jueves, 14 de marzo de 2024

El cargador

Antes de meter cualquier otra cosa en la maleta, antes incluso que acomodar mi lencería fina, meto el cargador del móvil. Sin él no sería nada ni nadie. El móvil es el cordón umbilical del siglo XXI. Todo lo que necesitamos nos llega a través de él. Sin el móvil no seríamos capaces de vivir. Solo falta que nos lo metan dentro de la cabeza, pero tiempo al tiempo. Supongo que cuando nos lo consigan meter ya no tendremos que enchufarlo a la red, bastará conque nos tomemos un café, o una hamburguesa con doble queso, para que sintamos como la batería se nos recarga. Y seguro que el wifi desaparecerá también, y la señal nos llegará como nos llega el aire a los pulmones, o la saliva a la boca. No quiero ser agorero, ni parecer un habitante de las Cuevas de Altamira -aunque a veces lo parezca- pero es que cada día que pasa me gusta más lo antiguo. Todo esto pienso mientras busco como un loco, por toda la casa, el cargador del móvil. Seguro que me lo dejé olvidado ayer en el hotel. ¡No gano para cargadores!

viernes, 8 de marzo de 2024

El incendio

El teléfono sonaba con urgencia. Sonaba y sonaba sin encontrar respuesta. El fuego crecía y los bomberos tardaban en llegar. Al parecer, otro fuego en un viejo desguace de vehículos tenía ocupados a gran parte de sus efectivos. Mientras las llamas ascendían por el lateral de la vivienda todo parecía en calma. Todo a excepción de los fieros perros de la finca que ladraban enloquecidos. Un vecino, joven y fuerte, quiso trepar por la pared de hormigón que protegía el amplio perímetro de la parcela, pero las concertinas que protegían los altos muros se lo impidieron. El avance del fuego era sobrecogedor. Los vecinos de la urbanización, arremolinados en torno a la finca, observaban aterrorizados como, de entre las llamas, surgían pequeñas explosiones. Las impresionantes medidas de seguridad que ostentaban aquellos vecinos venidos del este, que no solían relacionarse demasiado con el vecindario, siempre les habían sorprendido. El fuego, inexorable, proseguía su avance. Cuando llegaron los bomberos el fuego ya se había adueñado casi por completo de la casa. La puerta blindada parecía inexpugnable. Alguien dijo que la familia venía de un país en el que no se puede disentir. Un país en el que solo se puede opinar tal y como dice la televisión. Un país sometido, al que, al parecer, aquellos sigilosos vecinos no habían querido someterse.