viernes, 15 de marzo de 2013

Libros balsámicos


Llegó despacio. Arrastraba un poco los pies. Miró hacía los lados como intuyendo que alguien la perseguía o tal vez, tan sólo, por simple precaución. De un bolso de polipiel negro sacó un llavero que podría confundirse,  perfectamente, con el de cualquier sereno de barrio. Se agachó de lado, como  únicamente suelen hacer las mujeres, y quitó el candado que, por seguridad, anclaba aquella persiana oxidada con el suelo.
Con otra llave abrió la puerta del local. A continuación accionó el automático de la electricidad y, al instante, el minúsculo comercio quedó iluminado.
Sintió calor. Con un mando a distancia prendió el aire acondicionado.
Ocupó su lugar detrás del mostrador, sentándose en un viejo taburete sin respaldo. Colocó a su lado, después de pegar un trago, una pequeña botella de agua de plástico. Rebuscó, tras un displey promocional de cartón ondulado de Wonderbra, el libro que andaba leyendo en aquel momento y que llevaba por título Siddhartha, del escritor alemán Hermann Hesse. Se colocó unas gafas de acetato de color rojo que necesitaba para ver de cerca y que, en lugar de afearle, le proporcionaba un toque aún más interesante y atractivo a su rostro.
De ese modo, encerrada en aquella pequeña tienda de lencería de apenas quince metros cuadrados, heredada de su difunta madre, leía y releía centenares de libros balsámicos contra la soledad.
La lectura se había convertido para ella en una herramienta evasiva imprescindible para poder seguir viviendo. En cada línea, en cada capítulo y en cada nuevo libro, encontraba el alivio necesario para contrarrestar cada minuto, cada hora y cada día de su inconsciente reclusión.
Hace algún tiempo la vida se le había quedado grande y sólo los libros pudieron rescatarla del prozac.

2 comentarios:

  1. Es un poco triste este relato, como se habia kedado? Huerfana?, Viuda?, no se sabe,... pero con un buen libro todo pasa mas deprisa. Mejor leer ke tener ke usar el prozac... salu2

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  2. Como dice Villales, bonito pero triste, me recuerda a alguno de tus relatod del libro ya que te dejan aliviado al saber que al final la historia es alentadora, triste pero con esperanza.

    asi es aveces la vida, siempre puedes buscar un final feliz.

    un saludo

    Marina

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