lunes, 30 de julio de 2012

En busca de nuestro futuro


Hoy, a las puertas de unas merecidas vacaciones, hemos vuelto a invertir en educación como herramienta que nos augure un futuro mejor. Hemos intentado, entre todos, motivarnos, visualizando todo aquello que somos capaces de hacer, con nuestro trabajo y nuestra implicación, para mejorar la situación de los negocios de nuestros clientes, ayudándolos a rentabilizar más su esfuerzo y el de sus equipos y, sobre todo, colaborando estrechamente en sus procesos de diversificación y optimización.
Hemos renovado y adaptado, a la situación actual, nuestras principales líneas estratégicas, con la confianza y seguridad de que serán capaces de convertirse  en vehículo de crecimiento, para unos, y tabla de salvación, para otros. 
Durante la reunión, ha quedado patente la situación anímica de cada uno de los integrantes de este maravilloso equipo -que tengo la fortuna de dirigir- su nivel de motivación y, sobre todo, su poder de convicción. 
La nota media para los participantes de esta jornada sería, del uno al diez: un seis. Entre ellos habrían matrículas de honor, suspensos clamorosos, algún progresa adecuadamente y varios aprobados por los pelos. 
Como asignatura pendiente seguimos teniendo cierto déficit de comunicación y como defecto, en algunos casos, echo en falta cierta dosis de autocrítica y un mayor grado de implicación.
Lo más importante es que seguimos en la lucha, seguimos creciendo y seguimos unidos. Somos un grupo humano fuerte y capaz de conseguir las más altas metas que nos propongamos y que nos exijan desde la empresa. Mi trabajo consiste en sacar lo mejor de cada uno de vosotros, incluso aquello que pensáis que no sois capaces de hacer o de lograr.
Un equipo como el nuestro no tiene límites. Por eso os pido, ahora que nos vamos de vacaciones, que, a nuestro regreso, luchemos con las fuerzas renovadas, con las ilusiones intactas y dando lo mejor que llevamos dentro.
Si todos lo queremos y lo deseamos, si todos nos unimos en la lucha, si nos entregamos redoblando esfuerzos y apoyándonos en nuestras estrategias, esta segunda parte de la crisis tampoco nos tumbará.
No será fácil, quizás hasta sea duro, pero yo lo voy a pelear. Espero de todos vosotros, como le ocurrió a Forrest Gump, que me sigáis. Nos queda mucho camino por recorrer.
De todo corazón: ¡Gracias!
Felices vacaciones. 

jueves, 26 de julio de 2012

Cuéntame una de fútbol





Esto era una vez un argentino, un gallego, dos gordos, un alto ejecutivo, un excursionista y dos que pasaban por allí y va uno de los gordos y dice: Oye tíos: ¿Por qué no jugamos un partidito allá por el cementerio, antes de irnos de vacaciones, y luego nos comemos un conejo frito con tomate, si vemos que tal?
¡Dabuten tío! Yo me encargo de alquilar el campo y de organizar la cenorra- dijo el gordo más guay de los dos.
La cuestión es que estos colegas -vendedores en su mayoría- (los de rojo) no tuvieron otra idea mejor que pedirles partido a los chavales de su fabrica (los de azul) que corren como galgos y empujan como la madre que los parió.
Así que el día de autos, nada más en el calentamiento, si es que lo hubo, el partido ya estaba perdido. 
Los nuestros (los de rojo) pensaban más en el conejo y no olían ni la bola. Los chavales de la fabrica (los de azul), por el contrario, no sólo corrían, si no que parecía que volaban bajo como cuando canta el grajo.
Los goles empezaron a caer de tal modo que, afectados por el Síndrome de Malta, perdimos hasta la cuenta de los que nos iban metiendo. Si no llega ser por un señor con bigote, que había en la grada, hubiéramos perdido la cuenta. Al parecer la cosa acabó tan sólo 7-3 para los de la fábrica. 
Hubo un gordo lesionado y el alto ejecutivo acabo medio fundido. El argentino acabó amenazando con cortar las piernas del que se atreviera a tirarle otro caño y el conejo con tomate, pimientos y berenjenas estuvo de maravilla.
El fútbol no es para viejos, el conejo con tomate, sí. De cualquier manera ya se habla de revancha.
Para comerse un conejo no hacía falta tanta historia.

martes, 24 de julio de 2012

Días de hospital XLI



Tengo que reconocer que no sabía cómo coño poner 41 en números romanos. No tenía hoy, tampoco, en este día de dudas, ni idea de qué foto elegir de todas las que le había tirado a mi madre en su último día de hospital. No teníamos la más remota idea de a que hora vendría la ansiada ambulancia a recogerla para alejarla de ese maldito agujero negro hospitalario llamado Morales Meseguer, aunque, en realidad, me temo que todos los hospitales sean, en cierta medida, agujeros negros que conectan esta realidad con la otra que desconocemos. 
La visita de la doctora, que tanto me alegraba en los últimos días, me ha caído como un jarro de agua fría. Los resultados del TAC me han hecho entender que no entendía nada. Ha sido, la recibida, una información desinformante, dolorosa y fulminante. La bella doctora se ha transformado, por un instante, en la madrastra de la Cenicienta, con capirote y verruga en la nariz incluida. Tras esa alucinación pasajera he vuelto a mi consciencia inconsciente, y le he dicho a la doctora que no tenía más dudas, ni más preguntas, cuando en realidad lo que quería decirle era todo lo contrario: Doctora, no entiendo absolutamente nada de lo que me está diciendo. Si fuera religioso o católico de esos de golpe de pecho, me preguntaría: ¿Dios mío, qué ha hecho mi madre, tan malo, para merecerse eso? Pero como soy ateo recalcitrante y orgulloso de serlo, sólo me queda maldecir, una y mil veces, a un sistema sanitario arcaico y caótico, revestido de modernidad, que hace aguas por todos lados. 
Sé que este no es el mejor modo para concluir esta serie de relatos hospitalarios. Nunca fui un hombre demasiado diplomático. Días de hospital pretendía ser un diario donde recoger las experiencias de la estancia de mi madre en el hospital y todo cuanto sucedía a su alrededor, a través de mis ojos, soñando siempre con un final feliz. 
Hoy, que pongo fin a este cuaderno de bitácora, me he dado cuenta de que los cuentos, en la realidad, no siempre acaban con un final feliz.
Este cuento de mi madre finaliza con un nuevo comienzo. Finaliza cuando ella comienza una nueva lucha, injusta y despiadadamente desigual. Finaliza pues en falso. En una salida del hospital que nos conduce irremediablemente al hospital y al hospital y al hospital...
Como una terrible pesadilla que nunca deberíamos haber sufrido y yo nunca debería haber escrito.
Mucha suerte mamá. No te fallaré. No te fallaremos.

sábado, 21 de julio de 2012

Días de hospital XL



Esta tarde mi madre no para de hablar. Eso es buena señal. Una vez estaba ahogándose en la piscina de Archena y el socorrista que la sacó dijo que la encontró hablando debajo del agua. Así es mi madre. 
Me habla de cuando yo tenía un añito. Lavaba mis pañales -ella les llama los trapos- en la acequia que pasa por La Raya, una pedanía de Murcia en la que mis padres, por aquella época, regentaban el casino. Mi padre se daba el piro en la moto y allí se quedaba mi madre despachando cervezas conmigo en los brazos. Quizás por eso yo tengo alergia a la cerveza, pero no la extraño. Antes bebía Coca-Cola a tutiplén, pero ahora, durante las comidas, bebo más vino y, últimamente, sidra con hielo picado que en verano es una delicia. Deberían probarla. Sin embargo mi madre es más de cerveza.
La señora que tenemos ahora en la cama de al lado hace seis años que perdió el habla. Se pasa la vida de hospital en hospital, si es que a eso que tiene la pobre mujer le podemos llamar vida. Se la pasa gimiendo todo el día y toda la noche. Dice mi madre que ella no quisiera verse nunca así.
Los médicos nos echan del hospital. Nos han avisado de que el lunes nos van a dar el alta. Quizás sea lo mejor. Mi madre y los antibióticos han hecho tanta amistad que ya ni le hacen efecto. La confianza mata. Por ello, los médicos nos dicen que la saquemos de aquí cuanto antes. Los virus corren por los pasillos a la misma velocidad que se dispara nuestra prima de riesgo.
Los días de hospital, en principio, están llegando a su fin. Me da vértigo mirar hacia atrás, y no las tengo todas conmigo si miro hacia delante.
Para que haga un poco de ejercicio, con ayuda del hijo de la señora de la cama de al lado, hemos levantado a mi madre del sillón y la hemos ayudado a andar un poquito por el pasillo. Poca cosa, aunque menos da un piedra.
El enfermero, tras pincharle en el dedo, nos ha dicho que tiene 217, mientras la prima de riesgo española estaba a 617. La prima ha ganado a mi madre por 400 puntos. Si mi madre tuviera eso de azúcar no la salvaba ni Batman, aunque Batman tampoco salvó ayer a los doce espectadores que se cargaron   en EE.UU el día de su estreno. Iba a ir al cine pero estoy por no ir.


jueves, 19 de julio de 2012

Días de hospital XXXIX


La verdad que estamos alucinando con este equipo médico. Actúan con rapidez y decisión, informan con claridad y sientes el apoyo de una manera real y humana. Yo no sé si es que este equipo viene de refresco y ha disfrutado de unas merecidas y fantásticas vacaciones en Punta Cana, pero lo dicho: ¡Qué maravilla!. Trabajan como si este gobierno no les hubiera quitado la paga extra de navidad y el anterior no les hubiese rebajado el 5% el sueldo.
Por sorpresa y sobre todo por poder contar con la ayuda de mi amigo y compañero Sylvain Louison -que dicho sea de paso es el mejor peluquero del mundo- hemos ido a  cortarle el pelo, ponerle el tinte de 10 minutos de Tahe, -que le ha cubierto la cana de cuatro meses perfectamente- y ponerle un tratamiento Infusión de queratina, también de esa prestigiosa marca de cosméticos de Murcia.
-Esto no me lo hacen en la peluquería de la tercera edad -ha comentado ella, sorprendida.
-Ni en la de la cuarta, mami -le respondí.
La compañera de habitación de mi madre se ha sorprendido de que esas canas, de cuatro meses y medio, se hayan cubierto en tan sólo diez minutos.
-No me lo puedo creer - decía la señora. Mi hija es peluquera y no usa tintes de 10 minutos. La verdad, es de tontos teñir en media hora si ya hay productos, tan buenos como este, que en 10 minutos te cubren la cana y te aportan ese brillo -exclamó tan convencida.
- ¿Los productos de Tahe se fabrican en Murcia? Yo pensaba que era una marca extranjera -nos explicó la señora, insistiendo en su sorpresa por la forma de colorear y tratar el cabello de una manera tan rápida y eficaz.
- Así es, tan murcianos como los limones y se exportan a más de cuarenta países -le expliqué.
- Pues que gusto que hayan empresas así en Murcia, ojalá y hubieran muchas como esa. Ya hablaré yo con mi hija para que gaste más productos de vuestra marca. 
Mi madre, gracias a Sylvain, se quedó preciosa. Por la tarde, siguió andando por el pasillo con la ayuda del fisioterapeuta y su andador. Esta mañana, van a realizarle una biopsia en la mancha que ya descubrieron en la UCI, en uno de sus pulmones, y que no consideraron necesaria realizar pero que este equipo médico, para su tranquilidad y para la nuestra, ha decidido llevar a cabo. De sus resultados va a depender su tratamiento post-hospitalario.
Esperemos que todo salga bien y esa biopsia de negativa.
Gracias Sylvain y gracias, sobre todo, a estas doctoras. Grandes profesionales y encima guapas. Seguro que usan productos de Tahe.

martes, 17 de julio de 2012

Escatologías patrias


Atención, por favor:
¡El siguiente artí-culo puede herir la sensibilidad del lector!

España ¡Qué gran país!. Un país donde estamos acostumbrados a arrojar nuestra mierda al prójimo, dejar la mierda y salir corriendo o remover la mierda, con o sin ventilador. De hecho, tenemos la fea costumbre de mandar a la mierda a la gente que nos incomoda. La escatología es como una ciencia infusa que adquirimos a edades muy tempranas, que nos acompaña de por vida y, para muchas personas, tiene tanto, o más valor, que las matemáticas o la geografía.
Lo escatológico inunda nuestras vidas con normalidad absoluta, con tintes de complicidad y hasta de modernidad.
Cuarenta y cinco millones de españoles pagaremos, durante décadas, la mierda de nuestros banqueros y de nuestros exquisitos especuladores de la construcción a los que siempre corearon y arengaron unos políticos de mierda. Ahora se ven menos constructores. El retrato robot era siempre el mismo: Cincuenton, gordo como una vaca, dentro de un enorme Mercedes, con el brazo por la ventanilla, enseñando, a la plebe, el Cohiba lancero que se fumaba, y un Rolex de oro -casi siempre falso-
Todo esto que aquí escribo, a modo de desahogo, viene a cuento del desagradable hallazgo biológico que he descubierto, esta mañana, en una conocida venta de Fuente la Higuera (Valencia). 
Como de costumbre, cuando me desplazo a trabajar a Valencia, paro a tomar un cafecito y, antes de reanudar la marcha, voy al retrete. Y hete aquí cual ha sido mi sorpresa que, al abrir la puerta, esa enorme mierda estaba allí, presidiendo una arcaica letrina cuartelera de los años cincuenta.
El cagon ha dejado el mojón, a modo de performance, en una demostración pública de sus gustos contemporáneos. Hubo un artista italiano llamado Piero Manzoni que puso en circulación 90 botes llenos de su propia mierda y por los que hoy se está pagando una pasta gansa. Este artista del culo de Fuente la Higuera ha dejado, en esta venta, una prueba inequívoca de sus dotes artísticas y yo no he querido dejar esa excelente y genuina representación en algo efímero, por lo que he creído conveniente y generoso, por mi parte, compartirlo con todos los amantes del arte contemporáneo que visitan este blog mediante esta fotografía.
El mundo está tan lleno de artistas como de culos poco aprovechados.

lunes, 16 de julio de 2012

Días de hospital XXXVIII


Hoy, en nombre de mi madre y de toda mi familia, quiero agradecer el apoyo ofrecido por la nueva doctora que esta atendiendo a mi madre. Cuando todo apuntaba a un indeseado traslado al Hospital San Carlos, la doctora, en un acto de escucha y comprensión hacia mi madre, que le honra, nos ha permitido permanecer en el Hospital Morales Meseguer y nos ha asegurado que va a ordenar que intensifiquen su rehabilitación y sus cuidados.
No he podido evitar emocionarme por el simple hecho de sentirme escuchado y comprendido, y si, en realidad, esos cuidados se llevaran a cabo, como así parece que va ha ser, esta doctora va a conseguir que recupere cierta credibilidad y confianza hacia el sector médico.
Luego, me he ido a trabajar y me he perdido algo en lo que llevaba soñando hace mucho tiempo: los primeros pasos de mi madre.
El fisioterapeuta con ayuda de un andador la ha conseguido levantar y que diera sus primeros pasos, para nosotros de mucho más valor histórico que los que diera el mismísimo Neil Armstrong cuando pisó la Luna. 
Me los he perdido yo, pero los a disfrutado mi padre, que bien merecido se lo tenía el pobre, después de todo lo que esta apoyando desde el primer día.
Ahora tengo que aprovechar este tiempo extra, que nos ha concedido la doctora, para intentar adaptar la casa de mi madre lo antes posible a su nueva realidad. Ojalá me dé tiempo a todo.


sábado, 14 de julio de 2012

El Ana Cecilia navega hacia la esperanza


Amo a Cuba y no me pregunten ustedes por qué. El amor, cuando surge, no tiene una explicación lógica. Surge de un proceso químico secreto; por un orden de cosas desconocidas para la ciencia por mucho que los científicos nos quieran demostrar que lo tienen controlado. Dicen que, el enamoramiento, es tan sólo una cuestión de hormonas. 
Pero: ¿Cuándo nos enamoramos de un país, o de una escultura de Ignacio Basallo, o de una playa, también es una cuestión hormonal?
Más allá de perderme en elucubraciones que me alejan de mi intención, quiero mostrar mi tremenda ilusión por el hecho de que un barco, cargado de productos de primera necesidad, haya zarpado, por fin, desde Míami hasta La Habana. Lo curioso de esto es que mucha gente se preguntará: ¿Qué tiene de especial que un carguero haga un trayecto de un puerto a otro? De hecho, se supone que los puertos y los barcos están para eso, por lo tanto: ¿Qué tiene de especial este viaje del Ana Cecilia?
Cincuenta años es mucho tiempo, amigos. Es tanto tiempo que ni yo había nacido. Por lo tanto, mucho cubanos de mi edad, que contemplaban el atraque del Ana Cecilia en el puerto de La Habana, era la primera vez que veían amarrar en el puerto un barco comercial procedente de los Estados Unidos. El bloqueo, ese embargo económico al regimén comunista de los Castro, comienza a flexibilizarse medio siglo después. Atrás quedan cincuenta años de precariedad, de tensión y de absurdo. Cincuenta años de cabezas nucleares y cabezas huecas. Cincuenta años de resistencia y de insolencia. Cincuenta años de secuestro a un pueblo, el cubano, a manos de unos viejos locos vestidos de verde oliva y unos estadounidenses anclados en la guerra fría y en  el abuso de poder. El conflicto cubano-estadounidense más allá de ser la icónica confrontación comunismo-capitalismo es un himno a la estupidez y a la intransigencia. 
De todo ese detritus político el peor parado siempre ha sido el pueblo cubano. La parte más débil, sobre todo desde la caída del bloque comunista, en este pulso cavernario y sin sentido, donde la gente, para alimentarse, conseguir un pantalón o una simple aspirina, tenía que "solucionar" la conjetura de Poincaré.
Tengo amigos cubanos a los que admiro por su educación. Son gente preparada que sabe ubicar en un mapa cualquier país, que conocen los significados de las palabras: cultura, familia, respeto y solidaridad. Son, sin duda, gente que aporta, que comparte, que enriquece y que conmueve a los demás. Y qué decir de aquel país, ese pequeño gran tesoro caribeño, rico de playas, selvas y son.
Soy, lo confieso, un gran enamorado de Cuba, un soñador hispano-cubano desde mi adolescencia revolucionaria. Un ferviente defensor del resurgir de una Cuba democrática, abierta al mundo y al futuro, al que, sin duda alguna, tiene mucho que aportar.
Navega, Ana Cecilia, surca el océano y que tu navegar ponga punto y final a esta histórica injusticia.
Cuánto me hubiera gustado estar ahí, viéndote llegar, en el puerto de La Habana.

jueves, 12 de julio de 2012

Dibujos de un niño viejo








Voy adquiriendo antigüedad y mis dibujos también. Los más antiguos que conservo, no sé por qué ni para qué -ya que no vale ninguno ni para limpiarme el culo- me trasladan a tiempos pretéritos, cuando yo aún era un iluso y creía en la buena voluntad de las personas. Mis dibujos de aquella época, por tanto, eran tan inocentes como yo. Quizás todavía lo sigo siendo y no me creo que la gente puede actuar de mala fe, llevárselo crudo, joder al prójimo como deporte y vivir disfrazado de perfeccionista siendo un auténtico mendrugo.
El día que deje de dibujar, hacer collages o esculturas dejaré de creer en la gente. 
En realidad tengo que reconocer que me gusta la gente. Me gusta la gente íntegra, sincera y que sabe respetar a los demás. Mi arte, aunque pésimo, es arte en estado puro. Como puro es el arte de un niño que dibuja. Posiblemente mi afán por el arte sea mi propio afán en seguir conservando la inocencia y la frescura de mi infancia. Por eso, a pesar de ser consciente de que mi arte es incalificable e indigesto, no por ello quiero dejar de mostrarlo.
Cuando un niño realiza un dibujo va corriendo -sin sentir vergüenza- a mostrarlo a sus papás, a sus abuelos o al primero que pasa por allí. Los dibujos se hacen para mostrarse y para que los demás los contemplen y los juzguen. 
La vida es como un dibujo y los dibujos son como la propia vida. A veces más bonitos y otras veces más feos. A veces efímeros y a veces eternos. Si somos personas es porque exhalamos arte, fluye de nosotros con o sin control, si no tan sólo seríamos monos. 
Aquí muestro unos dibujos reviejos. ¿A qué son monos?...¿Cuál os gusta más?

miércoles, 11 de julio de 2012

Días de hospital XXXVII


Hoy ha sido un día incendiario. Mientras que a mi madre ya le quieren mostrar la puerta, pese a que es incapaz de valerse por sí misma ni controlar sus esfínteres, ya nos han lanzado el primer globo sonda de que su salida del hospital esta próxima. Si eso ocurría en el Hospital Morales Meseguer, al mismo tiempo, en el Hospital Reina Sofía, nos han echado literalmente al tío Ramón a la calle. Supongo que todo esto tiene que ver con el cierre programado de no sé cuántas habitaciones, por lo que los pacientes se ven abocados a un destino incierto saliendo de los hospitales estén como estén. ¡Allá las familias! Y con la música a otra parte...
Puede ser que hoy no haya sido un gran día para los funcionarios de la sanidad. Notábamos cierto nerviosismo quizás provocado porque de un tijeretazo el presidente Rajahoy (nuestro adalid de la normalidad) sacando su lengua viperina y díscola, se ha apropiado de sus pagas de navidad y se las ha donado a los banqueros. Los pobres funcionarios están que se tiran de los pelos viendo a su adorado presidente como hace todo lo que decía que no iba a hacer.
De hecho, a subido el IVA tres puntos cuando criticó duramente la anterior gobierno cuando lo subió dos. En aquel momento dijo que subir impuestos bajaría el consumo, por lo tanto, el consumo va a continuar bajando. Si sigue bajando el consumo será imposible que disminuya el desempleo y, con ello, a los funcionarios les seguirán desviando sus pagas extras en beneficio de los bancos.
Afortunadamente el tío Ramón tiene unas sobrinas que valen su peso en oro y ya han buscado soluciones para su delicada e indefensa situación.
Mi madre esta mejor día a día. Con autorización médica vamos a doblarle la fisioterapia para intentar recuperar su movilidad lo antes posible. No es nuestra intención que mi madre esté ni un día más de lo necesario en el hospital, pero creemos que ella debería salir por su pie tal y como yo la dejé en el hospital hace hoy cuatro meses y seis días.
De vez en cuando enfermeros y médicos de la UCI pasan a visitarla y eso, ella, lo agradece mucho.
Mi madre quiere volver a ser la que fue. Le quedan aún muchas coplas que bailar y muchas croquetas que freír.

lunes, 9 de julio de 2012

Días de hospital XXXVI


De seguir así me perderé con los números romanos. Lo importante es que no se pierda mi madre del camino que lleva. Hoy me ha tocado el turno de tarde. Mi padre, pese a que tiene la cabeza de aquella manera, está dando el do de pecho y quiere hacer todos los turnos, los nuestros y los suyos. Nunca es tarde si la dicha es buena.
Durante la siesta me he acomodado en el sillón poniendo los pies sobre la cama, situación que ha aprovechado mi madre para acariciarme los pies. Mientras me masajeaba me ha contado historias de su infancia: como cuando su padre, durante la siesta, descubrió a dos niños comiendo higos en lo alto de la higuera que había en la puerta de su barraca, y, en lugar de llamarles la atención, les solicitó que comieran lo que quisieran pero que llevaran cuidado de no romper ninguna rama.
La señora que acompaña a la vecina de la cama de al lado, ayer habló con mi sobrina y esta le dijo que estaba loca porque su abuela -mi madre- se pusiera buena para que le hiciera croquetas. Por eso, esta tarde, la señora viendo a mi madre muy dispuesta le ha preguntado por la receta de las croquetas:
Es muy fácil -le ha respondido. Yo las hago de merluza o de pollo. Si las haces de pollo y es poca cantidad con un caparazón de pollo puede ser suficiente y encima no cuesta casi nada. 
-Cueces el caparazón y guardas el caldo de la cocción.
-En una sartén con bastante aceite de oliva, freímos abundante cebolla.
-Cuando esta doradita añadimos la carne bien desmenuzada.
-Después añadimos el caldo del pollo.
-Una vez hierve todo, comenzamos a añadir harina y damos vueltas y vueltas para formar una masa, intentado que no se pegue.
-Una vez tenemos la masa, preparamos un platito con pan rayado y otro con uno o dos huevos batidos.
-Hacemos bolitas con las manos y las alargamos un poco.
-Las pasamos primero por el huevo y después por el pan rayado.
-Las freímos a fuego fuerte con cuidado que no se nos quemen.
Evidentemente todo ello con el toque preciso de sal, pimienta y nuez moscada.
Después de las recetas de cocina hemos realizado una sesión de cantoterapia. Mi madre tenía ganas de cantar y que le cantara. Dicho y hecho. Me he puesto a cantarle varias canciones y he tenido que cerrar la puerta de la habitación porque la gente se amontonaba en el pasillo contemplando el improvisado espectáculo y obstaculizaban el paso.
Así vamos pasando los días. Al mal tiempo, buena cara.
Cuando el español canta....

domingo, 8 de julio de 2012

¡Malditos mercados!


Cuando mejor estábamos: ¡cataplof! Nos han dado un golpe en la cabeza que aún andamos aturdidos buscando la dirección de vuelta a casa. Pero la dirección a cambiado. El número ocho de la avenida de la comodidad se ha borrado del mapa, se ha evaporado entre nubes de grandeza de mentirijilla y bancos de cartón piedra, como los famosos tanques de Sadam Hussein.
A él lo bombardearon con bombas de racimo y a nosotros, por ir de farol, nos están bombardeando los mercados.¡Malditos mercados! Eso sí que es una guerra moderna y quirúrgica, lo demás son tonterías. Estos de los mercados son más finos que el propio Bin Laden aunque yo, puestos a elegir, prefiero a Mister Bean, que va de tonto pero de tonto no tiene un pelo.
El falsete domina el parqué. Los banqueros son expertos jugadores de mus: aguantan el rictus, se miran a los ojos, aprietan el culo, se golpean las espinillas por dejado de la mesa y dan conferencias con trajes de Armani a razón de 60.000 euros la hora más dietas.
A dieta los iba a poner yo. He pensado que podría ser muy buena opción ir sustituyendo a los pobres desgraciados de Guantánamo por banqueros, más que nada para que a los gringos les cuadren mejor los balances de amortización de su prisión caribeña, a caballo entre el paleolítico del comunismo castrista y el limbo legal internacional. 
Desde luego el golpe nos tiene aturdidos, sedados y bloqueados. La gente no reacciona y si reacciona es tachada de reaccionaria. El control es absoluto. Vivimos una democracia de cartón piedra, donde el liberalismo significa comunismo y el comunismo es una farsa a lo Monty Python.
Siempre se a dicho: Si debes mil euros eres un moroso y te embargan hasta los empastes, pero si debes miles de millones de euros eres todo un señor, banquero o un político de postín, y puedes dar giras mundiales como conferenciante y salir, a diario, en el papel couche. 
Tanta apariencia y tanta opulencia nos está jodiendo vivos. Morimos de gordos o nos suicidamos con un tiro en la sien. Nos estrellamos a doscientos por hora en autopistas de peaje ruinosas, mientras agonizamos en la cuneta porque la ambulancia esta averiada por culpa de los recortes sanitarios.
Echo en falta cine de humor en esta crisis y eso me da mala vibra. Las crisis necesitan del humor tanto como los curas los credos. El efecto de La Roja se ha desvanecido ipso facto y volvemos a ser los mismos arruinados de siempre con apariencia de nuevos ricos e incultos a más no poder.
Quizás los humoristas no actúan porque se han visto superados por la propia realidad.
Lo que a cambiado el cuento en cuatro años. No nos queda ni la opción de echarnos al monte porque está ardiendo.
¡Malditos mercados!

sábado, 7 de julio de 2012

Días de hospital XXXV


Ahora que han venido los abejarucos, con sus acompasados vuelos en vaivén, por si era poco un hospital, ahora dos. Mi madre en el suyo: ¡por fin fuera de la UCI! y el tío Ramón en otro. Así que estamos de oca en oca y tiro porque me toca. Cada vez me gustan menos los hospitales, quizás me este volviendo un poco nosocomefóbico. 
El Reina Sofía está mucho mejor que la Arrixaca Vieja, conocida ahora como el Hospital Morales Meseguer. Lo que menos me gusta del Hospital Reina Sofía es que han colocado en su recepción una escultura de una gorda en bicicleta de Antonio Campillo. En eso el escultor murciano se parecía a mi tío Ramón, al parecer, también le gustaban mucho las gordas. Pensándolo bien no hay mejor escultura que el cuerpo de una gorda. Aunque para gustos colores.
Mi madre antes estaba un poco gorda, pero ahora no. En sus tiempos mozos hubiera sido una buena modelo para Campillo o para Botero.
Como decía, ya no está en cuidados intensivos, la han colocado en una habitación con vistas. Ahora que vengo del Reina Sofía me doy cuenta que el Morales Meseguer esta más viejo que Carracuca. No me estraña que los virus hospitalarios estén al acecho para hacer de las suyas, como le pasó a mi madre.
La pobre ahora esta muerta de picor. Se siente fatigada y le cuesta trabajo respirar por la nariz. Debe tener mocos hasta en el carnet de identidad, así que, la pobrecita, no oye ni torta. Tiene muchas ganas de que le laven la cabeza como Dios manda. Todavía no le apetece leer ni ver televisión. De vez en cuando habla, pero no esta muy conversadora, por lo tanto, todavía no es ella ni por asomo.
Ayer, se empeñó en saber por qué una señora estaba sentada en un sillón en el pasillo:
-Pepe:¿Qué hace esa mujer ahí? me preguntó.
-Mamá, no lo sé. Estará descansando un rato.
-Pepe:¿A ver si es que le pasa algo? Mira, por favor, pregúntale -me insistió.
-Señora, buenas tardes, dice mi madre que por qué está usted en el pasillo -le pregunto a la señora.
-Están curando a mi madre y me han pedido que me salga. Por eso estoy aquí - respondió la señora con cierta incredulidad.
-Muchas gracias, es que mi madre está preocupada por verla ahí -le dije.
-Mama, la señora está esperando a que curen a su madre. No le ocurre nada - le expliqué a mi madre.
-Dile que pase si quiere, que no este ahí tan sola -insistió mi madre.
-Señora podría usted pasar un momento y saludar a mi madre para que se quede tranquila -le pedí como favor a la mujer.
-Hola ¿Cómo se llama usted? -le preguntó la recién llegada.
-¿Qué dice Pepe, no la escucho? -me dijo mi madre.
-Pregunta que cómo te llamas -le digo a mi madre levantando la voz.
-¡Loli, me llamo Loli! Llevo ya mucho tiempo en el hospital y estoy medio sorda, sabe usted -le dijo a la señora.
-Mucho gusto en conocerla -respondió la vecina.
-¿Va a quedarse usted esta noche aquí? -le preguntó mi madre.
-Sí, esta noche me quedaré con ella -respondió.
-Pues si quiere algo, aquí estoy yo. Pase luego a verme un ratico, si quiere -le invitó mi madre.
-Claro que sí. Luego pasaré a saludarle. Mucho gusto Loli, voy a ver si ya han terminado de curar a mi madre, hasta luego -dijo la nueva vecina despidiéndose.
Como ven, mi madre siempre fue mucho de socializar. Si no fuera por los malditos picores estaría muy bien. Ojalá que de esta planta nos vayamos definitivamente a casa. El escollo, ahora, es avanzar con su movilidad después de llevar cuatro meses postrada en una cama.
Intuyo que quedan por delante aún muchos días de hospital. Que por nadie pase.

miércoles, 4 de julio de 2012

Días de hospital XXXIV



Lleva mi madre dos días apoteósicos. El lunes, cumpliendo su promesa, los médicos le retiraron la traqueostomía. Al mediodía estaba todavía un poco incrédula ante su nueva situación. Respiraba ayudada por una mascarilla de oxígeno y no pudo comer ni beber nada hasta la noche.
El martes, ayer, casi cuatro meses después de haber ingresado en el hospital, ha recuperado el habla. Al llegar al box, ella me miraba contrariada y le he preguntado:
-Mamá: ¿Has hablado ya, o todavía no? -le pregunté tan serio.
Ella, en principio, me ha dicho que no, moviendo la cabeza, pero yo he insistido:
-¿Por qué no hablas, si ya puedes hacerlo? - Prueba por favor,le insistí.
-¡Pepe!¡Pepe! ha pronunciado ella con voz de niña asustada.
-Has visto como ya puedes hablar. ¡Qué alegría tan grande, mami!
Luego se ha vuelto hacia Juan, su pareja, y le ha dicho:
-¡Juan, te quiero!
Los tres nos hemos emocionado mucho. Escuchábamos la voz de una niña titubeante y miedosa. Una niña de casi sesenta y nueve años con ganas de regresar a su casa después de haber vivido una tremenda pesadilla y jugar al chinchón.
Una de las primeras cosas que me ha contado me ha dejado helado. Me ha dicho que sabía que mi abuela Mercedes había muerto. Qué lo había leído en nuestros rostros. Cuando ella nos preguntaba por mi abuela y nosotros le decíamos que seguía igual, que unos días mejor y que otros peor, que unos días no quería comer, que otros no se quería levantar, mi madre intuía que algo había pasado. Yo se lo he terminado por confirmar y se ha puesto muy triste y lloricosa.
-Yo quería mucho a la abuela, Pepico. Mientras yo me mataba a trabajar ella os crió a tu hermana y a ti -me ha dicho entre lágrimas.
Luego, al más puro estilo torero, he cambiado el tercio y le he vuelto a pedir que diga algo, pero ella ha preferido que le dé de comer.
La comida hoy, según el papel, consistía en: sustancia de arroz, arroz con ternera y manzana asada. Lo gracioso del asunto ha sido que nunca, hasta hoy, había visto un puré de arroz con ternera con semejante, olor a pescado y lleno de escamas, a no ser que, por algún desequilibrio medioambiental, las vacas estén cambiando la piel por escamas. Quizás sean vacas mutantes que se crían al borde del mar pastando restos de Poseidonia oceánica. Las algas que llevan a nuestras playas les saldrían, a los ganaderos, más baratas que el pienso compuesto y las carnes serían ricas en sales y en yodo.
Curiosamente, el arroz y pescado, le ha gustado mucho a mi madre.
A parte de todas estas anécdotas hoy ha sido un día muy feliz para todos, un paso hacia delante en su recuperación, que, ojalá, continúe por buen camino.
Me ha dejado tomarle esta foto con la idea de que cuando la visite en planta el peluquero, podamos apreciar el antes y el después.
De cualquier manera, con peluquería o sin ella, a mí me sigue pareciendo la madre más guapa del mundo.
Amor de madre.

domingo, 1 de julio de 2012

Gracias de nuevo, campeones.

              
             ESPAÑA  4  ITALIA 0

Mis palabras sobran. La selección española de fútbol, después de ganar el campeonato del mundo, nuevamente, campeona de Europa. El mejor equipo del mundo, no ya tan sólo por su juego, sino por su elegancia, deportividad y saber hacer.
El éxito del espíritu de equipo frente a las individualidades y las excentricidades. Método, método y método.

  GRACIAS ESPAÑA, GRACIAS CAMPEONES. 

Los monstruos del padel


Ahora sí que estoy a la moda. Me he afiliado a un club de padel y mi pareja es el monstruo de la hierba sintética: Manolo de Jodar. Con su ayuda lo estamos dejando todo hecho un solar. En algunos campeonatos se niegan a inscribirnos  porque las parejas rivales nos duran menos que un pastel en la puerta de un colegio. En algunos casos, tras jugar contra nosotros, caen victimas de una fuerte depresión. Lo nuestro es la maestría ya que, en la mayoría de las ocasiones, ni rompemos a sudar. Dicen las malas lenguas que vamos dopados hasta los tuétanos. Otros insinúan que nuestro ritmo cardíaco es similar al del sueco Björn Borg. 
La cuestión es que, por unas razones o por otras, la leyenda se está consolidando de tal forma que nos estamos planteando -o mejor dicho se están planteando- crear un club de fans a la antigua usanza. Para tal fin, se ha organizado un sorteo entre 600 candidatas que aspiran a ostentar el título de presidenta de la entidad.
De hecho, la fotografía que exhibo es la que vamos a utilizar para realizar una tirada de 2.000 póster para nuestras numerosas admiradoras, algunas de las cuales se han tatuado nuestro nombre en las nalgas. O sea que, cuando se quitan las bragas, en un lado del culo pone Pepe y al otro lado del cero sexual, como diría el mítico Chiquito de La Calzada, pone Manolo. Gráficamente sería así: Pepe o Manolo.
Es un poco agobiante esto de ser famoso. Cuando vamos paseando por los centros comerciales las jóvenes nos persiguen para que les firmemos autógrafos y nos llueven las entrevistas en los medios de comunicación. 
Incluso el ex-presidente de España, el Ilmo.Sr.D.José María Ansar nos ha ofrecido dos puestos de Viceconsejeros del Ministerio de Cultura y Deportes siempre y cuando le demos un Master Class intensivo de Padel a él y al Señor Rajahoy. Rajahoy ha declarado que no quiere llegar a un gran nivel, se conforma con ser un jugar normal:
-Quiero jugar normal, como un español normal y corriente -declaró el adalid de la normalidad en una entrevista a concedida a la Agencia GAFE.
Al no tener rivales, nos está comenzando a aburrir este deporte. Estamos contentos por haber conquistado cientos de trofeos, con que nos persigan las mujeres con los carritos del super, muy orgullosos de que nos haya entrevistado la mismísima Sara Carbonero, que nos hayan pagado medio millón de euros por posar desnudos para la Revista Zero, pero la realidad es que ya no sentimos nada cuando lo hacemos. Ya no nos motiva este deporte. Cada vez más, Manolo y yo discutimos sobre este asunto, hasta tal extremo que hemos llegado a la conclusión de que o nos dedicamos a otro deporte o mejor hacemos intercambio de parejas. Hasta lo bueno termina aburriendo. Ya se lo decía yo:
-Manolo, hijo, nunca estamos a gusto con nada.