio que nacieron para intentar que su especie siga existiendo. En la naturaleza todo es lucha y en nuestra vida, también. De hecho, si reflexionamos un poco sobre nuestra particular forma de reproducirnos observaremos las mismas pautas: millones de espermatozoides luchan encarecidamente por fecundar a un óvulo, todos corren como locos pero solo uno alcanza su objetivo. Después, no todo está conseguido, ese embrión ha de ser aceptado y encontrar cobijo y buena acogida en el ovario y continuar vivo durante nueve meses, y superar un parto que es el gran primer trauma que sufrimos en la vida. Y encima, al salir, nos dan un azote en el culo. En nosotros, como en la naturaleza, todo es lucha. Todo, absulutamente todo en la vida, es una lucha. Consciente o incosciente y de mayor o menor intensidad.
Sin embargo, en cierta medida, la cultura contemporánea nos hace pensar en lo contrario, que todo en la vida es fácil, que todo nos lo merecemos, que todo se puede conseguir a golpe de click. Y evidentemente eso nos genera frustración, más que nada porque es rotundamente falso.
Vivimos momentos de confusión, alejados de nuestra realidad, y sumidos en un mundo de ficción y de apariencia: "no importa tanto lo que en realidad soy como lo que aparento ser", en un intento de camuflaje camaleónico con el que intentamos pasar desapercividos para seguir viviendo.
En la vida, nos guste o no, todo es lucha. Así que si hoy te has levantado de la cama, te has vestido y has desayunado, y te has ido a trabajar, o a estudiar, o simplemente a darte un paseo por la montaña, ya eres un ser afortunado porque sigues en la lucha. No quiero terminar esta reflexión sin antes compartir, con mis escasos pero maravillosos lectores, un pequeño aforismo que escribí en días pasados para una formación de motivación que impartí en las Barrancas de Burujón (Toledo), y dice así: "El sol nunca calienta para quién no quiere su calor". Hoy quería contarles algo pero no sé si era esto en concreto o algo parecido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Gracias, un abrazo.
ResponderEliminarMuy interesante tu reflexión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy cierto... de verdad que somos muy afortunados. Gracias por el mensaje.
ResponderEliminarSaludos desde Brasil.
Me ha parecido interesante tu reflexión. Besos.
ResponderEliminar