jueves, 6 de febrero de 2025
Segunda oportunidad
Cuando Bernardo Cienfuegos se dio cuenta de lo que había perdido ya era tarde. Atrás había dejado a su familia. Atrás había dejado a su negocio, que había traspasado por cuatro chavos. Y atrás había dejado un reguero de deudas. Y todo para irse a Cuba en busca de su propia revolución:¡pero hormonal! Y de Cuba regresó...vaya que si regresó; pero con una mano delante y otra detrás. En La Habana se dejó todo el efectivo y todo lo afectivo. Todo había sido un engaño. Ni Yuleisy era soltera, ni profesora de música, ni buscaba amor eterno. Yuleisy buscaba visa para un sueño, pero cuando vio que no había mucho más que rascar, de lo que ya había conseguido, se le acabó el amor. Pero no el que sentía por su marido, que se había marchado a Miami en busca de un mundo mejor, y, que a la postre, y pese a ser maestro, le había regalado una plaza de barrendero de turno de noche.
Bernardo Cienfuegos regresó del Caribe con el fuego tan agotado como su cartera. Llamó a la puerta de la que fuera su casa dos años atrás pero allí ahora vivía una familia ucraniana que había llegado a San Cosme huyendo de la guerra. Preguntó a María, una vecina de toda la vida que vivía enfrente, y esta le informó de que su esposa y su hijos se habían marchado a vivir a Barcelona, pero que no sabía nada más. Por otra vecina, amiga de la infancia de su exmujer, se enteró de que Julián, el novio al que Marisa había dejado por él, le había ofrecido trabajo a ella y a su hijo Eduardo, en un restaurante de la Ciudad Condal del que era propietario.
Tras su marcha, todo se había transformado. Ya nada era igual. De hecho, no quedaba nada de su vida anterior y él era el único responsable. Fue a buscar a su hermano Gerardo, al que debía dinero, y este ni le abrió la puerta. Sin un trozo de pan que llevarse a la boca, y con un viejo macuto cargado de una ropa tan sucia como su conciencia, a modo de almohada, se quedó dormido en un parque.
Una pareja de la policía local lo despertó.
-Oiga, buen hombre, aquí no se puede estar así, esto es un espacio público y hay niños. Levantesé y vayasé a otro lugar -le espetó el policía de más edad.
-¿Y qué otro lugar me sugiere, agente, si estoy en la calle y sin un duro? -le respondió.
-¿Eres Bernardo? -le preguntó el más joven de la patrulla.
-¡Cienfuegos! Bernardo Cienfuegos, o lo que queda de él...
-¡Ostías tío! Con esas pintas y con esa barba cualquiera te conoce...-¿Y qué tal por Cuba?-le cuestionó con cierto tono de sorna.
-Me equivoqué, tío. Me volví loco por esa mulata, y todo era mentira. ¡Lo he perdido todo! Y Bernardo rompió a llorar como un niño.
-¿No tiene adónde ir? -le preguntó el policía de más edad.
-Ni dinero, ni casa, ni familia. No tengo nada.
-¿Te importaría dormir en la cochiquera de mi cuñado? le han entrado a robar varias veces y está buscando alquien para que cuide la granja por las noches -le planteó.
-¿Me estás hablando en serio? -le preguntó Bernardo, emocionado.
-Como que me llamo Paco y llevo treinta años en la policía -le respondió.
-Pues claro que quiero ese trabajo. Si hay una cama y comida acepto.
Y así fue como, por un golpe de suerte de esos que a veces nos regala la vida, Bernardo Cienfuegos tuvo una segunda oportunidad. Aunque, todo hay que decirlo, se oyen rumores de que anda ahorrando para irse a la República Dominicana.
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