viernes, 29 de noviembre de 2024
Mariam, la niña poeta
En la pasada fería del libro de Cartagena tuve una experiencia maravillosa. Yo estaba en el stand, dando a conocer mi último libro "De Samarcanda a La Raya" cuando se me acercó una niña acompañada de su madre y de su hermana mayor. -¿Es usted el escritor? -me preguntó. Así es, soy un escritor de brocha gorda, pero algo escribo...le dije. -Pues yo soy poetisa, ¿le puedo leer una de mis poesías? me propuso la pequeña Mariam, de poco más de seis años. -¡Claro que sí! le respondí. La niña me recitó un poema dedicado a la ciudad de Cartagena, que me llenó de emoción. Las lágrimas brotaron de mis ojos, y sin pensarlo demasiado, le di un abrazo, y le regalé mi libro. -Toma, pequeña, te regalo mi libro con todo mi corazón. La niña se emocinó tanto como yo.
Al lunes siguiente, al parecer, la niña le contó todo a su profesora, y esta, de manera admirable, que demuestra el grado de implicación que un docente puede llegar a tener con sus alumnos, me buscó en Facebook y me escribió por privado, para agradecerme el gesto y decirme lo emocionada que estaba la niña. A partir de ahí, la maestra comenzó a seguirme en redes sociales. Dias antes de la presentación de mi libro me pidió el número de teléfono, y se lo pasé.
Ayer, minutos antes de comenzar la presentación oficial de mi libro, su madre me envió este video.
Como decía mi madre, en paz descanse, soy un hombre con suerte.
¡Gracias Mariam!
lunes, 25 de noviembre de 2024
lunes, 11 de noviembre de 2024
Danas y ausencias
Hoy es un día de dolor, otro día más...El dolor de mis compañeros, de mis amigos, de mis clientes y de cientos de miles de personas. Un dolor que desgarra por dentro, que te corroe, que te inunda de rabia y de impotencia. Dolor que no encuentra alivio ni en la distancia. Dolor de ausencias y desesperación. Dolor en todas sus formas y en su máxima expresión. Hoy es otro día de dolor, de tumbas sin flores, de héroes anónimos, de vidas con barro, y de muertes inocentes. Agua que da vida y nos la arrebata. Escribo para atenuar mi dolor, para aplacar la rabia de sentirme incapaz de aportar consuelo. La silla del dibujo es una silla de ausencias de las personas que ya nunca volverán a sentarse a nuestro lado. Y lloro. A cientos de kilómetros lloro, en estado de shock, como un damnificado más, al que el agua, inmisericorde, le hubiera arrebatado algo por dentro.
Valencia y Letur en mi corazón.
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