Como es obvio, lo peor de mi idolatrado es su apellido. Su nombre es algo más llevadero Constantinos. Yo tenía ganas, de un tiempo a esta parte, de hacerme seguidor de alguien o de algo. Había pensado, en estos últimos días de asueto, en afiliarme a la Iglesia de la Cienciología, pero luego, al leer en un artículo que están perdiendo adeptos, me lo he pensado mejor. A nadie le gusta apostar por un caballo perdedor. Luego pensé en optar por algo más zen, en estar meditando todo el día e, inclusive, poder llegar algún día a levitar, pero después de visitar varias páginas web sobre estos temas tan trascendentales, me he dado cuenta de que mi cuerpo no tiene la flexibilidad que se requiere para tales menesteres, así que, para no quedar como el yogui más torpe de la historia, lo descarté. Otra opción que he barajado, muy seriamente, ha sido la de hacerme deportista paralímpico, pero he abandonado la idea ya que mi minusvalía no esta acreditada con ningún documento oficial y gestionar todo ese papeleo sería demasiado burocrático y, por lo tanto, lento.
No ha sido hasta hoy, que les escribo, que he tenido claro a quién seguir. Dude entre hacerme seguidor del blog de Yoani Sánchez, que narra desde La Habana (Cuba) el devenir diario de la vida en ese país, desde el filtro de una moderada y valiente oposición sobre el terreno y, la otra opción, que a la postre ha sido la ganadora, la de hacerme seguidor del blog griego: O allos anthropos (que significa "El otro hombre" en castellano) y convertirme en ferviente seguidor de un señor desempleado de 47 años que lleva por nombre Constantinos Polychonopulos.
Me voy ha hacer seguidor de Constantino -espero que no se moleste por quitarle la ese final- porque a mí también me gusta mucho cocinar para los demás. Yo voy de salvapatrias, de moderno, de progre, de artista plástico, de escritor, de erudito de supermercado, de director comercial, pero en el fondo, lo que soy es un cocinero frustrado. Me gusta cocinar y no cobrar. Me sentiría encantado de viajar hasta allí y hacer una olla enorme de cocido con pelotas, pero me falta pelotas. Cosa que a mi ídolo le sobra. Dar de comer al hambriento es una muestra básica de generosidad y entrega a los demás.
Si nuestro álter ego desapareciera y nos quedáramos en pelotas, desplumados y con nuestras miserias al aire, lo único que nos salvaría, sería que, en la esquina de nuestra calle, un señor como Constantito nos ofreciera una ración de arroz y habichuelas con un chusco de pan.
En ocasiones, buscamos ídolos complejos, prefabricados y diseñados en un estudio de marketing, como en el que trabajaba mi idolatrado Constantino, cuando en el fondo, muy en el fondo, todos llevamos un Constantino dentro.
Cuando suene la sirena, nos veremos obligados a quitarnos las capas que nos sobran, agarrar una olla de 20 litros y ayudar a los demás. Ayudando a los demás nos ayudaremos a nosotros mismos.
El amigo Constantino sabe mucho de eso, por eso es mi ídolo.
Muchos ánimos Constantino.
http://oallosanthropos.blogspot.com.es/ (Si le dais a traducir más o menos se entiende)
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