viernes, 28 de junio de 2024

Veranear

Para celebrar el primer día de vacaciones de Anita, nos hemos ido a la playa. Un ligero lebeche mueve las olas. El sol se asoma sigilosamente entre unas nubes despistadas mientras Ana juega con la arena. Yo contemplo la escena con devoción mariana. Soy padre con la edad de un abuelo. Pienso en mi primera paternidad; una paternidad arrebatada por el ansia de conquistarlo todo. Una paternidad perdida con una hija que no pudo disfrutar de su padre como hubiera debido. Viendo a mi hija pequeña pienso en el dolor de mi hija mayor. Anita escarba en la arena en busca de un tesoro y yo urgo en la herida de mi memoria y encuentro fracasos. Ahora pienso en mi padre; en lo que pudo haber sido y no fue. En su inmovilidad y en su fracaso. En sus errores y en sus demonios internos. Yo rumio los mios propios bajo un sol que quema con disimulo. Ana quiere que nos bañemos. Está rebozada de arena como una croqueta. Mi madre hacia unas croquetas de merluza que hacían las delicias de los clientes del Bar Josepe. Pienso que mi libro del Bar Josepe al Cielo no fue suficiente homenaje a lo que aprendí allí. Casi trece años sirviendo cafés, y cervezas, y marineras, y trozos de pulpo, y pinchos de tortilla que hacían las delicias de nuestros clientes. -¿En qué piensas papá? -me dice Anita. -En nada cariño, en nada. -le respondo. -Pues vamos a jugar y deja de pensar tanto...

jueves, 27 de junio de 2024

Dique seco

He pasado todo el mes en el dique seco. Literariamente hablando, claro. Al menos en lo concerniente a este humilde blog. Un barco en el dique seco es un barco parado. Un barco improductivo que no ejerce su única y gran función que no es otra que la de navegar. Yo he dejado de escribir en este blog por estar últimando los detalles de mi próximo libro. Un libro que, por cierto, se va a nutrir de muchos de los relatos que se almacenaban criando polvo en este rinconcito insignificante de la blogosfera. En este trabajo de revisión, y de recopilación, he revivido momentos inolvidables cargados de emociones. He sentido, por tanto, el sabor de la nostalgia, el peso mental del paso del tiempo, el asombro por lo escrito y por todo lo que en cada momento renuncié a escribir. Mirar para atrás es lo que tiene, pero en el fondo lo hice para intentar seguir hacia adelante. La vida es una continua huida hacia adelante.