lunes, 16 de noviembre de 2015

Million Rublos Baby


Dejo Minsk. Vuelo sobre los helados campos bielorrusos, en dirección a Ámsterdam, aún con la mente plagada de banderas rojiverdes, en un Embraer 175 de Belavia Airlines. Ayer gritaban las jugadoras griegas del equipo de voleibol del AEK: ¡pame!¡pame!, -que imagínense cómo se escribirá en griego- que según parece significa: ¡vamos!¡vamos!. Pero no fueron. No fueron lo suficientemente buenas y sucumbieron ante el envite de las del Minsk. Perdieron el partido, pero ganaron la experiencia de jugar en Bielorrusia, que no es moco de pavo. Lo que hubiera dado yo, a su edad, por jugar contra el Minsk aunque se me hubieran helado las canillas. Las lágrimas griegas desataron la euforia de las rubias y espigadas bielorrusas. La vida es un continuo perder y ganar. Yo no sé aún el resultado del partido que he venido a jugar aquí.
En la recepción del hotel había una meretriz rubia, con unas botas rojas muy altas, que me hacía gestos obscenos para provocar mi masculinidad y debilitar mi economía doméstica. Los tres días me ha estado tentando como la serpiente tentó a Eva, y Eva a Adán, y Adán a todos nosotros. La tentación bíblica nos acecha todos los días, en muy distintas formas, como una hidra de siete cabezas.
Anoche las griegas lloraban en el hotel mientras veían en la televisión bielorrusa la repetición de las mejores jugadas del partido que, curiosamente para ellas, eran las peores, ya que todo depende del cristal con que se mire. Los culos de la griegas eran mucho más provocadores que los gestos de la puta oficial del hotel.
Pero yo estoy viejo para todo eso. Lo mio ya es únicamente una cuestión mental. La vida dentro de mi cabeza bulle con más precisión y recorrido que de mi calva para afuera.
Minsk sorprende por su sobriedad soviética. Resulta contradictorio que su biblioteca nacional, que debe pasar por ser unas de las más sorprendentes del mundo, no esté celebrando a bombo y platillo que la escritora bielorrusa Svetlana Alexievich ha ganado el Nobel de Literatura. Se ve que lo que escribe no es del gusto de los que dirigen el país. Yo no sé si por eso, o por el simple hecho de que me gusta leer a escritores de todos los países que voy descubriendo merced a mi trabajo, voy a comprar alguno de sus libros para ver lo qué se cuenta esa buena señora.
Los policías llevan unos gorros de plato, muy altos, de color caqui, que los hace todavía más altos de lo que son. El idioma ruso se impone al bielorruso que queda relegado a un papel segundón y devaluado. Cambio cincuenta euros y casi me dan un millón de rublos, por lo que me animo a cambiar cinco euros más, ante la poco comprensiva mirada de la señora de la casa de cambio, y ya soy millonario. Creo que nunca había tenido un millón de nada en el bolsillo y uno se siente importante teniendo un millón. Aquí, una lavadora económica fabricada en Rusia cuesta poco más de cuatro millones. En algunas zonas del país, la gente trabaja por un salario mensual inferior a doscientos euros, sin embargo, por las calles de Minsk abundan los Mercedes y los BMW y la ropa de marca, pero de verdad, no de mercadillo. A uno y a otro lado del antiguo, pero renovado, Telón de Acero, las diferencias de clase se siguen acrecentando, de manera imparable, como un mantra. El poder sigue siendo el mismo, y actuando de la misma forma, con independencia del signo ideológico de los gobernantes.
La vida es un sálvese quién pueda en todas partes. Un ¡pame! ¡pame! a la desesperada en el que los débiles siempre tenemos las de perder por mucho que nos arenguen. Como las griegas. Pobrecitas, cómo lloraban las griegas...

7 comentarios:

  1. Pero mira que million baby! muy bien narrado. Yo no he leído nada de la nueva ganadora del nobel, pero igual, ya se sabe que rara vez, se es profeta en su propia tierra.

    feliz monday.

    Feliz Monday.

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  2. Que buenas estaban las griegas... y el sushi bieloruso. Después del embargo ruso mis amigos en Moscú que antes compraban salmón noruego empezaron a delectarse con el bieloruso... y me dicen que está igual de bueno :-)

    Me gusta la imágen del conejo del antiguo billete de un rublo (del 1992) que has utilizado. Eran bonitos los billertes bielorusos de aquella epoca: el de medio rublo con las ardillas, el conejo de un rublo, el castor de 3 o el el oso de 50. Luego empezó la devaluación. Los conejos (así llamaban a su moneda los autóctonos) desaparecieron haciendo lugar a los edificios emblemáticos del país. En 1998 el billete más grande era el de 5 millones de rublos, en el que aparecía el Palacio de los Deportes de Minsk, en el que 17 años después las griegas gritaban ,,pame, pame. Pame, pame, pame...,,

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    1. Interesantísimo apunte histórico, Sr. Anónimo. Gracias por su aportación. Saludos

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    2. Gracias Pepe. Me gustan mucho tus relatos en lo que en pocos minutos de lectura podemos sentir el ambiente del país.

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  3. Solo a faltado poder oler el país. Por lo demás, es como si realmente hubiese estado maleta en mano en la recepción del hotel viendo a las griegas.

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  4. Hiciste despegar mi mente de esta cueva donde estoy ,y andaba caminando por Minsk gracias por el paseo!

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    1. Muchas gracias Maricruz, no sabía que te habías convertido en troglodita... y por el paseo me debes 1.000 pesos...Saludos

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