lunes, 29 de agosto de 2011

¿Cómo sobrevivir al síndrome postvacacional?











Sufridos lectores:



Lo tengo que reconocer aunque me averguence: llevo apenas ocho horas desde que regresé a mi honorable puesto de trabajo y creo que estoy siendo víctima del dichoso síndrome postvacacional.



Los síntomas que identifico intrínsecamente son estos:

1º- Llevo todo el día sin tener una sola erección.
2º- LLoro en el coche en el trayecto al trabajo, cuando pienso que, hasta el mes de diciembre, no volveré a estar más de cuatro días seguidos tocándome los huevos a dos manos.
3º- Me sudan las manos.(Quizás por habérmelos estado tocando todo el mes de agosto)
4º- He pensado en inventarme al menos cinco o seis enfermedades e ir a pedir la baja médica por tiempo indefinido.
5º- Me miro al espejo y me veo más gordo que antes de mirarme.
6º- Ha comenzado la liga de fútbol y me ha dado absolutamente igual.
7º- He sentido ganas de llorar escuchando a todos mis compañeros lo genial que lo han pasado en sus vacaciones y lo baratas que les han salido.
8º- Al ver a mi jefe esta mañana, me he tenido que reprimir unas enormes ganas de gastarle una faena en su cochazo nuevo.
9º- No he encontrado consuelo alguno en las cinco veces que me he escaqueado yéndome al bar de la esquina.
10º- Me he planteado hoy mil veces porque no le hice caso a mi abuelo cuando me decía que me metiera a cura.
Reconocido lo cual, me voy a la farmacia a drogarme con algún antidepresivo suavecito, antes de que me de por refugiarme en el alcohol.
Yo no sé ustedes, pero yo es regresar de las vacaciones y me da una mala hostia terrible.
¡Qué viejo me estoy haciendo!

viernes, 26 de agosto de 2011

Zbigniew Bielawka



Menudo nombre. Es todo un ejercicio de pronunciación. También serviría como una prueba para un concurso televisivo: Por quinientos euros, pronuncie usted, adecuadamente, el nombre de este pintor polaco. Sería una risa escuchar el intento. A mí me pusieron una vez, como penitencia, en la ciudad polaca de Lublin el tener que leer, en público, los nombres de unas clientas que participaron en un sorteo. Se partían de la risa todos los asistentes. Para nosotros, los latinos, es muy complicado pronunciar tantas consonantes en una sola palabra. Se nos pone la lengua de trapo.
Sin embargo, a pesar de la dificultad para pronunciar su nombre, la obra de Zbigniew Bielawka (Cracovia 1978) me convenció con prontitud, cuando la descubrí en la Jan Fejkiel Gallery XX lecie. Su originalidad, simpleza y genialidad me animó a invertir unos cuantos zlotys, que al cambio en euros tampoco me iban a suponer la ruina. Pero más allá del valor material, que siempre en el mundo del arte es muy relativo, adquirir ese pequeño dibujo, que lleva como título: "La caída del caballo", pretende ser un pequeño gesto de reconocimiento y apoyo a la cultura y el arte contemporáneo polacos.
Los dibujos de Bielawka a tinta aguada, escenifican un universo infantil, muy cercano a la ilustración y al diseño gráfico, con toques de nostalgía e inocencia. Sus dibujos son tan sencillos como complejos, tan infantiles como tremendamente simbólicos.
Espero que les guste.

miércoles, 24 de agosto de 2011

El fin del mundo pende de una cadena



Es para cagarse, pero no de miedo. Yo me cagué de la risa por ser ateo convencido y creerme Dios, como dijo el señor Ratzinger, que ahora creo que es Papa o algo así y lo quiere mucho "toda" la juventud del mundo. Cuando venía por Murcia no era Papa, todavía, de esos, pero le gustaban mucho las morcillas y las patatas asadas con ajo. Esa juventud, toda la juventud del mundo que estuvo en Cuatro Vientos, según parece, a la que regaban, a manguerazo limpio, los bomberos de Madrid, por orden eclesiástica, con la finalidad de que crecieran en fé y en número. Aquello se convirtió, como el que no quiere la cosa, en el mayor concurso mundial de miss camiseta mojada y,claro, por la noche, las farmacias de todo Madrid se quedaron, sin preservativos y sin píldoras del día después. Pero a lo que yo iba -que siempre me voy por los cerros de Úbeda- es que, en la Catedral de Cracovia, en Polonia, según dice una leyenda, el día en el que, por hache o por be, se caigan al suelo unos enormes huesos de ballena que están clavados de la pared con unos clavos más grandes que los de Cristo, y una cadena más gorda que la que lleva el demonio en la procesión del Domingo de Resurección en Murcia, que dicho sea de paso, este de ahora no mete el mismo miedo que metía "el chichones"; nos vamos todos a la mierda.
Ya me parecía a mí insuficiente que mi futuro dependiera de unos mercados, que nadie sabe donde están, ni quiénes coño son, porque en Murcia, sabemos que son todos los jueves, pero ¿Esos voraces y terribles mercados, cuando abren, y a qué hora cierran? Ahora, por si fuera poco, en Polonia me he dado cuenta de que nuestro futuro depende también de un hueso de ballena.
Estamos jodidos. La cuestión es tenernos siempre con el alma en vilo. Ahora dicen que hay que cristianizar Asia y que hacen falta curas. Joder, estoy por hacerme. Ya me lo decía mi abuelo:
-Pepico, métete a cura.
Tenía más razón que un santo.

domingo, 21 de agosto de 2011

La escalera de la muerte












Hoy he realizado un viaje al lado más oscuro de los hombres. A nuestra parte más siniestra y despiadada. A ese punto en el que, a los humanos, nos desaparece el lado racional, y nos enfrentamos -como si nos arrojaran encima un jarro de agua fría- con nuestro lado más irracional. Dos de esos agujeros negros que padeció la humanidad, entre muchos otros, desafortunadamente, fueron los Campos de Exterminio de Auschwitz y Birkenau, que he visitado esta mañana con la finalidad de reflexionar, fortalecer mi respeto al diferente y, desde el conocimiento de lo ocurrido, sumar mi humilde voz al grito de: ¡Nunca más!
Hoy estamos viviendo momentos donde se vuelve a fomentar, desde ciertos sectores políticos, la intolerancia y la intransigencia. Las masas, desde el miedo, son más fáciles de manejar. Las crisis económicas, desgraciadamente, traen consigo aparejadas grandes crisis de valores.
En ellas, los más débiles, siempre se llevan la peor parte. Por otro lado, hay que inventarse a un "cabeza de turco", y estos, cuanto más desprotegidos e indefensos sean, mucho mejor.
Los elegidos siempre serán los mismos: los extranjeros, los que profesan otras religiones, los que tienen otro color de piel, los que están en las prisiones, los homosexuales, las prostitutas, los indigentes, los deficientes mentales, y así todo un catálogo de indeseables para su "sociedad limpia y justa". 
Como no acallemos, con determinación, esas despiadadas voces a tiempo, todos esos grupos sociales, nuevamente, serán arrastrados, como mínimo, hacia la marginalidad. En los últimos años, todos volvemos a escuchar sus gritos de amenazas y sus discursos de intransigencia. Los tienen, nos tienen, otra vez, en su punto de mira.
Mi experiencia en la visita a estos campos ha sido dura. Me ha costado un gran esfuerzo no ponerme a llorar como un niño, y ahora que escribo esto, y recuerdo todo lo que he visto, me han contado, y posteriormente he leído, lamentó, sobremanera, no haberlo hecho.
Sus zapatos, sus maletas, sus ropas, sus gafas, sus cabellos, sus enseres de cocina, sus fotos, sus literas, sus barracones, sus letrinas. Esas electrificadas alambradas, las horcas, los paredones donde los fusilaban, las celdas de castigo, las salas de torturas, las cámaras de gas donde los rociaban con Cyclón B, los hornos crematorios y, por último, su libertad, para siempre, convertidos en cenizas, que los muy hijosdeputa utilizaban como fertilizante. Quizás, lo menos doloroso de todo lo que sufrieron en estos campos de concentración fuese la muerte.
Solamente en estos dos campos exterminaron a un millón y medio de personas, principalmente judíos, polacos, y rusos.
He elegido tan sólo dos imagen para ilustrar tanto horror: la escalera que daba acceso al crematorio número 2 de Birkenau (Auschwitz II), y una vitrina del museo donde se amontan miles de maletas, con los nombres y direcciones de sus dueños, los cuales, soñaban, algún día, volver a recuperar para regresar a sus casas.
Que nunca más vuelva a repetirse algo así.
El fascismo, y el resto de extremismos, traen, tan sólo, odio y muerte. No les demos cabida en nuestra sociedad. Son basura.

jueves, 18 de agosto de 2011

La amarga espera





Él no llegaba. Aquel viejo reloj se había convertido en su peor enemigo. Ese ritmo tan plomizo le estaba carcomiendo las entrañas. Él seguía sin dar señales de vida. ¿Quién sería realmente ese hombre? -se preguntaba ella. Se habían citado, por primera vez, en aquel café de Cracovia a las diez en punto de la noche y ya eran las diez y veinte. Él seguía sin aparecer. Tras el cristal, ella, impaciente, observaba una y otra vez a la gente que pasaba como si en realidad los que estuvieran dentro del escaparate fuesen ellos. Cada vez que alguien atravesaba el umbral de la puerta de aquella moderna cafetería, su corazón daba un salto mortal. Un salto al vacío, intuía. La espera le estaba provocando un constante y extraño hormigueo por las piernas. Las agujas de aquel reloj continuaban su viaje infinito, tic-tac, tic-tac. Cada vuelta que daban aquellas maléficas agujas le convencían más de su fracaso. Definitivamente, aquel hombre con el que mantenía una estraña relación cibernética durante tanto tiempo, era nada. Puro artificio. Quedaba claro que todas aquellas conversaciones fueron una sarta de mentiras. Un burdo pasatiempo. Un juego contemporáneo sin reglas preestablecidas, pero, un juego al fin y al cabo. Con ganador y perdedor.

La bolsa de Sephora que habían pactado como referencia para ese primer encuentro contenía, ilusionadamente, un regalo que había comprado para él. Notaba sus piernas dormidas. Su boca, impasible al dulzor del té, adquiría, cada segundo que pasaba, un sabor más amargo. Cómo amargo debía de ser el sabor de la decepción. -Pensó ella-

Cansada de aquella absurda y estéril espera se levantó, con dificultad, de aquella silla tan alta que daba al escaparate. Por momentos, estaba sintiendo que de haber seguido ahí, por unos minutos más, habría acabado convertida en una maniquí.

Salió, entumecida, huyendo in extremis de aquella increíble metamorfosis. Poco a poco, calle abajo, fue recobrando vida. Las piernas, ya semiplastificadas comenzaron a recobrar su piel.

A escasos metros de aquel extraño café donde el tiempo la consumía, bajo una fina lluvía, dobló la esquina y, sin más preámbulo, arrojó la bolsa de Sephora a un contenedor de basura.
-Eres basura, hijodeputa -dijo para sus adentros.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Midnight in París



Woody Allen se ha vuelto a superar -si eso es posible- con esta nueva película. Midnignt in París, ha sido, con diferencia, la mejor película que he visto este verano en el cine, aunque tengo que reconocer, que no soy un gran entendido en cine. Bueno, ni en cine ni en nada. Lo que ocurre es que su argumento, sus actores, su ambientación y su fantasía me han conquistado por completo. Ese ir y venir de grandes personajes del mundo del arte y la literatura de distintas épocas, aportando, cada uno, su toque personal a esa fascinante historía romántica, me ha resultado muy agradable y sugestiva.

Me he sentido, todo el rato, en los zapatos de su personaje principal. Quizás, por el hecho de que, como él, estoy intentando escribir mi primera novela, cosa que no le deseo ni a mi peor enemigo. En la película, la eterna lucha: fantasía contra realidad, adquiere total protagonismo, quizás tanto, como en nuestras propias vidas, aunque en muchas ocasiones no reparemos en ello.

Picasso, Dalí, Hemingway, Man Ray, Buñuel, y hasta el torero Belmonte, se apuntan a la fiesta, a la que tú no deberías faltar.

Lo único que no me ha quedado suficientemente claro de esta película es si me gustó más la rubia o la morena.¿Puedo quedarme con las dos?

Como ilustración a este pequeño homenaje a Woody Allen, he elegido este dibujo que compré, en plena calle, a un bohemio pintor, en el barrio judío de París.

Siempre se ha dicho:"París bien vale una misa". Pero, cuando viaje usted a París:"Hágalo sin prisa". Merece la pena.(la visita, no la rima)

martes, 16 de agosto de 2011

Caramulo es todo y nada





















Todavía sigue mucha gente sin comprender, el porqué elijo, con lo grande que es el mundo, a Caramulo -una pequeña aldea perdida en la montaña portuguesa-como el lugar ideal para pasar mis vacaciones, y explicarlo, en realidad, sería tan complicado como describir la teoría del big bang.

Debo reconocer que en Caramulo no hay gran cosa. Los que van buscando, en sus vacaciones de verano, grandes cosas, quizás allí no encuentren nada, y por el contrario, tal vez, los que lleguen a Caramulo, sin buscar nada, lo puedan encontrar todo. En el fondo, lo que queremos ver en las cosas, en los paisajes, mirando un cuadro impresionista, apasionándonos con los coches, o en las personas que nos rodean, sin saber porqué, es el resultado de una compleja ecuación que desarrolla nuestro cerebro, sin contar con nosotros, en cuestión de segundos -sugestión- y que ya muy raramente nos cambia -convicción-.

Yo soy un apasionado de Caramulo, lo reconozco. Me podía haber dado por peinar bombillas, pero ante la duda, me dio por irme a Portugal.

La primera vez que fui, casi por casualidad, me sugestionó y, la segunda vez, y de una manera definitiva, me convenció.

Quizás, ese halo de nostalgia que lo envuelve todo, me recuerde un poco, a la ambientación de las novelas de Carlos Ruiz Zafón, o incluso a las del incipiente escritor David Monteagudo. Sus calles adoquinadas, sus antiguos ambulatorios abandonados, sus jardines sin gente, sus paisajes inmensos con grandes bloques de granito que sugieren mágicas formas, la profundidad de los valles que se divisan desde la altura, su temperatura envidiable en comparación a los tórridos veranos que sufrimos en mi tierra y, sobre todo su silencio. Su apacible y acogedor silencio que envuelve a la aldea como un sútil celofán.

Caramulo sigue suponiendo ausencia de multitudes y facilitando el reencuentro con uno mismo y la naturaleza. Una naturaleza abrupta, pero a la vez dominada por el hombre, lo que, sin darnos cuenta, nos consigue trasmitir la fuerza de ese binomio: hombre-naturaleza, tan alejado y tan necesario para nuestra vida cotidiana.

Sin pretenderlo, ya me conocen por allí. Mi cara les suena. Soy, para ellos, el español de todos los veranos. Un intruso que, aún pretendiendo ser un turista modélico, no dejo de ser un turista más. Al fin y al cabo, un turista es algo así como alguien que se asoma a un balcón, o admira un cuadro de Rembrandt o, durante un instante, se queda enbobado delante de un bonito escaparate, se rasca el sobaco y se va.

Gracias a mis amigos del magnífico Restaurante Montanha (Rua do Clube, tel:232862008) los cuales, a ritmo de fado, nos brindaron, a mi esposa y a mí, la oportunidad de degustar ese maravilloso cocido portugués. Gracias Caramulo por acogerme un año más, aunque todavía no sé muy bien porqué me acoges así.


miércoles, 10 de agosto de 2011

El asedio de los mercados





















Estos días de vacaciones me han llevado hasta la monumental ciudad salmantina de Ciudad Rodrigo. El trayecto entre Murcia, que es donde yo resido -cuando resido en algún sitio- hasta esa preciosa ciudad, lo he realizado en coche, soportando por la radio, el continuo asedio de los informativos por el azote, al que estaban sometiendo los "mercados", a la deuda soberana de Italia y de España. Según escuchaba las noticias no sabía si era mejor opción: estrellar mi vehículo contra un radar fijo de la autopista y morir, de ese modo, haciendo felices a los sufridos veraneantes, o seguir gastando euros, tan felizmente, como si la cosa no fuera conmigo. Al final, por la cosa del turismo, he optado por "hacerme el sueco".

La prima de riesgo de estos dos países mediterráneos, durante esta última y fatídica semana, se ha ido a la mierda de la mano, como se hundió el Titanic o se perdió la Armada Invencible, que de invencible tenía lo que yo de astrofísico.

Curiosamente, me he dado cuenta, al llegar a Ciudad Rodrigo, que antiguamente los asedios tenían cara y ojos, cosa que ahora no. Me explicaré mejor para que ustedes no piensen que escribo bajo los efectos del tinto de verano. Cuando los franceses o los ingleses asediron Ciudad Rodrigo a comienzos el siglo XVIII, estos ponían cerco a sus murallas y durante semanas, erre que erre, nos jodían a base de darnos manteca y tirarnos con toda su artillería, como el que reparte cromos de futbolistas en la puerta de un colegio. Te jodían a base de bien, y cuando conseguían, por fin, abrir un boquete en las murallas te invadían como Dios manda , te violaban a la mujer, y se llevaban hasta la ropa vieja. Eso eran asedios y no los de ahora. Los asedios contemporáneos son tan complicados e inexplicables como el arte contemporáneo. Antes veíamos un cuadro y decíamos: eso es un Cristo Crucificado. Ahora, sin embargo miramos un cuadro y decimos: ¿Qué leches es eso? Antes nos asediaban los franceses y nos cagabamos en sus muertos y ahora nos asedian los mercados y nos preguntamos: ¿Quién narices serán los mercados? ¿Por dónde nos atacan esos hijos de puta?. Antes luchabamos defendiendo las murallas y muriendo en las trincheras, pero ahora, cómo diablos nos vamos a defender de un enemigo invisible que nos tiene a todos en jaque?

En Ciudad Rodrigo siempre han entendido mucho de asedios, pero no de estos. Según me ha dicho el paisano de la fotografía: "estos de ahora son más cabrones".

viernes, 5 de agosto de 2011

Gestionar el arte en la calle
















Mi amigo Artur Szustka, que es un polaco de pro que vive en Varsovia y está nominado para ser el director de la nueva torre de Babel, por la cantidad de idiomas que habla, me ha enviado, recientemente, unas estupendas fotografías de unos graffitis que alguien a pintado en Varsovia. Al final, sin pretenderlo, este blog se está convirtiéndo en un catálogo de arte callejero internacional, cosa que no me disgusta lo más mínimo.

Que la gente tenga necesidad de expresarse es algo maravilloso. Los que realmente me dan pena son los que no tienen nada que decir, ni nada que aportar. No quiere decir esto que yo apoye, a ultranza, a aquellos graffiteros que se dedican a pintar en cualquier sitio, fastidiando mobiliario urbano, paredes de edificios, persianas, autobuses, trenes, metros y todo lo que se ponga a tiro. Estos me parecen unos "guarritis".

Las imágenes que me envió Artur son auténticas obras de arte dignas de cualquier museo de arte contemporáneo. Este tipo de arte nunca estorba en la calle, sólo habría que habilitar zonas específicas para que artístas y admiradores podamos ir ahí a disfrutar. Incluso, sería adecuado gestionar espacios, mediante concurso, para que cada graffiti se exhiba un determinado número de semanas o meses.

Creo que el arte callejero se debería respetar, promover y gestionar mejor. Desgraciadamente, hay mucho arte de calidad desaprovechado en las calles de todo el mundo.

Muchas gracias Artur por tus geniales fotos. Gracias a tu esfuerzo, hoy disfrutamos todos de ese artista, tan genial como desconocido.

jueves, 4 de agosto de 2011

Disparos de amor




Cuando lo normal, en estos días tan convulsos que corren, es disparar a discreción contra todo aquel que piensa difente, reza diferente o tiene otro color de piel diferente, me ha llamado tremendamente la atención, que alguién haya dedicado unos minutos de su vida a realizar una pintada, en plena calle, con el objetivo de hacer reflexionar a los transeúntes sobre la necesidad de cambiar balas por corazones.

Esta poesía visual, al más puro estilo de Joan Brossa, la encontré, esta mañana, en la pedanía murciana de Cobatillas, y como se puede apreciar, esta situada en una humilde calle que lleva como nombre: río Guadalquivir.

Curiosamente, en la calle río Guadalquivir, nombre árabe que significa río Grande, que era como ellos lo conocían. Aún perduran en nuestro vocabulario miles de palabras de otros orígenes. Latinas la mayoría, pero enriquecidas con el árabe, el griego y otras que, han ido cimentando nuestra lengua, nuestra cultura, definiendo nuestras costumbres y hasta nuestra forma de ser.

Ahora, nuevamente, la intransigencia está cobrando relevancia. La crisis económica favorece, en gran medida, que se reproduzcan episidios de violencia y rechazo explícitos al diferente, con la connivencia de nuestro silencio y nuestra pasividad.

Los extremismo, ya sean religiosos o políticos, representan los enemigos más acérrimos de las sociedades contémporaneas y democráticas.

Frente a ellos, deberíamos de reaccionar sin dilación. Episodios como el 11-S en EE.UU, el 11-M en España o el atentado más reciente sufrido en Noruega, protagonizado por un miembro de la extrema derecha -que está ganando terreno en Europa de manera increíble, sin que hagamos el más mínimo esfuerzo para evitarlo- son señales inequívocas de que se está incendiando, bajo nuestros pies, un sustrato invisible de odio e intransigencia.

El problema de los incendios subterráneos es que no los vemos hasta que no pisamos sobre ellos, nos hundimos y nos abrasamos vivos.

La intransigencia y el extremismo representan, sin duda alguna, un incendio subterráneo que nos amenaza. Los extremistas, por tanto, nos tienen en su punto de mira para arrojarnos encima, en cualquier descuido, su odio y su mierda.

Enfrentemos ante ese odio vísceral y sin sentido, toda nuestra cultura, más democracia, más convivencia y más aceptación de la multiculturalidad.

La historia ha demostrado sobradamente que pueblos diferentes y religiones diferentes pueden convivir en perfecta armonía, y esta, solo se ha visto truncada cuando, una de las partes, a querido imponerse por la fuerza a las demás.

Al final, desgraciadamente, todo se resume en querer acaparar el poder, sino por lo civil, por lo militar. Por las buenas o por las malas.

Es muy esperanzador que aún queden personas cuyas armas estén cargadas de amor y disparen corazones a discreción.

Enhorabuena al artista desconocido.

martes, 2 de agosto de 2011

Bugarach o Montegudo




Mucho se esta hablando del fin del mundo a colación de una profecía que vaticina que el mundo se acaba en 2012. Según algunos expertos, al parecer mal informados, y que habían confundido unas transcripciones mayas, se han dado cuenta de su error de cálculo y han cambiado radicalmente su discurso en los últimos días. Ahora, al parecer, han reconocido que es Monteagudo, una pequeña e histórica población murciana, donde se han encontrado restos arqueológicos de pueblos hasta ahora desconocidos -al parecer emparentados con los tartesos- y donde pasó gran parte de su vida el rey erúdito Alfonso X El Sabio a "sabiendas" de la importancia cósmica y mágica del lugar, será, como decía, la única población que se salvará del cataclismo que se nos avecina.
De hecho, por todas las dudas maléficas y teólogicas que suscitaba ese escarpado promontorio, las autoridades eclesiásticas decidieron, hace unas décadas, poner un Cristo sobre las ruinas del castillo del rey sabio, para evitar con ello, peregrinaciones de herejes y los akelarres que se prácticaban en alguna de sus cuevas, ahora destruidas y antaño muy transitadas por personas devotas de prácticas contrarias a la fé cristiana.

Por tal motivo, y puestos en contactos con personas cercanas al Alcalde Pedáneo de Monteagudo, se han producido, por si sí o por si no, varios empadronamientos de personas llegadas de Francia, Bélgica, Holanda y Oklahoma (EE.UU).

Preguntados, los lugareños, por el aspecto de estas personas, los informantes los describen como personas pacíficas:

-Algunas de ellas llegarón en un Dyane 6 pintado con motivos florales- Dijo un señor regordete y con cara de buena persona.

-Son buena gente, aunque van vestidos con túnicas blancas y unas barbas tremendas. - Dijo una señora, mientras paseaba a su perro por la calle Mayor.

-A mí no me gustan nada, gastan menos que un ciego en novelas. Por una vez que vienen vecinos nuevos al pueblo, encima son tacaños y no tienen ni un euro -Dijo la tendera del supermercado algo irritada por la situación.

- Son un poco guarrillos, se mean detrás de las tapias y hablan muy raro -Dijo un joven desempleado sentado en un banco del jardín.

Según fuentes bien informadas ya se ha creado una comisión para estudiar la posibilidad de construir 200.000 chalets adosados en la parte alta de la población, con la finalidad de ofrecer una adecuada oferta inmobiliaria a los forasteros. En estos momentos se esta discutiendo la posibilidad de construir, o no, una veintena de campos de golf, ya que ello depende de la implicación de las cajas de ahorro locales y estas no están para tirar cohetes.

Desde este humilde blog magazine seguiremos informando al mundo de todos los acontecimientos que se vayan produciendo en Monteagudo, ante la llegada masiva de personas que se espera, en la población, durante los próximos meses.

lunes, 1 de agosto de 2011

Artistas incómodos



















Una nueva escultura ha surgido. Ha tomado forma desde la nada, para convertirse en un objeto extraño de deseo, repulsa o indiferencia. Curiosamente, esta escultura, al igual que un ser vivo, adquiere forma, humana o mundana, para ser algo o no ser nada. Para acumular méritos y alabanzas o tan solo capas de polvo superpuestas a modo de recubrimiento de mugre.

La mayoría de las veces, la gente no llega a entender a las esculturas, por no enterder el simple hecho de su propia existencia vital. Vivimos creyendo en nuestra originalidad, sin darnos cuenta que somos una ínfima parte de un todo, al cual le da absolutamente igual que triunfemos o que nos sepulte un alud de inmundicias.

Nuestra azarosa existencia es una escalera hacia la creación o hacia la simple y biológica procreación, aunque en demasiadas ocasiones pasamos de largo sin crear ni procear nada. Creamos, casi siempre, sin saber para qué, al igual que aparecimos un día, sin que nadie nos llamara y sin ningún destino aparente.

Hay religiones donde esta mal vista la creación. La creación es cosa de seres superiores o de los dioses, de tal forma que, si alguien osa crear está adoptando un rol que no le pertenece.

Esos sumos sacerdotes (estos tienen mucho tiempo para pensar porque no pegan un palo al agua) debieron llegar a la conclusión de que es más valioso el que procrea (más súbditos, más riquezas, más poder) que el que crea (más pensadores, más problemas, mal rollo).

Me di cuenta, hace muchos años, al hacer mi primera escultura que acababa de dar un primer paso en un maravilloso y reflexivo camino hacia la creatividad. Cada nueva obra me supone un compendio de opciones, un sinfín de alternativas que me obligan a tomar decisiones y a posicionarme frente a la obra, para justificarla o para dotarla de un sentido y de un mensaje hacia el espectador.

Es por consiguiente la creación una forma de expresión tanto como una forma de liberación personal. Ahora entiendo porque, a algunos artistas, se les persigue y se les estigmatiza. El hecho de crear obliga a pensar y las personas que piensan y crean suelen ser demasiado incómodas.

Si os gusta esta escultura dejadme algún mensaje y si no os gusta, también. Mil gracias.