lunes, 31 de octubre de 2016

Hagan cola, por favor


Las estadísticas son odiosas. Una de las muchas que circulan por ahí dice que cada vez son menos las personas que leen un libro al año. ¡Un libro al año! Sí, han leído bien, menos de un libro al año. Ni una miserable página al día. ¿Qué digo una página? ¡ni tan siquiera media!.
Por el contrario, se han multiplicado por cien mil, o quién sabe si por más veces, las personas que publican selfies en Facebook zampándose una hamburguesa de fabulosas dimensiones poniendo cara de no haber roto un plato en su vida. 
Si relacionáramos estas dos informaciones como haría un supercomputador nuclear, en el hipotético caso de que los hubiera, arrojaría como resultado que la humanidad terminará por convertirse en una especie de gigantesco BigMac, justo antes de reventar como reventó El Lagarto de Jaén.
Y después del reventón, vendría el tan anunciado Juicio Final, que sería el reventazo de todos los reventazos. Mucho más incluso que Gran Hermano y Sálvame juntos. Y digo que sería un reventazo no por mi condición de ateo recalcitrante, sino porque si ahora son largas las colas del desempleo, o las de los ilusos que compran lotería de navidad en Doña Manolita, imagínense ustedes la cola que se liaría para juzgarnos a todos de uno en uno.  
Claro que, pensándolo bien, ya no tendríamos prisa y nos daría igual ocho que ochenta. 

sábado, 29 de octubre de 2016

Hispanomexicano


Regreso. Vuelvo a buscarme. Cruzo el océano, nuevamente, dentro de la barriga de un gigantesco albatros de lata, para reencontrarme con la huérfana copia de mí que se queda en México cada vez que regreso a España. Espero encontrarla -a mi otra mitad me refiero-, aturdida, como siempre, a causa del smog, y de tanto dormitar en el armario ropero que utiliza a modo de sarcófago, ante mi justificada, pero no por ello menos desconsolada, ausencia.
Sé, como tantas otra veces ha ocurrido, que mi otra mitad me anda esperando ahí, cual voyeur metido en un armario, pero sin ganas de nada. Le da igual el espectáculo que ofrece el teatrillo en el que cada día, o mejor dicho cada noche, se convierte su habitación. Con el tiempo, ha desarrollado una intolerancia al morbo, como la que yo mismo he desarrollado a los frutos secos, a la cerveza, o a la gente que vive de aparentar.
Lo que más nos duele en cada nuevo reencuentro, los cuales se vienen produciendo con cierta regularidad desde hace más de diecisiete años, es la reencarnación de nuestra propia dualidad, en la que la parte corpórea debe aceptar y asumir nuevamente a su parte tránsfuga, y hacerlo en una horma que ya no es exactamente igual a la que la abandonó la última vez, lo que hace más difícil aún el anhelado acoplamiento.
Para los que nunca hayan experimentado semejante epifanía, les diré que viene a ser algo así como si le diéramos un abrazo a la imagen que de nosotros refleja el espejo. Y, en ese trascendental momento, que últimamente se viene produciendo en el Hotel Holiday Inn Suite de la calle Londres del Distrito Federal, mis dos mitades se enzarzan efusivamente en una especie de baile agarrado en el que, tras cuatro o cinco compases, las dos partes de tan esotérica como inexplicable danza, sumidas en una especie de trance, vuelven a unificarse como lo hicieron las dos Alemanias.
Y, dicho esto, mientras a mi alrededor la gente ve películas, o leen los libros que todo el mundo lee, o ronca a pata suelta con el culo acartonado tras tantas horas de vuelo, espero nervioso para volver a ser completamente yo.
¿O, acaso, debería decir nosotros?

sábado, 15 de octubre de 2016

Minuto de gloria


De Seix Barral a Seix Barral. "Del camino del perro", de Sam Savage, a "Qué vergüenza", de Paulina Flores. Desde los Estados Unidos de América, hasta Chile. 
Sin pretenderlo, deambulo de acá para allá como un hoja más de las muchas que arrastra el destemplado viento del otoño. Nado entre la caldosa densidad de una endiablada sopas de letras. Caldo caliente de ideas, de experiencias ajenas, que aportan orden al caos, sentido a lo indescifrable, y algo de coherencia a mi arduo y tortuoso devenir. 
Uso a los libros como faros, como antídotos, como medicinas, como brújulas, como combustible, como caminos, como principio y como fin. Y tras esos libros que inundan mi existencia y mis estantes, y vacían mis bolsillos, intento leer en la mente de las personas que los escribieron, en un vano intento por arrebatarles todo aquello que, por las razones más inconfesables, o tal vez tan sólo por su torpeza, dejaron de escribir. Me debato entre el sentido o la incoherencia que descubro entre sus líneas. El blanco sucio, ligeramente ocre, de las hojas, sustenta y da cobijo a todo un compendio de vocales y consonantes que, debidamente ordenadas bajo el criterio del artista, buscan, con ansia viva, una trascendencia que la mayor parte de las veces se les termina resistiendo. 
Abundan en todos ellos: descripciones, diálogos, historias, opiniones, reflexiones, sugerencias, remembranzas, denuncias, hipótesis, dilemas, sospechas, elocuencias, ofuscaciones, insultos, verdades, mentiras, misterios, desvelos, anhelos, añoranzas, indecisiones, miedos, excesos, amores, flirteos, infidelidades, conspiraciones, y dolor. Dolor e inquietud para generar en el lector la curiosidad suficiente para que siga avanzando, para que siga intentando descubrir el sentido de lo allí escrito, y todo únicamente para que el escritor, ese famoso o insignificante escritor, se salga con la suya.
Un libro, trescientos mil caracteres de media, miles de horas hilvanado una historia que, como todas las demás, acaba en un final que da paso a un nuevo comienzo, a un nuevo libro, a un nuevo autor en busca de su obra maestra, en busca de una intrascendente trascendencia que le ayude a saciar su ego, y a disfrutar de ese minuto de gloria que, antes o después, escribiendo o sin escribir, todos deberíamos de alcanzar. 
Y ya, después, uno se muere y ya está. ¡A criar malvas!

miércoles, 12 de octubre de 2016

Crónica de una muerte anunciada


La realidad era bien distinta de la que yo imaginaba. Yo ya había observado en él un sinfín de justificaciones y prejuicios que me generaban inquietud. Estoy pasando por un mal momento -me dijo. Y yo me lo creí. No sé por qué, pero siempre tiendo a ver las cosas de la manera más optimista y, al final, me llegan los desengaños. Los que actuamos siempre desde la buena fe chocamos con demasiada frecuencia con gente sin escrúpulos que no sienten el más mínimo remordimiento por las consecuencias de lo que hacen o de lo que dejan de hacer.
Cuando él me dijo que lo ayudara, yo le creí. Pensé que lo decía desde la sinceridad y me puse manos a la obra. Siempre he tenido la necesidad de ayudar a los demás, aún a sabiendas de que, en muchas ocasiones, la gente que te pide ayuda lo hace para reafirmarse, y demostrarle al mundo que ni con tu ayuda, esos planteamientos, o esos objetivos, se pueden alcanzar.
Como decía, yo lo apoyé. Le dediqué todo mi tiempo y mi conocimiento. Le hice participe de nuestras fortalezas y de nuestras debilidades. Le facilité opciones más favorables que a otros compañeros para impulsarlo hacia adelante. Y todo para que él, al final, se dedicara mucho más tiempo a desgastar la tapicería de su sofá y a sembrar dudas sobre nuestros planteamientos al resto de compañeros.
Luego, para su defensa, proclamó a los cuatro vientos que él, en todo momento, había seguido las pautas que yo había establecido, pero que ni con esas. Por tanto, por haberme dejado la piel para sacarlo de su lamentable situación, yo mismo me encontraba inmerso en un tremendo barrizal.
Entonces tuve que tomar la determinación que a priori tenía que haber tomado si hubiera dejado los sentimientos al margen y hubiera valorado los datos de una manera mucho más objetiva de lo que lo hice. 
No hay nada más peligroso que acercarse a alguien que se está ahogando. Y él, por desgracia, hacía mucho tiempo que se estaba ahogando en sus propias miserias.
De los errores siempre se aprende, pero hay que ver cuánto nos cuesta...


sábado, 8 de octubre de 2016

Sabelotodo Espress



Ring, ring, ring. Suena un teléfono. Más concretamente tres timbrazos excesivamente estridentes. Alguien, que no sabemos cómo es, ni falta que nos hace para encauzar este relato, descuelga el teléfono.
-Sabelotodo Express: ¿En qué le podemos ayudar?
-Si lo supieran todo, sabrían el motivo de mi llamada.
-Lo sabemos. Claro que lo sabemos. Usted está en la barra de un bar, leyendo el periódico, más concretamente la sección de anuncios por palabras, cuando, cachondo perdido por los anuncios de chicas que se ofrecen antes que el nuestro, o tal vez mirando el escote de alguna clienta del establecimiento, se ha dicho: voy a llamar a ver qué coño es eso del Sabelotodo Espress. ¿O acaso me equivoco?
-Me deja usted de piedra.
-Suele pasar.
-¿Dejar de piedra a los que llaman a su teléfono?
-Sí, y más aún cuando, ese mes, les llega la factura del móvil.
-¿Cobran mucho?
-Tres con sesenta y nueve euros por minuto.
-Eso no es nada. Me había usted asustado.
-¿Le parece barato?
-Me saldría más caro si llamara al de las chicas. ¿No es así?
-Depende.
-¿De qué depende?
-Del nivel del servicio que usted elija.
-¡Ah! ¿Hay niveles en ese tipo de servicios?
-En todo en la vida hay niveles. Al igual que hay tontucios, antontaos, y tontos del culo. 
-Entiendo. Y dígame: ¿Cuál es el servicio más caro que podría contratar suponiendo que llamara a uno de esos teléfonos tan sugerentes?
-Espere usted un momento, que pasa por aquí la encargada de nuestro teléfono erótico y se lo pregunto. Ella está mucho mejor informada que yo sobre esos menesteres. Es que yo nunca llamo...¿sabe usted?
-¿Ustedes mismos son los que ofrecen esos servicios?
-Claro, la mitad de los anuncios que está usted viendo en ese diario los gestionamos nosotros directamente desde nuestro Call Center. Todo forma parte de nuestra política estratégica de diversificación subvencionada con los fondos FEDER de la Comunidad Europea.
-¿Están ustedes en alguna zona rural?
-Así es. Estamos en Manglanilla del Fresnedo, provincia de Maciascoque.
-Y dígame: ¿La gente ya no llama para saber lo que no sabe?
-Ahora con Google y eso llaman menos. Pero sí, sí siguen llamando. Antes llamaban mucho para saber quién iba a gobernar este país, o si iba a ganar el Madrid, o si era buen momento para vender las acciones de Iberdrola, lo que ocurre es que, al igual que usted, la mayoría de las preguntas que nos plantean ahora van relacionadas con los anuncios por palabras anteriores al nuestro. Se están cansando de política, de fútbol, y no se fían de hacer inversiones.
-¿Y, entonces, sobre qué les preguntan ahora?
-Si sabemos cuál de todos esos números eróticos, o de citas, es el mejor, cuál es el más guarro, o cosas así. De ahí que decidiéramos crear nuestra propia línea caliente. Y mire usted por dónde, eso nos ha salvado de la crisis.
-Parece una muy buena idea. Les felicito por el ingenio.
-Claro. ¿Y ve usted el anuncio que hay justo debajo del número del Sabelotodo Espress?
-¿Uno en el que una chica rubia pregunta qué si su marido la engaña?
-Sí, ese es.
-Sí, aquí lo estoy viendo. ¿Y qué pasa con ese anuncio?
-Pues ese es uno de los que ahora nos está funcionado mejor.
-¿En serio? Pues cualquiera lo diría...¿Y por qué si no es mucha indiscreción?
-Muchas de las personas que llaman son las esposas de nuestros clientes de las líneas calientes. Nos llaman al encontrar el número en la factura del teléfono.
-¿Y se chivan?
-Entiéndame, no piense usted mal. Le decimos a la señora que llame en un par de días y, mientras tanto, localizamos al esposo calenturiento y le pedimos una generosa donación para la Fundación de Niños Huérfanos de las Teleoperadoras. Si colabora el señor le decimos a la esposa que todo ha sido un error y le reintegramos el importe cargado en el recibo del teléfono.
-Lo tienen ustedes todo muy bien estudiado..
-Es que en Manglanilla del Fresnedo no hay mucha diversión y estamos todo el tiempo pensando en el negocio.
-Me deja usted de piedra.
-Pues espere a que le llegue su factura.
-Pues cuelgo.
-Pues ale.


miércoles, 5 de octubre de 2016

El enigma del bloc de notas


Me sirvo agua con mucho hielo a la que le añado un buen chorro de anís Machaquito. Bebida de viejos. Pienso, con demasiada frecuencia, que estoy viejo. Cada vez me agoto antes. Me cuesta concentrarme. Se me olvidan las cosas. 
¿Qué les andaba diciendo?
Últimamente hago uso del bloc de notas del móvil para anotar todo aquello que temo que se me olvide. Lo peor es que, a menudo, se me olvida mirar esas notas y cuando las miro, muchas de las veces, no sé qué significan las anotaciones, ni para qué las anoté.
Abro el bloc de notas y leo: 
George Era. ¿Qué era?
2826 NA. 
Idus de Marzo. 
Comiendo Erizos, película de Luis Buñuel encontrada en una caja de galletas. 
"La vida está repleta de cosas que no se deben hacer; cuando esté muerto les diré a mis gusanos que no las hice".
¿Os habéis fijado en cuánto les gusta escarbar a los niños? Tal vez, por ese instinto, nos pasamos la vida buscando. Buscar un no sé qué hasta que la muerte nos encuentra sin necesidad de buscarnos. En todo momento ella, sabihonda, sabe adónde encontrarnos; hasta que un día, caprichosamente, llamamos su atención y ¡zas! se acabó lo que se daba.
Leivmotiv. Leivmotiv... Hay que ver cuánto me gusta esa palabra.
De oca a oca, o de un país a otro vendiendo champú.
Vasil Bikov. El Signo de la Desgracia. Planeta.
Los Palimpsestos. Aleksandra Lun. Editorial Minúscula.
Dry Bar 1862. Calle del Pez. Madrid.
Plaza de los Refinadores. Sevilla.
Parking zona E, plata O, plaza 404.
"El pasado es un bonito lugar para visitar pero un mal sitio para quedarse"
Gala Kraemer Madrid 26-27 de junio.
Sangrador de Anguilas. Saliendo de Pliego hacia Sierra Espuña.
Reina Grande, escritora mexicana que tengo pendiente.
Hotel Paris. Erevan. Armenia. Salía de Erevan cuando el Papa Francisco llegaba.
Iasha, el organillero de Kutaisi. Georgia. Escribir relato.
Cuando tenga un rato de lugar...
Sólo amanece si estás despierto.
Pensé nuevamente en mi colibrí.

Leo y releo estas notas que me resultan ajenas pero que tengo claro que son mías. Y creo que son mías porque están en mi móvil y nadie, excepto yo, escribe notas en mi bloc de notas. Nadie toca mi móvil.
Encuentro más notas pendientes:
Tono y cavitación.
Siempre miro más allá.
Para la reunión de Castellón. Claves: Amor y Cultura. ¡+Empuje!
Management Inside Out. Casi acabado.
Enviar correo de motivación a mi equipo. ¡Urge!
Qué verguenza. Paulina Flores. Seix Barral.
Preparar caminata Tahe Shopping. (ver si mejor café)
Comprobar vuelos a México.
Ver con Marcel si ya tiene arreglado su pasaporte.

Cada vez tiene menos sentido lo que les escribo.
Creo que mi agenda, y mi bloc de notas, me están ganando la partida.
Ustedes disculpen.

sábado, 1 de octubre de 2016

Discurso para el primer cumpleaños de Ana Maria


Últimamente escribo mucho. Cuánto más escribo más utilizo la escritura como elemento de comunicación, como un modus vivendi con el que proyectarme hacia los demás sin ninguna causa aparente que lo justifique. Hoy, obviamente, tenía que escribir sobre mi pequeñaja, ya que ella ha sido la que nos ha convocado a todos aquí, centrando mi discurso en ella, en esa pequeña bichita, que tiene la energía de seis gigantes, intentando abstraerme de todo lo demás. Y la verdad, es muy difícil escribir o pensar en un hijo, sin que, automáticamente la mente se disperse también hacia nuestros otros hijos. Y, por fortuna para nosotros, también está aquí, hecha ya toda una mujer, mi hija Yolanda, la misma que desde los ocho o nueve años, y ya tiene veintiuno, nos venía demandando una hermanita.
Yo podría enumerar muchas cosas preciosas que ha generado en mí esta inesperada paternidad, casi in extremis, pero lo que me ha pedido Gloria es que hable sobre Ana Maria y me deje de monsergas. Pero, ¿cómo hablar de Ana Maria, esa pequeñaja que tiene la energía de seis gigantes, y la sonrisa más dulce que un bombón de chocolate, sin hablar de ella?
Por que fue Gloria, y no yo, quién decidió dar ese paso y lanzarse con todas sus fuerzas a buscarla. Y, como creo que todos los aquí presentes sabréis, no fue cosa fácil. La naturaleza es caprichosa, y, en ocasiones, le da hijos a quién no los quiere y les niega la mayor a los que andan como locos por tenerlos. Y, claro, de no haber sido por nuestros compañeros de Tahe Fertilidad, nuestros deseos, casi con toda probabilidad, hubieran caído en saco roto.
Y es en ese punto, por si no hubieran ya suficientes puntos de fusión entre lo que somos y lo que vivimos, en el que se personalizan y cobran vida todos nuestros esfuerzos. Luchamos, casi sin saber muy bien para qué, ya que podríamos haber optado por otros trescientos proyectos alternativos, por poner en marcha la mejor clínica de fertilidad de este país, y hete aquí la razón de esa inconsciente necesidad. Para nosotros, y para miles de parejas como la nuestra, ese esfuerzo se ha materializado en su razón de ser, en el eje principal de la convivencia de las parejas, y en una fábrica maravillosa de vida.
Si pienso en mi pequeña Ana María, intentando abstraerme de todo lo anterior, y sólo pienso en esa pequeñaja que tiene la energía de seis gigantes, la sonrisa más dulce que un bombón de chocolate, y las pestañas más largas que el Puente de Los Peligros, os diré, os diremos, que tanto a Gloria, como a Yolanda, como a mí, ésta loquita de culo inquieto nos ha cambiado la vida. 
Por eso agradeceré a mi esposa durante toda mi vida que supiera entender el mensaje que la vida le enviaba, que tal vez nuestra pequeñaja Ana María, desde ese otro lado desconocido en el que habitan las personitas que quieren venir a este mundo le enviaba, y que a la postre, hizo que llegara hasta aquí. 
Y ella ha venido, y vosotros habéis venido hasta aquí, para que disfrutemos juntos de su primer cumpleaños.
¡Feliz cumpleaños, Ana María!¡Gracias, Gloria!