jueves, 8 de febrero de 2024

El mal amor

Con dificultad, abrió la puerta y encendió la luz. La casa le pareció un vil congelador. Arrastró un silla de la cocina y se derrumbó sobre ella. Como pudo, agarró su móvil con la mano izquierda y, usando únicamente su dedo índice, atinó a marcar el número de su madre. Su madre había fallecido varios años atrás pero aún figuraba en su agenda. El tono sonó como muy lejano, como si la llamada se hiciera a los confines de la galaxia. Y una voz femenina, aunque algo ronca, respondió: -Dime Raúl. Raúl se quedó de piedra, tan de piedra como la lápida que él mismo había elegido para ella en aquella cutre funeraria de Caraponte. -¿Cómo estás, mamá? -acertó a preguntar sin saber muy bien si aquella conversación era real o tan solo fruto de su imaginación. -Más muerta que cuando me dejaste, pero sigo esperándote; sé que ya no tardarás en venir a por mí. -Imaginaba que lo sabrías, le respondió Raúl. Eras la única persona que me entendía. -No tardes, cariño, que aquí hace mucho frio -le suplicó su madre. Raúl, sin pensarlo demasiado, cerró la puerta, se acercó a la encimera y abrió el gas de los tres quemadores. Cuando escuchó el sonido del gas y percibió el olor dulzón y caractarístico del butano, se sentó plácidamente a esperar. Antes de reencontrarse con su madre, aún alcanzó a mandar un wasap a su exmujer: "Hola Marta: ahora es cuando me alegro de que no hayamos tenido hijos. Lo he dejado todo a tu nombre. Espero que sepas disfrutar la vida como yo no he sabido. Pese a que todo estaba a nuestro favor, no supimos amarnos."

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