miércoles, 30 de marzo de 2011

Volker Küln


A este tipo, de nombre tan sonoro, no lo conocía de nada hasta que me dio por pasearme por las calles de Düsseldorf. Sin pretenderlo, me di de bruces con la galería ART IN BOXES, y allí estaban las cajitas de un tal Volker Kühn llenas de historias, de cuentos, de metáforas y de sensaciones tridimensionales encerradas en un pequeño escenario congelado de unos pocos centímetros cuadrados.

El tipo de la galería, un seco y bigotudo alemán que me intentaba hablar en todos los idiomas que conocía, pretendía venderme algo que yo ya tenía comprado desde que quedara magnetizado al otro lado del escaparate.

Fui un cliente facilón, una breva en dulce que le enderezó la caja de aquella mañana del pasado martes ya que, en la galería, no se asomaban ni las moscas.

Las obras eran todas escenografías congeladas, secuestradas para la posteridad tras un momento de inspiración de ese tal Kühn. A mí, la inspiración me viene en cualquier sitio, incluso cuando estoy en el retrete evacuando o jugando al Pádel, para desesperación de mi compañero de fatigas o para el que espera apretando detrás de la puerta.

Me encantó una de estas cajitas en la que un pequeño elefante mamaba de un seno impresionante de mujer, otra de un bebé que salía de un huevo de gallina, un Mickey Mouse con un enorme trozo de queso envuelto en papel celofán, y así cientos de secuencias construidas con un enorme derroche de delicadeza e imaginación.

Hacía mucho tiempo que no gastaba un euro en arte, pero no dudé en rasgarme el bolsillo al reconocerme como el protagonista de una de estas escenografías. De hecho, me recordó mucho el título de mi último libro "Momentos de ida y vuelta"

Así que, ese tal señor Volker kühn, ya tiene una obra en una pequeña colección en Murcia y mi colección ya tiene la obra de un artista alemán.

No todo iba a ser sufrimiento.

martes, 29 de marzo de 2011

Düsseldorf, pornografía y lujo.






Hoy un gran pájaro blanco con el logo de Air Berlín, me ha regurgitado como una egragrópila recubierta de ansiedades en el aeropuerto de Düsseldorf. La tarde esta ideal. Un sol resplandeciente convierte en bellos las decenas de agujeros que salpican la ciudad con unas obras que deben ser para la construcción de una línea de metro, pero que recuerdan a las oquedades que provocan las bombas que caen sobre Bengasi, pero sin vísceras. Las calles se aprecian bulliciosas, porque mi deambular coincide con la salida de los trabajos y el cierre de los comercios. Aquí a las siete de la tarde cierra todo. Excepto los sex shop. Mi hotel esta rodeado de ellos. Penes de todos los colores y tamaños adornan los escaparates, ante la mirada deseosa de unos y la pasividad de otros. En uno de ellos, una muñeca de plástico parece aburrida por estar todo el tiempo con la boca abierta. Trajes de cuero negro con remaches metálicos y fustas para los amantes de la dominación. Películas, aceites, bolas chinas y vaginas vibradoras, completan una extraordinaria oferta para llevar al placer a terrenos vertiginosos o hacía la más burda rutina consumista.

El caminar me lleva inconscientemente del palacio del placer al palacio de la ostentación, Louis Vuitton, Chanel, Valentino, Versace, Escada, joyas de Cartier, Bulgari, Tiffany, Graff... Abrumado por esta otra pornografía del lujo y por sus precios, tomo aire sobre el puente de un canal, sin patos ni cisnes, en cuya esquina se luce una fuente escultural de bronce que representa a una mujer arrojando agua a un niño con un jarrón. El pequeño bebe y se baña eternamente o hasta que corten el agua.

En tan solo media hora la ciudad se ha relajado. Sus calles han comenzado literalmente a engrandecerse ante la vertiginosa ausencia de peatones y ciclistas. Los tranvías suben y bajan, algunos modernos y otros más antiguos, en una simbiosis perfectamente calibrada. Miles de árboles, en los paseos, todavía se muestran reacios a aceptar la llegada de la primavera, mientras otros, contradictoriamente, ya presumen de unas delicadas y olorosas flores blancas. Blancas como el vestido de esta modelo de plástico que se luce encerrada en el escaparate de Zara en el centro de la ciudad. Me atrajo enormemente la contemplación de esa maniquí, su sutileza, su marcado estilo adaptado a la estética teutona. Quizás, las maniquíes me entristecen. Me recuerdan a las princesas tristes y melancólicas de los cuentos de Andersen o los hermanos Grimm que nos leían o leíamos de pequeños. Trasladan mi imaginación, sin saber por qué, a sueños congelados, a vidas secuestradas o sin vivir.

Quizás, nuestras vidas, no sean muy distintas que la de esta sútil muñeca de plástico, tan solo que nosotros la pasamos dotados de móvilidad.

jueves, 24 de marzo de 2011

Provocación


Me he animado a subir hoy a mi blog este collage del año 2001. Por aquel entonces yo era diez años más joven. Tenía un poco más de pelo, pero mi forma de ser no ha cambiado demasiado. Sigo siendo igual de inconformista, igual de confiado e igual de provocador. Continúo soñando con ser artista, ser escritor, ser buena persona y ver cada amanecer un mundo mejor para todos. No sé si la realidad terminará asesinando al niño que llevo dentro, y esa muerte inocente dará paso en mí a un ser más duro, parcial e intransigente.
Aunque creo que no. Ya enterré antes parte de mis sueños. Enterré mi sueño de ser futbolista, enterré a mi yo forestal, enterré al ecologista que llevaba dentro. Enterré al padre en directo que fui y lo sustituí por una figura difusa de padre en diferido. Yo seré un tonto soñador hasta mi óbito. Me pido, si puede ser, para mi entierro final, una ceremonia civil, en donde se dé lectura a alguno de los pasajes más incomparables de León el Africano de Amin Maalouf, hasta este momento, mi libro de cabecera y después: que se vaya de juerga hasta el enterrador.
La vida la pasamos quemando etapas y quemando sueños. Tan sólo perdura en nosotros su recuerdo como una brisa pasajera, como un llanto a lo lejos de un niño que nos llena de nostalgia y de melancolía.
Diez años después no sé si sería capaz de realizar un collage como este, tan sencillo como provocador. Mi provocación se desenvuelve diez años después, a ritmo de paquidermo, con la apariencia de un león y con la sutileza de un colibrí.
Quemar etapas es, paradójimente, tan triste como maravilloso. Vivimos, con intermitencias, siendo tan pirómanos como bomberos, tan ángeles como demonios.
La suerte es que vivimos como niños subidos en un tiovivo.

martes, 22 de marzo de 2011

El pulpo al horno del Bar Josepe




Aunque el pulpo más famoso fue el pulpo Paul, por adivinar que la selección española de fútbol acabaría llevándose la Copa del Mundo de Sudáfrica, al que los españoles llamábamos amigablemente el pulpo Pol, tengo que decir que, en mi familia, haciendo muchos miles de pulpos al horno, nos ganábamos, en el Bar Josepe, una muy buena clientela y reputación.
En España, el pulpo se come de muchas maneras, especialmente a la gallega -cocido y aderezado con sal, aceite de oliva y pimentón- o la plancha en Canarias y en Murcia lo hacemos al horno y se vende por trozos a precio de oro.
El domingo pasado volví a prepararlo para mi familia. El cefalópodo pesaba congelado como seis kilos y costó, comprándolo barato, alrededor de cincuenta euros.
Lo lavé a conciencia, lo puse en su llanda, le añadí un poquito de agua, unas pizcas de sal gorda y un chorrito simbólico de aceite de oliva y lo metí al horno a 190ºC durante una hora y cuarenta y cinco minutos.
LLegado ese momento, lo vamos pinchando con un mondadiente y, si del agujerito que hacemos, no sale agua, y al pulpo lo vemos bien tostadito, es que ya está en su punto ideal. Si aún sale agua, lo dejaremos hornear un ratito más.
De esta manera tan tonta, he desvelado el secreto mejor guardado de mi familia. No sé si me lo perdonarán. Todavía habrá, después de leer esto, gente incrédula que diga que no es posible que algo que se prepara de manera tan sencilla esté tan rico.
En ocasiones, las cosas más maravillosas son las más sencillas, aunque en este caso, para nuestra desgracia, no sean también las más baratas.
Les recomendaré, por último, que lo corten en trocitos de dos centímetros como máximo,y lo rieguen todo con limones de la huerta de Murcia.
Ni que decir tiene que quedé a la altura del mejor Chef.
Por cierto, el pulpo de mi cuñado Josiño, les tocó el culo a todas, como siempre, menudo cefalópodo está hecho.

domingo, 20 de marzo de 2011

Un día como hoy


Cuando amanece un día como hoy, donde el sol se asoma radiante por las cristaleras, los pájaros cantan apretujados sobre los cables de la luz y mi mujer duerme plácidamente, yo desayuno un rico café con leche y miel acompañado de mi hija. Es entonces cuando siento que la vida se para, me inunda y me reconforta, devolviéndome, en esas pequeñas cosas, todo el esfuerzo que derrocho para salir adelante.

Sin embargo, a escasos cientos de kilómetros de aquí, se libran batallas de poder a fuerza de cañonazos y sangre de pobres. Algunos miles de kilómetros más allá se lucha por sobrevivir a un Tsunami y se brinda una batalla invisible contra la radioactividad. En cualquier rincón del mundo la vida cuesta mucho menos que una bala, un golpe de machete o una religiosa lluvia de piedras.

En la prensa, el Madrid le ganó al Atlético pese a la lucha de Agüero. Los bancos se fusionan para tener más fuerza para desplumarnos, mientras los gobiernos les brindan subvenciones para que sigan limitando el préstamo a las familias y las pequeñas empresas agonizan a ritmo de comparsa de carnaval.

Pienso en lo bueno que sería que los ladrillos se pudieran comer como si fueran bizcochos o tabletas de turrón. Seríamos los más ricos del mundo. Pienso en dónde estarán, disfrutando de su proeza, los promotores reales de ese cambio de políticas de desarrollo que nos arrojó a los pies de los caballos del neoliberalismo salvaje y ahora no dan la cara, tal vez ocupados -como yo mismo- en la contemplación matinal de aves cantoras y luces tempranas.

Cuando amanece un día tan maravilloso como hoy, tan sólo me queda pensar, reflexionar... aunque nunca consigo llegar a ninguna conclusión. A lo sumo, reafirmarme en mi lucha. Debo sentirme afortunado por poder cada día empuñar el arma de mi conciencia y arrojarla contra la adversidad en un alarde de patriotismo o de inconsciencia. Quizás en un acto reflejo de supervivencia o de valentía, como cuando nos enseñaban en el colegio de pequeñitos la hazaña de Guzmán El Bueno, que, desde lo alto del torreón que defendía frente a los infieles, les arrojó su daga para que mataran a su propio hijo por no ceder al chantaje y no entregarles la plaza. Él quedó para la Historia como un héroe. Su hijo, tan sólo, como un muerto más.

Quizás, nuestra vida se resuma en algo tan simple como levantarnos cada día y tener la sencilla y acojonante capacidad de poner la otra mejilla.

Alguno de mis escasos lectores se preguntará que para qué escribí esto. No lo sé ni yo mismo, quizás a modo de desahogo por sentirme tan desafortunadamente afortunado.

Lo mío no es la filosofía, mejor sigo dedicándome a la contemplación.

viernes, 18 de marzo de 2011

Asesores comerciales Cum Laude







Estas personas de la foto no son, obviamente, un equipo de fútbol. Tampoco son la banda de música de Carrión de Calatrava, ni la archiconocida Chirigota "El Destrío" de Beniaján.

Esas personas han convivido de manera magistral durante dos días en un hotelito de la provincia de Ciudad Real (España) con la ambición de mejorar sus capacidades a la hora de desarrollar su trabajo comercial y, lo que a priori parecía algo demasiado serio y formal, terminó siendo, por obra y gracia de todos los participantes, una experiencia irrepetible.

Yo era quien tenía la obligación de formarlos pero, al final, terminé siendo abducido y conquistado por un grupo humano que multiplicó por diez el valor de los contenidos previstos para estas jornadas.
Nos reímos, nos emocionamos, nos sorprendimos, nos conocimos y nos enamoramos.
Ese equipo humano, al que tuve el gusto de entrenar en el Hotel Casa Pepe de Carrión de Calatrava, no es un equipo cualquiera, es un auténtico equipazo, del que seguramente, saldrán nuevas estrellas para el gran universo comercial de Tahe.
De todo eso me he dado cuenta.



domingo, 13 de marzo de 2011

Reciclar o morir


Hace ya algunas décadas que, cuando los ecologistas en España hablábamos de la necesidad de reciclar el papel, el plástico, el aluminio, la chatarra, el agua, el vidrio, etc. se nos miraba con cara de extrañeza.

Ahora, cada día son más las personas concienciadas de la necesidad de aprovechar mejor los recursos, no ya tan sólo pensando en las ventajas ambientales, sino lo que a la postre se ha tornado más decisivo para ese cambio de conducta: las ventajas económicas.

Reciclar es sinónimo de ahorrar y, en esta dichosa crisis, es lo que prima.

Cuando los ecologistas, considerados -antes y ahora- en España como trasnochados cavernícolas, apostábamos por la moderación y denunciábamos el desarrollo ficticio que terminó desembocando en esta devastadora crisis, luchábamos y siguen luchando - yo ya no me considero activista- por políticas encaminadas a conseguir un desarrollo sostenible adecuado a los recursos reales de los territorios.

La archiconocida frase de: "Piensa globalmente y actúa localmente" resume a la perfección las directrices políticas y filosóficas de un necesario cambio radical de hábitos, usos y sobre todo de conciencias que, poco a poco, a base de darnos trompazos con la realidad, se va produciendo en la sociedad, después de darnos cuenta del gran engaño al que nos tenían sometidos. El lema subliminal era: "Todo lo podemos conseguir" y hemos descubierto que realmente todo tenía y tiene unos límites.

Hemos descubierto que:

-Los gobiernos no controlan una mierda.

-Los ayuntamientos son una caja de manzanas podridas.

-Los bancos y cajas de ahorro son unos especuladores muy peligrosos, dicho de otro modo más gráfico, son unos piratas con traje y corbata.

-Nos han atrapado a todos como peces en una red, y lo peor es que, una vez nos tienen dentro, no saben qué coño hacer con nosotros.

-Nos han arruinado a la juventud, que hemos educado en una base insostenible de opulencia y comodidad, y nadie nos dice ahora cómo les vamos a reeducar para que entiendan lo que sucede.

- Una gran mayoría de la sociedad no sabe que para conseguir las cosas hay que luchar y esforzarse.

La sociedad actual se ha convertido en un gran torbellino que no sabemos qué consecuencias nos va a deparar. La excervescencia se palpa en el ambiente con un hedor insoportable a pocilga y confusión.

Es tiempo de reciclar. Estamos a tiempo de reciclarnos, de dar un giro copernicano a nuestro modo de vivir, de pensar y de actuar.


En la fotografía vemos cómo una señora de Jaraba (Zaragoza) recicla sus bolsas de plástico, a las que les da, posiblemente, cientos de usos antes de desecharlas. La gente mayor, nuestros ancianos, son portadores de las mejores recetas contra la crisis. Ellos saben todo lo necesario para que salgamos de este agujero negro, pero nadie les hace caso. En las culturas más antiguas, algunas de ellas, todavía presentes en recónditos parajes de nuestro planeta azul, los ancianos forman el consejo de sabios. Ahora, a nuestros sabios, los tenemos olvidados en cualquier asilo o abandonados en sus propias casas. Con una sociedad basada en tantos errores y engaños, no podríamos haber llegado a otro lugar que a esta puta y jodida crisis.

sábado, 12 de marzo de 2011

Jaraba, agua y paz











El stress es un jodido residuo de nuestra miserable forma de vida. Algunos lo llevamos con más decoro que otros, pero, si la guardia civil, igual que lleva un alcoholímetro, llevase un stressímetro y, al pararte en cualquier control te dijeran: ¡Sople usted aquí, por favor! Y comprobaran el nivel de esa mierda que llevamos todos dentro, nos retendrían el vehículo y nos mandarían al psiquiátrico de guardia más cercano.

Afortunadamente, existen lugares en el mundo como Jaraba, un pequeño pueblecito aragonés que, con apenas trescientos cincuenta habitantes, cuenta con tres balnearios. Si todos los "jarabitos" se metieran en las habitaciones de sus balnearios parecería que hubiera sufrido el pueblo un ataque alienígena.

Como dato importante diré que descubrimos -unos exploradores y yo- que el pueblo, gobernado por el PSOE, tiene pleno empleo. De tal manera que, al parecer, sin estresarnos tanto, también podríamos ganarnos muy bien las habichuelas.

La cosa es que fuimos allí un grupo de personas a conocernos, apoyarnos y comprendernos. La terapia consistió en un ejercicio de reflexión, individual y colectiva. En un intercambio de experiencias y de sensaciones. Algunas fundamentadas y otras, quizás, fruto de la propia frustración de no encontrar el camino hacía las metas personales y profesionales. Frustración del que quiere y no puede, o del que trabaja desde la ansiedad en lugar desde la seguridad.
Es humano pretender saberlo todo, cuando nadie, absolutamente nadie, sabe nada. La gente busca recetas para el trabajo y para la vida, como el que busca recetas en google para hacer una tortilla. Si el éxito estuviera al alcance de todos cliqueando una tecla de un ordenador, se acabaría para siempre el stress, pero he aquí la moraleja de lo que aprendimos en ese "Gran Hermano" de Jaraba: que no existen las recetas, ni los atajos, ni las chapuzas para lograrlo. Para conseguir el éxito sólo existe un camino y este pasa por trabajar mucho y quererlo con todas nuestras fuerzas.
El secreto del éxito es que no tiene secreto.
Enhorabuena a todos los participantes por aguantarme.

domingo, 6 de marzo de 2011

El carnaval de Beniaján











Nos pusimos en plena calle principal. La que antiguamente cruzaba el pueblo, cuando íbamos de Murcia a la playa, por la tortuosa carretera de Sucina. Ya estaba todo atiborrado de gente, cuando surgió él. El "puto amo" del Carnaval de Beniaján. El macho del desfile. El único que fue capaz de abrir la boca de gusto y de asombro a jovencitas, maduritas, ancianitas y gays (y a otros machos alfa). Iba vestido (¿?) con cierto toque sado, con ánimo de someter a las chicas de su harén que repartían no sé qué, porque a mí no me llegaron a obsequiar con nada, tan sólo con ese pose para todos mis lectores/as, que no es poco.




Su cuerpo, prefabricado en cualquier gimnasio, fue la envidia de todos los barrigones defenestrados que veíamos el desfile, cosa que a buen seguro redundará en el aumento de inscripciones en los gimnasios de la zona.




Lo demás fue lo de siempre, una retahíla de comparsas carnavaleras con más o menos gusto estético y coreográfico. Con más grasa abdominal o menos, con más escote o menos, con más alegría o menos. Pero él fue el "puto amo", se erigió, sin quererlo, en el buque insignia de un carnaval que este año se mostró ligeramente menos ostentoso que en otras ocasiones y no es para menos con la que esta cayendo.




Ya acabó. Ahora todos ellos soñarán con el desfile del año que viene. Con mejorar esto o aquello, con cambiar al director o con hacer un cisma y montar otra comparsa u otra chirigota que, a la postre, redundará en vida nueva, en proyectos nuevos y en ilusiones renovadas.




Al fin y al cabo, un soplo de ilusión y de sonrisas, cuyo fin máximo es dejar atrás otro crudo y frío invierno, quizás este año más jodido que todos los anteriores cuando nos creíamos, inconscientemente, los reyes del mambo.




Tan sólo, para finalizar esta visión tan particular del Carnaval de Beniaján del 2011, agradecer a todos los participantes las miles de horas de esfuerzo derrochadas para provocarnos, de manera gratuita, las sonrisas y los aplausos que alimentan esta fiesta. ¡Enhorabuena a todos!




Collage de Mini-yo


Esta mañana clara de marzo, en un alarde de generosidad hacia mis lectores/as, quiero dar en el gusto a Susana, una seguidora de Perú, que me motiva a mostrar mis collages diciéndome lo mucho que le gustan.

Mi mini-yo, se engrandece cuando le dicen esas cosas, ya que, el fin de todo artista es que se le reconozca y valore su obra.

Este collage que hoy exhibo representa el "mini-yo" que cada uno llevamos dentro, a veces un artista, en otras un asesino en serie, o en otras un torero frustrado que pinchó toda su vida en hueso.

En el fondo, lo que todos somos y lo que realmente soñábamos ser, no se parece en nada, y ese "mini-yo" nos recome la conciencia como un Pepito Grillo envenenado lentamente con cicuta.

La vida, como dice mi padre en ocasiones, no es vida es un bidón.

Lo que nunca me ha llegado a decir mi progenitor (esta palabra me gusta) es el contenido del bidón. No sé si será mejor no preguntárselo.

sábado, 5 de marzo de 2011

Pensando en las musarañas




Iba yo tan tranquilo, paseando entre los limoneros, que estos días están reventones a más no poder, cuando ha salido volando, sobresaltada, una perdiz, que de tan gorda y lustrosa que estaba, le ha costado un esfuerzo enorme remontar el vuelo y no estrellarse contra una caseta de labranza que por allí había. Las parejas de tórtolas están ya haciendo de las suyas, mostrándose emparejadas y cariñosas, como dos novios quinceañeros picardeados en cualquier jardín a las cinco de la tarde.


Así que, mientras quemaba calorías, iba pensando en las musarañas, y no sé si, de tanto pensar en ellas, me he encontrado con la pobrecita de la foto, que estaba más tiesa que la mojama.


Después de estudiar la causa de su muerte, haciendo de improvisado forense veterinario, he llegado a la conclusión, de que la pobrecita se ha muerto, o de aburrimiento o de estreñimiento, como las dos cosas acaban en "miento", pues... ¡miento!. O sea, yo qué coño sé de qué habrá muerto la pobrecita.


Quizás de vieja, ya que es una de las más grandes que me he tropezado cuando voy, por ahí, pensando en las musarañas.


Leí, hace tiempo, que las musarañas se pueden morir si pasan más de cuatro horas sin comer, y que comen todos los días la misma cantidad de comida que el peso de su propio cuerpo. Joder. Luego dicen que yo soy glotón. ¡Habráse visto!


Fíjense por dónde, sin pretenderlo, he llegado a la conclusión de que mí genética debe de tener algún cruce lejano con las musarañas, ya que siempre estoy pensando en ellas y el resto del día lo paso pensando en comer.
Aunque, a diferencia de las musarañas, en proporción, no llego a zamparme ochenta y cinco kilos de alimentos. ¡Qué más quisiera yo!

jueves, 3 de marzo de 2011

Potente antidepresivo natural




El Carnaval, las comparsas, las chirigotas y las murgas son unos potentes antidepresivos naturales recomendables para todos los públicos. Un grupo de científicos muy cualificados de la Universidad de Dakota del Norte han llegado a la conclusión de que, es muy difícil valorar quién lo pasa mejor, si los que se disfrazan o los que no. Si lo pasan mejor los que actúan o los espectadores. Los que bailan o los que se quedan tiesos como estacas.


Es el Carnaval la diversión en estado puro. Para mucha gente, representa la oportunidad, por unos días, de abandonar, tras el disfraz de Superman, Pipi Calzaslargas o Super Mario Bros, a su propio e impoluto personaje. Realmente nos gustaría que fuera al contrario, que viviéramos desinhibidos todo el año y actuáramos políticamente correctos durante unos pocos días.


Lo mismo debería ocurrir con las vacaciones: que duraran once meses y trabajáramos sólo uno, o que los fines de semana duraran cinco días y solamente curráramos dos. Que no se nos acabaran nunca los cruasanes de chocolate. Que a Mauriño le saliera un grano de pus infectado en la nariz cada vez que dijera una gilipollez. Que lloviera siempre a gusto de todos. Que los orgasmos duraran dos horas y media.


Las chirigotas o murgas son responsables de poner la banda sonora a tan colosal explosión de luz y color, siempre con unas letras crítico-humorísticas capaces de meter el dedo en el ojo -o en el culo- de todo aquel que la esté haciendo tuerta.


Este año, como no podía ser de otro modo, la crítica será contra el gobierno, contra la Ley anti-tabaco, contra las suegras o contra las listas de espera de los hospitales.

Mi chirigota preferida se llama "El destrío" de Beniaján (Murcia), con mucho respeto para todas las demás. No son los mejores cantando, ni tienen tampoco las mejores letras, ni los mejores disfraces. Nunca ganarán el Festival de Chirigotas de Cádiz; ni el de Eurovisión, pero son unos zagales "mu sanos" y "mu cachondos". Pero lo mejor de lo mejor es que mi cuñao Josiño, y mis amigos Dani y Juando y todos los demás, son gente que merece toda mi admiración.


Vaya desde aquí mi sordo y manco aplauso de carnaval.
¡Va por ustedes!