miércoles, 21 de enero de 2015

Alegato por la Huerta de Murcia


Que poco queda de la huerta que me vio crecer. De hecho, de la que yo frecuentaba en La Flota, ya no queda nada. 
Mi primera gran excursión, aún con pantalón corto y zapatos gorila, fue desde Vistalegre, por La Flota, hasta el Molino del Batán en Zarandona. Aún recuerdo las ranas saltar desde las cañas, las culebras viperinas sacándonos la lengua, y el amarillo de los membrillos, que nos comíamos para merendar de forma autosuficiente y, con ello, sentirnos más mayores e independientes. La huerta era, para nosotros, la selva que conquistar. Adentrarnos solos en ella era un paso firme hacia la búsqueda de nuestra propia identidad. Identidad que, hoy, está agonizando bajo el hormigón y nuestro abandono. 
La Huerta de Murcia es sólo un espejismo de lo que antaño fue. Lo mismo que nuestro río Segura. Si nuestros abuelos levantaran la cabeza, se alzarían en armas frente a nuestra pasividad.
La gestión de nuestra huerta y de nuestro río son los más flagrantes y dolorosos ejemplos de nuestra incompetencia. Su situación actual deja en evidencia el desprecio tan grande que profesamos hacia nuestra tierra y hacia nuestra cultura.
Nos educaron haciéndonos creer que nuestra huerta no servía para nada, y ensalzando el hormigón y el asfalto como los valores y los argumentos del desarrollismo que, tan sólo unas décadas después, nos ha llevado a la ruina.
Ahora, la huerta, y nosotros sus infieles herederos, disfrutamos de la misma y desastrosa situación, y como diría un trovero: "Nuestra huerta y nuestra economía están hechas una porquería".
Lastima de caverneras, de babosas y de erizos, de oropéndolas y de cernícalos, de mochuelos y de autillos, y de anguilas serpenteando por los brazales. De matas de habas y de panizo. De limoneros y naranjos. Y de tomateras, de las que se cuenta, que se tenían que coger los tomates con escalera.
Huerta. ¡Qué te han hecho, mi huerta! Aunque no te merecemos, resiste, no te mueras aún. No te mueras.

2 comentarios:

  1. Parece que viviéramos en el mismo citio, quiero decir, por acá también hay bastante abandono de nuestra cultura. Las nuevas generaciones somos indolentes ante la muerte de la tierra y el olvido de las costumbres.
    Un abrazo, José.

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  2. Los abuelos sabían cultivar las huertas. El mío tenía una huerta frutal, la cual murió con él. Bueno, solo quedan despojos desatendidos y muchos recuerdos desperdigados.

    Ojalá tu huerta resista ¿qué? mientras viene la vitalidad humana a reconquistar el brío prodigioso de la fertilidad.

    Saludos.

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