lunes, 7 de julio de 2025

Noches tórridas

Salimos cuando baja el sol. El verano, en Murcia, siempre amenaza con derretirnos. A menudo me preguntan si estamos acostumbrados a vivir con estas temperaturas y yo les digo que no, que al infierno no se acostumbra nadie. Tomamos un blanco y negro en una terraza. Ahora, tras la pandemia, hay terrazas por todas partes para beneplácito de los hosteleros y de los mosquitos tigre. Noto la humedad en mi piel. Sudo. Tal vez sea por el efecto del granizado -me digo. Mientras continúa nuestra marcha nocturna pienso que el sudor no lo ha causado el granizado sino los 31 grados que tenemos a las diez y media de la noche en pleno centro de Murcia. Para colmo ando doblado. Mi padre me ha dejado como herencia todos sus achaques. Tengo sobrepeso, pero de eso no tiene culpa mi padre. Unos gatos se pelean como si el futuro del mundo felino estuviera en entredicho. Unos indigentes se refugian en un cajero automático acompañados de un cartón de vino Don Simón. Una rata se asoma por debajo de un contenedor de basuras y se vuelve a esconder, y se vuelve a asomar, como si pretendiera jugar a las escondidas. La luna se deja ver entre los tejados de la Murcia antigua para hacer acto de presencia en este relato. El calor sigue cayendo a plomo. La noche sigue su incontenible marcha. Yo camino doblado como un jorobado a medio hacer. Hace mucho calor. Demasiado calor para los turistas y para los de aquí.

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