lunes, 5 de septiembre de 2022

La cosa va de pelos

Acabo de comprobar, mientras vuelo a Varsovia auspiciado por la comodidad de Ryanair, que lo que pretende ser mi próxima novela tan solo cuenta, en este momento, con 14.500 palabras discretamente ordenadas. Es bueno darse cuenta de las cosas, habidas y por haber, y no vivir en la inopia. De igual modo, me he dado cuenta de que el corrector autómatico de este viejo Ipad no reconoce la palabra inopia, en ninguna de sus formas. He llegado a dudar de mí mismo pensando en que tal vez, esa palabra, solo exista en mi imaginario. Últimamente me asaltan demasiadas dudas. Acabo poniendo en entredicho hasta mis más profundas convicciones, si es que alguna vez las tuve. Confundo lo imaginario con lo que me acontece y viceversa. Tal vez, en mi imaginación, regrese a Polonia a presentar una nueva línea de productos de barbería, cuando en realidad vuelo para cualquier otra cosa; incluso, quién sabe, si para acometer alguna misión de los servicios secretos de la inteligencia española contra el espionaje ruso. No estoy seguro de mí ni de la inteligencia española. Mi terapeuta me habla de que tal vez padezca algún problema de inseguridad galopante debido a algún tipo de trauma o frustración. He dejado de ir a verle porque también he desconfiado de él. Lo vi una noche paseando, con un píjama de mal gusto, a sus tres pastores afganos, y no se dignó a recoger ni una sola de las múltiples y copiosas deposiciones con las que sus elegantes canes tuvieron a bien obsequiar al vecindario. Tras leer de un tirón la pequeña y agradable novela del mexicano Juan Pablo Villalobos que lleva por título:"Peluquería y letras", me he convencido de que no soy ningún agente especial de contrainteligencia, y que lo que realmente hago, si es que hago algo, siempre es a favor de ella, de la inteligencia, me refiero. Busco agrandar mi capacidad intectual leyendo a la deseperada. Leo a gran altura, sobre nubes de algodón, volando hacia Varsovia, mientras intento recordar si en mi maleta guardo algo que me pueda comprometer en la aduana polaca. En mi equipaje guardo otro librito, que lleva por título:"Golpe de kárate", de la escritora danesa Dorthe Nors. ¿Acaso tendré que dar un golpe? ¿Un golpe de kárate o un golpe de efecto?. Tengo una misión. Aunque estoy casi calvo, para despistar, la cosa va de pelos. O, al menos, eso creo.

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