viernes, 28 de junio de 2024
Veranear
Para celebrar el primer día de vacaciones de Anita, nos hemos ido a la playa. Un ligero lebeche mueve las olas. El sol se asoma sigilosamente entre unas nubes despistadas mientras Ana juega con la arena. Yo contemplo la escena con devoción mariana. Soy padre con la edad de un abuelo. Pienso en mi primera paternidad; una paternidad arrebatada por el ansia de conquistarlo todo. Una paternidad perdida con una hija que no pudo disfrutar de su padre como hubiera debido. Viendo a mi hija pequeña pienso en el dolor de mi hija mayor. Anita escarba en la arena en busca de un tesoro y yo urgo en la herida de mi memoria y encuentro fracasos. Ahora pienso en mi padre; en lo que pudo haber sido y no fue. En su inmovilidad y en su fracaso. En sus errores y en sus demonios internos. Yo rumio los mios propios bajo un sol que quema con disimulo. Ana quiere que nos bañemos. Está rebozada de arena como una croqueta. Mi madre hacia unas croquetas de merluza que hacían las delicias de los clientes del Bar Josepe. Pienso que mi libro del Bar Josepe al Cielo no fue suficiente homenaje a lo que aprendí allí. Casi trece años sirviendo cafés, y cervezas, y marineras, y trozos de pulpo, y pinchos de tortilla que hacían las delicias de nuestros clientes.
-¿En qué piensas papá? -me dice Anita.
-En nada cariño, en nada. -le respondo.
-Pues vamos a jugar y deja de pensar tanto...
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Esa niña hace preguntas de adulta. Ha salido a su padre en lo lista.
ResponderEliminarUn abrazo.
Tal vez haya también manera de recuperar el tiempo perdido con tu hija mayor. Ambos lo merecen.
ResponderEliminarPensar tanto nos acaba haciendo daño.
ResponderEliminarSaludos,
J.