Sábado. Seis y media de la tarde. María, contenta, sale a pasear. Las navidades se aproximan vertiginosamente. Las luces comerciales decoran un ambiente navideño de Visa y MasterCard. La gente pasea. Gran Vía, Alcalá, Cibeles, Castellana, Serrano, Recoletos. Miran escaparates. La gente, pacientemente, hacen colas para todo. Museo del Prado, Reina Sofía, Thyssen, Chicote, Doña Manolita. Japoneses, rusos, chinos, mexicanos, argentinos. La gente toma fotos. Sonríen. Tuitean. Posan. Escrutan. Compran. Miran. Sueñan.
En La Pecera de Bellas Artes varias parejas se besan hasta reventarse los labios. Busco y busco pero no hay peces. María se toma un San Francisco. Al salir, se detiene contemplando unos carteles en los que se lee: "Mery Crisismas" y "Feliz Sanidad" y se sonríe. Expone Chirino, tras haber retorcido todos los hierros que encontró en las Canarias. A María nunca le gustó la obra de Chirino. Las calles están intransitables. La policía vigila cada esquina como si se esperara un ataque alienígena. Sus helicópteros sobrevuelan a la masa consumista. Pese a todo, María retoma su paseo como si ese escenario le resultara cotidiano.
La gente se relaja. El Retiro, La Casa de Campo, El Jardín Botánico, La Plaza Mayor. Toman café con leche mientras practican el inglés. I am Pepe. You are María. Las parejas se besan con pasión y mucha saliva. Kiss me much. Compran castañas asadas. Montan en bicicleta. Patinan. Corren. Caminan. Cuelgan fotos en Facebook. Pasean con sus perros y cogen las cacas con una bolsa. A María no le gustan los perros, ni sus babas, ni sus cacas.¡Dog poop!
Suenan las sirenas como si el ataque alienígena fuera algo inminente. El Corte Inglés hace su agosto en diciembre. La gente tira de tarjeta como si tal cosa.
Más policía. Más helicópteros. Comienzan las cargas contra los manifestantes que intentan rodear al Congreso de los Diputados para protestar contra la nueva Ley de Seguridad Ciudadana. Torrente estará frotándose las manos; por lo de la Ley y por lo del Atleti -piensa María, mientras reanuda su marcha.
Madrid. Bankia. Santiago Bernabeu. Vicente Calderón. Churros con chocolate. Gomina. Caspa. Porras. Botas. Golpes. Sangre en la calle. Blood on the street. Perros de presa. Escudos. Cascos. Sirenas. Ambulancias. ¡Many police!
Las compras continúan. Adolfo Dominguez. Roberto Verino. Custo Barcelona. Loewe. Gucci. Valentino. Zara. Las sirenas vuelven a sonar molestando a las cajeras de las tiendas de lujo. Carreras. Golpes. Perros ladrando. ¡Many police! Gente guapa tomando gin tonic de ginebra inglesa con pepinillos. Tarjetas de crédito echando humo.
La joven María compra su primera obra de arte, ¡very good! en Casa//Arte, la feria de los nuevos coleccionistas. Ha elegido una obra de la artista portuguesa Joana Gancho por la que ha pagado, tan sólo, ciento cincuenta euros. Al salir, una anciana pide limosna en la puerta de la feria. María la observa, mete la mano al bolso, y le deposita, solidariamente, unas cuantas monedas en un vaso de plástico.
Después, más sirenas. Más policías. Más gente pidiendo limosna. Más y más cafés con leche. ¡Tea black, please! Así estaba Madrid. No cabía ni un alfiler. Y, entre toda esa gente, María regresa feliz a su casa soñando con llegar a tener, algún día, una formidable colección de arte contemporáneo.
Bye friends.
Más policía. Más helicópteros. Comienzan las cargas contra los manifestantes que intentan rodear al Congreso de los Diputados para protestar contra la nueva Ley de Seguridad Ciudadana. Torrente estará frotándose las manos; por lo de la Ley y por lo del Atleti -piensa María, mientras reanuda su marcha.
Madrid. Bankia. Santiago Bernabeu. Vicente Calderón. Churros con chocolate. Gomina. Caspa. Porras. Botas. Golpes. Sangre en la calle. Blood on the street. Perros de presa. Escudos. Cascos. Sirenas. Ambulancias. ¡Many police!
Las compras continúan. Adolfo Dominguez. Roberto Verino. Custo Barcelona. Loewe. Gucci. Valentino. Zara. Las sirenas vuelven a sonar molestando a las cajeras de las tiendas de lujo. Carreras. Golpes. Perros ladrando. ¡Many police! Gente guapa tomando gin tonic de ginebra inglesa con pepinillos. Tarjetas de crédito echando humo.
La joven María compra su primera obra de arte, ¡very good! en Casa//Arte, la feria de los nuevos coleccionistas. Ha elegido una obra de la artista portuguesa Joana Gancho por la que ha pagado, tan sólo, ciento cincuenta euros. Al salir, una anciana pide limosna en la puerta de la feria. María la observa, mete la mano al bolso, y le deposita, solidariamente, unas cuantas monedas en un vaso de plástico.
Después, más sirenas. Más policías. Más gente pidiendo limosna. Más y más cafés con leche. ¡Tea black, please! Así estaba Madrid. No cabía ni un alfiler. Y, entre toda esa gente, María regresa feliz a su casa soñando con llegar a tener, algún día, una formidable colección de arte contemporáneo.
Bye friends.
Oh si!!! mundo loco, enfermo, y cada uno a lo suyo…supongo que es un mecanismo de supervivencia, de autodefensa, pues a nada que reflexiones un poco te deprimes y se te quitan las ganas de seguir...and we must continue living!!!!
ResponderEliminarEs, simplemente el escenario perfecto de una sociedad imperfecta, un teatro con una mala obra a la cual asisten todos como si fueran los oscares. Es el destino de las convulsionadas ciudades pero mas es el diario camino que transitan sus locos habitantes. ¿Sera que somos como un hámster en su ruedita todos los días lo mismo y en la misma jaula?.
ResponderEliminar"Es, simplemente, el escenario perfecto de una sociedad imperfecta, un teatro con una mala obra a la cual asisten ( o mejor dicho, asistimos todos) como si fuera la gala de la entrega de los Oscar." Me ha encantado esa frase como reflexión a mi relato. Gracias Kathy por tu aportación.
Eliminarsi tienes la razón a la que todos asistimos aunque a veces simplemente quisiéramos ser ermitaños.
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