sábado, 23 de febrero de 2019

Permítanme la duda


En sueños, he recibido una queja formal de este blog protestado por mis injustificadas ausencias. Al pobre, lo tengo desnutrido de palabras y emociones. Abandonado a su suerte como un perro en una gasolinera. Naufrago de un barco que navegaba a la deriva desde hacía algún tiempo. 
Una década de desahogos que no han servido para desahogarme. Una década de reclamaciones pidiendo justicia que han caído en saco roto. Una década de luchas que tan sólo me han llevado a seguir luchando. 
Languidece este blog mientras se asoma la primavera. Una época que debería de servir de estímulo y de inspiración y que tan sólo me lleva a darme cuenta, una vez más, del fétido olor a podrido que lo impregna todo. 
Mi novela me llama atrapada desde un documento word. Mis collages claman por su libertad encerrados en un sombrío cajón. Mis esculturas lloran inmóviles por su aburrida existencia. Los libros, ya leídos, me miran reclamándome nuevas caricias y atenciones que hace tiempo que no les brindo. 
Nuestras obsesiones y nuestros mundos paralelos nos reclaman continuamente atención mientras que nuestra mente huye en dirección contraria. Cada paso nos aleja del paso anterior y nos acerca a ninguna parte. Transitamos por un camino misterioso e incierto plagado de sueños que se desvanecen como una neblina cuando nos acercamos demasiado a ellos.
Nunca llegamos a ningún sitio porque nuestra mente ansía una utopía tras otra, como nuestro estómago no se cansa de digerir por muchos manjares o bazofias que le aportemos. 
Para subsistir, nos abrazamos a nuestros sueños mientras lo que poseemos, como este blog, languidece en un cajón. Catalogado o sin catalogar. Usado o sin usar. Acumulaciones continuas con tendencia a la desaparición. Como nosotros. O como todas las utopías que perseguimos o que, por suerte o por desgracia, aún nos quedan por perseguir. 


lunes, 4 de febrero de 2019

Ningún sitio


Dicen que los alpinistas, al llegar a la cima, sienten una sensación de desconsuelo. Una sensación agridulce mezcla entre el sabor de la hazaña alcanzada y el desconcierto del y ahora qué. 
Yo estoy un poco así, en la cima de mil relatos y haciéndome cientos de preguntas con complejas respuestas; respuestas que nadie, absolutamente nadie puede responder por mí.
La vida esta formada por incontables e inesperados momentos en los cuales nos lo cuestionados todo. ¿Será suficiente? ¿Servirá de algo? ¿Tendrá sentido seguir por el mismo camino?
Las letras, los relatos, la literatura, me han ofrecido, y me ofrecen tanto, que me siento en deuda con ellas; una deuda que soy incapaz de pagar por sentirme incapaz de ofrecerles a cambio algo mínimamente aceptable. 
Creo que está llegando el momento de dejar de intentar hacer algo para lo que no estoy preparado y dedicarme a disfrutar plenamente de los que realmente saben hacer esto. 
Quería llegar a mil y he llegado a mil. Siento que está cercano el momento en el que este blog ponga su punto y final y pase a dormir el sueño de los justos. Con el paso de los años se convertirá en arqueología informática. Imagino que dentro de cientos de años la arqueología será digital y los Indiana Jones serán unos frikis con almorranas escrutando archivos desfasados en lenguas muertas que nadie entenderá. 
Yo, en estos mil relatos, he intentado explicarme. En ocasiones, mis letras, estando vivas, parecían estar muertas. 
Es curioso, pero pese a haber llegado a mil, no he llegado a ningún sitio.