No se vayan a pensar, mis queridos lectores, que yo no he experimentado la misma dificultad para leer y, sobre todo, para pronunciar el nombre de este intrépido y entusiasta holandés, que, para más inri, es el presidente del Eurogrupo y ministro de finanzas de su país, que todos ustedes.
Pero si difícil ha sido pronunciar su nombre no menos complicado me ha resultado, en esta apacible mañana de abril, entender el mensaje "positivo" y motivador que este señor ha pronunciado sobre el futuro de la economía española.
El gachó ha dicho: "No me sorprendería si España sorprendiera a todos mostrando una recuperación económica muy fuerte" y transformara al país en uno de los "motores económicos" de la zona euro.
He mirado mi vaso de café con leche por si era un gin tonic. Me he pellizcado la cara. Me he rascado un huevo. Me he comido otro pastelillo, y dos galletas, y una magdalena, y otro vaso de zumo de naranja "sin naranja", y después de todo eso, que casi reviento, me he dado cuenta de que estaba despierto y no soñando empalmado en la cama.
Después no he podido dejar de mirar la fotografía de este hombre que aparecía en la prensa digital intentando escrutar en su rostro cualquier pista, por mínima que fuera, para poder llegar a valorar el nivel de credibilidad que le tengo que conceder a las dulces y alentadoras palabras de este gurú de las finanzas, de los tulipanes, del queso de bola y del "fresh banking".
He mirado al tipo un buen rato: su carita de niño bien, sus gafas modernas pero correctas, su pelo rizado y medio canoso, su traje gris marengo, su camisita blanca impoluta y su corbata negra. Joder -he dicho para mis adentros, aparentemente, este tío no tiene pinta de alcohólico y mucho menos de drogadicto, así que no he podido dejar de preguntarme: ¿A ver si este tío se ha enamorado de una andaluza -como mandan los cánones- en Torremolinos y se la quiere ganar a base de airear buenas expectativas para que la chica se motive y este verano se lo ponga fácil y le baile una rumba?
No sé si habré hecho bien o no, creo que no, pero después de haber leído y releído la noticia, mirado y remirado la cara del holandés, he mirado fijamente otra fotografía que había en la misma página, en la que aparecía nuestro adorado presidente Mariano Rajahoy, e ipso facto, todo el optimismo, que este galán de los Países Bajos me había insuflado en las venas, se me ha desvanecido por completo.
Saben lo que les digo: esta va a ser la última vez que antes de irme al trabajo repaso las noticias del papel salmón. ¿Qué necesidad tenía yo está mañana de irme a trabajar de mala hostia?
De todas formas señor Dijsselbloem, le diré una cosa: ¡Ojalá y le creciera la boca un palmo!. ¿Cómo se traducirá eso al holandés?...
Me he reído de buena gana leyendo tu entrada, José. Yo también soy de los que creo que deliro ante determinadas noticias de prensa y comentarios, y me cuesta entender que van en serio, como la vida. Por fortuna el sentido del humor, como el tuyo en este caso, es capaz de minimizar el impacto de detarminadas noticias y situaciones.
ResponderEliminarUn beso y una sonrisa enorme.
Pepe en esta entrada lo has bordado, creo sinceramente que con tu forma o manera de escribir haces de este tu blog, un blog de aprendizage, un blog desinivido y con guasa, y sobre todo un blog donde haces reflexionar al público que te seguimos. Un abrazo.
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