martes, 3 de noviembre de 2020

Incoherencias otoñales

Desde que han cambiado blogger me siento como un elefante en una cacharrería. Sucede a menudo: nos cambian la música y dejamos de bailar. Aunque, pensándolo bien, la cosa no está para muchos bailes. Yo nunca he sido mucho de bailes, soy más de cantar. Canto para provocar a las nubes -soy de tierra seca- haciendo uso de un vibrato prodigioso. Lo que cautiva el oído de las personas, no es la potencia de la voz, es el vibrato. El vibrato es capaz de transmitir el caudal de emociones que fluye de cada persona. Yo canto a la vida y le pongo todo el vibrato posible. Yo canto a la vida mirando a la muerte de frente. Mi abuela era mucho de hablar con los muertos. Lo del royo de Halloween se queda en mantillas al lado de un día de muertos junto a mi abuela Mercedes. Comenzaba la cosa varios días antes con la colocación de las lámparas de aceite. Por la noche, la casa era conquistada por los contraluces que generaba la luz mortecina de esas velas y por un olor caracteristico que lo inundaba todo. Mi abuela contaba prodigiosamente montones de historías de muertos; muertos que, para la mente de un niño, nunca estuvieron vivos. Historias de almas en pena. De muertos que resucitaban en las tumbas. De niños que regresaban de la muerte. Y yo, en la cama, me tapaba con la manta para protegerme de esos muertos caprichosos que se paseaban, por aquellas fechas, como Perico por su casa. Mi abuela Mercedes murió de puro aburrimiento. Llevaba años citando a la muerte para que viniera a por ella y ésta le daba esquinazo y la dejaba viendo la televisión en su mecedora año tras año. Mi abuela entendía mucho de la vida por mantener una estrecha y estraña relación con la muerte. Cuando por fin el tío feo de la guadaña vino a llevársela, ella estaba esperando enojada. -Esto no se hace con una vieja cansada -le debío decir. Al final, la muerte llega cuando le da la gana. Nacemos sin que nadie nos llame y nos vamos cuando nos toca. Ni un día antes ni un día después.

6 comentarios:

  1. Yo tuve más suerte, a mí me contaban cuentos de cerditos; me cuentan uno de muertos y me cambio de familia.
    SAludos.

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  2. Cuánto aprendemos de nuestras abuelas, aunque a veces las lecciones nos acojonen y tengamos que taparnos con la manta.

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  3. Bonitos recuerdos de las abuelas, aunque con algo de miedo. Besos.

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  4. Llega cuando le da la gana, muy cierto.
    Un abrazo.
    P.d
    Me gustaría ser de las que saben cantar con buena voz. Lo mío se queda en un gesto

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  5. No hay caso, muchos nos quejamos del nuevo blogger, pero google hace oídos sordos, como siempre.

    Saludos y suerte,

    J.

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  6. Tú lo has dicho, ni un segundo antes ni un segundo después.
    Salu2.

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