Un movimiento social, cuyo denominador común es la indignación, está tomando las calles y las plazas de toda España. Su posición política está definida como un movimiento popular y democrático real, frente al sistema democrático actual, que ha sido víctima de sucesivos gobiernos que se han preocupado más por conservar el poder que por los ciudadanos que ilusionadamente les dieron su voto. El bipartidismo se ha tornado en un gran cáncer. Provoca el vómito ver cualquier intervención: PP o PSOE, sólo hablan de ellos. No aportan soluciones y se la trae al pairo lo que pasa realmente en la calle, en la cola del INEM, o en la mente de las personas que su ilusión y su cuenta bancaria se hallan en números rojos.
No sé ni cómo, ni dónde ha surgido la chispa, pero benditos sean los que comenzaron a alzar la voz, los que iniciaron y alentaron estas movilizaciones ciudadanas.
La gente necesita sentirse respetada y la clase política nos está faltando al respeto. La indignación ya está aquí. El vaso de la paciencia se desbordó. ¡Los españoles están vivos!
Aquí no hay diferencias: ni derechas, ni izquierdas, ni centro, ni catalanes, ni vascos, ni andaluces, ni negros, ni blancos, ni jóvenes, ni viejos, ni hombres, ni mujeres. Somos gente corriente que pide dignidad a los políticos, que grita contra el neocaciquismo de los bancos que nos tienen cogidos por los huevos y que pretenden, sin reparo alguno, dar al traste con todas las conquistas sociales que tanto les costó conseguir a nuestros padres y a nuestros abuelos.
Indignación es lo menos que podríamos mostrar, antes de que se sirvieran en bandeja nuestras cabezas.
¡Democracia real, ya!
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