viernes, 20 de junio de 2025
Otra entrega más
Nos entregamos. Lo hacemos a diario y sin saberlo. O sabiéndolo, pero nos entregamos. Lo mio es una entrega mesurada y macerada desde hace treinta años. Me entrego a mi oficio y a mis pasiones. Me entrego a los demás por devoción, o por un instinto incontrolable que me define. Nací para entregarme. Padezco de un exceso de empatía que me atormenta y hasta me asusta. Tal vez hasta roce la insensatez. Me siento fuera de contexto. Soy un verso suelto de rima asonante. Un loco sacado de un cuento de otro tiempo. Desubicado. Trasnochado. Cuestionado. Casi descatalogado. Como decía, nos entregamos cada uno a su lucha, a su batalla, a su sueño, a su plato de lentejas, a a su odio irracional, a las tragaperras, al fútbol narcotizante, a la vida fitness, al ozempic, o a las carreras de caracoles. Cualquier cosa nos vale para entregarnos a la vida. La vida que se reinicia cada mañana como una entrega invisible del repartidor de Amazon. Nos llega sin querer y sin pedirlo. Abrimos el paquete sin conocer su contenido mientras apuramos un café y una tostada, o un cruasán, o unos huevos revueltos, y saltamos a la calle como el que se quita avispas del culo. Y de nuevo nos entregamos a la suerte, al destino, al amor, o a odiar a troche y moche que está más de moda. Estoy por comprarme un sillón de influencer, liarla parda y tributar en Andorra. Esta ha sido la entrega de hoy. No es nada del otro mundo, pero les aseguro que para escribirla me he entregado en cuerpo y alma.
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