La vida es maravillosa, pero más aún lo es, sin duda, la ¡Pura vida! de Costa Rica. Esta expresión tan singular del país centroamericano simboliza su espíritu y su esencia misma. Pura vida es la forma peculiar de desearle al prójimo un día maravilloso y el mejor de nuestros deseos. El costarricense es alegre, jovial, educado y pacífico.
Costa Rica ha sabido forjar un estado democrático, al más puro estilo europeo, en un entorno geográfico hostil y demacrado. Su carácter pacifista -es uno de los pocos países que carece de ejército- se ha potenciado, desde la década de los noventa, en un giro hacía la ecología y la conservación de su valioso patrimonio natural, para atraer a un turismo internacional que pretende ser su principal motor económico. El que lo logre realmente dependerá de su capacidad para controlar los desmanes que la industria turística esta acostumbrada a cometer en otros lugares y de los que ya hay, por desgracia, algunos ejemplos en su territorio. El desarrollo eco-turístico, más allá de ser un canto de sirena, debe ser un dogma que no pervierta lo que hoy se adivina como un futuro alentador. El turismo incontrolado, aunque se pinte de verde, no es un modelo compatible con el desarrollo sostenible. Sin duda alguna, este nuevo e ilusionante futuro de Costa Rica, pasa por la capacidad de regular y armonizar el modelo turístico con la mejora en las infraestructuras, la integración social y la educación.
Me ha gustado más Costa Rica en esta segunda oportunidad, quizás por el hecho de haber convivido y trabajado con personas maravillosas. Queda pendiente, para otra ocasión, un viaje exclusivamente vacacional para sumergirme en el verde inmenso de su paisaje y el azul marino de sus aguas.
Costa Rica es: ¡Pura vida!
la verdad esa es la unica parte que realmente nos deberia preocupar pues todo lo que en un inicio se quiere explotar por hermoso simplemente se convierte a la larga en un frio y triste negocio que arraza y destruye
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