Según se van dando las cosas, cada día estamos más cerca de perder la cabeza que de encontrarnos con la aparición de Santiago Apóstol montado en su caballo blanco, como veía, con frecuencia, mi abuelo Antonio.
Mi ancestro era un hombre inconformista, elegante donde los hubiera, que se dedicaba a tomar nota de las farolas fundidas para que, a la mañana siguiente, se les repusieran las bombillas. Ese rutinario recorrido le concedía mucho tiempo para pensar, y al igual que yo intentó escribir. Él escribía, quién sabe qué, en un cuaderno, a modo de diario o de desahogo ante todo lo que veía y sufría a su alrededor. Mi abuelo tenía una libreta, pero de haber existido Internet, en aquella época, habría sido una gran bloguero.
Pero al igual que se perdió el manuscrito de mi abuelo, que hay quién dice que guarda, como oro en paño, una prima mía que vive en Barcelona; la gente está perdiendo la cabeza y la paciencia por esta hijaputísima crisis.
Mi abuelo, que perdía de vez en cuando la suya, se peleaba mucho con mi abuela y cuando esto sucedía se atrincheraba en su cuarto, donde, por si las moscas, siempre atesoraba pan, vino y butifarra. De ahí no salía hasta que se le pasaba el enfado o se le terminaba el embutido.
He pensado mucho en la rutina de un desempleado, en la que, día tras día, no tiene absolutamente nada que hacer, ni tan siquiera contar bombillas fundidas como hacía mi abuelo paterno. En una situación, tan agónica y humillante, es normal que las personas se desesperen. Recordando a mi abuelo, con su traje oscuro y su sombrero, he pensando en la situación de la gente que está a punto de salir a la calle porque se les están agotando las prestaciones y las viandas. Por ello, me hago las siguientes reflexiones: ¿No habrá mucha gente que esté a punto de perder la cabeza? ¿No podrán los partidos, por un instante, olvidarse del puto partidismo y consensuar, entre todos, las medidas necesarias para atajar esta sangría y poner un atisbo de esperanza en cinco millones de personas?
Esperemos que impere la cordura. Pero, por favor, dense prisa. La paciencia de la gente no es infinita. La gutifarra tampoco.
Tu talento tiene raices tan fuertes que un roble es lo que mas se asemeja a esta fuerza,la esperanza es lo unico que se pone aprueba y cada vez se tiempla como el mas fuerte de los metales, quizas perdamos la paciencia pero la esperanza nos hara cada vez mas fuertes y aguantadores.
ResponderEliminarcomo siempre mi amigo Jose inclino la cabeza ante tan maravillosa descripcion.