lunes, 16 de diciembre de 2024

Las lágrimas de la churrera

Mientras la tradicional masa se frie en aceite hirviendo la mente de la churrera, tal vez miméticamente, también hierve. Hierve pensando en el incierto futuro de sus hijos. Hierve preocupada por la salud de su madre. Hierve agobiada por la ludopatía de su esposo que los está llevando a la ruina... Los churros ya no se venden como antes: los impuestos, la subida imparable de las materias primas, sobre todo del aceite, las dietas y la vida dichosa vida saludable. La gente ya no quiere hacer cola para comprar churros. Todo ese hierve en su cabeza... La churrera da la vuelta a su rueda de churros, intentando, mentalmente, dar la vuelta a su desdichada situación. Piensa, cada vez de manera más recurrente, en dedicarse a la limpieza de oficinas, en cambiar de vida, en separarse de su marido. Los churros ya están en su punto. Cruzando los palos, y haciendo un gesto que ha repetido miles de veces, saca vigorosamente los churros del aceite, y los deposita sobre una rejilla metálica sobre la que procede a cortarlos. -¿Cúantos quería usted? -pregunta a un señor que hace años que peina canas. -Quería dos euros -le responde. La churrera corta, milimétricamente, con la intención de sacar algún churro adicional a cada rueda, buscando con ello ganar un poquito más. -¡Tú barre siempre para la casa! -le decía su madre, que también fue churrera antes de jubilarse, y traspasarle el puesto a la hija. -¿Y cuántos quería usted, buen hombre? -le pregunta a un señor que, de tan bajito, obliga a la churrera a asomarse por encima del mostrador. -Yo quiero tres eurillos. Me pone dos en un cartucho y el resto en otro, que son para mi suegra -le requiere el cliente. Tras servir a los dos clientes, de nuevo se queda sola en el puesto. El aceite humea y le baja el fuego. El frio arrecia. Un gato negro cruza la carretera maullando su mal fario. La mujer pone la radio y en su emisora favorita suenan los Bee Gees. Inesperadamente, las lágrimas brotan de sus ojos y una de ellas se precipita sobre el aceite. Al observarlo, masculla entre dientes: no pienso freír más lágrimas.

1 comentario:

  1. La sociedad evoluciona. Lo que un día fue un negocio rentable, puede llegar a ser ruinoso. Las profesiones, como las personas, vienen y se van.
    Bonito relato.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar