jueves, 4 de agosto de 2011

Disparos de amor




Cuando lo normal, en estos días tan convulsos que corren, es disparar a discreción contra todo aquel que piensa difente, reza diferente o tiene otro color de piel diferente, me ha llamado tremendamente la atención, que alguién haya dedicado unos minutos de su vida a realizar una pintada, en plena calle, con el objetivo de hacer reflexionar a los transeúntes sobre la necesidad de cambiar balas por corazones.

Esta poesía visual, al más puro estilo de Joan Brossa, la encontré, esta mañana, en la pedanía murciana de Cobatillas, y como se puede apreciar, esta situada en una humilde calle que lleva como nombre: río Guadalquivir.

Curiosamente, en la calle río Guadalquivir, nombre árabe que significa río Grande, que era como ellos lo conocían. Aún perduran en nuestro vocabulario miles de palabras de otros orígenes. Latinas la mayoría, pero enriquecidas con el árabe, el griego y otras que, han ido cimentando nuestra lengua, nuestra cultura, definiendo nuestras costumbres y hasta nuestra forma de ser.

Ahora, nuevamente, la intransigencia está cobrando relevancia. La crisis económica favorece, en gran medida, que se reproduzcan episidios de violencia y rechazo explícitos al diferente, con la connivencia de nuestro silencio y nuestra pasividad.

Los extremismo, ya sean religiosos o políticos, representan los enemigos más acérrimos de las sociedades contémporaneas y democráticas.

Frente a ellos, deberíamos de reaccionar sin dilación. Episodios como el 11-S en EE.UU, el 11-M en España o el atentado más reciente sufrido en Noruega, protagonizado por un miembro de la extrema derecha -que está ganando terreno en Europa de manera increíble, sin que hagamos el más mínimo esfuerzo para evitarlo- son señales inequívocas de que se está incendiando, bajo nuestros pies, un sustrato invisible de odio e intransigencia.

El problema de los incendios subterráneos es que no los vemos hasta que no pisamos sobre ellos, nos hundimos y nos abrasamos vivos.

La intransigencia y el extremismo representan, sin duda alguna, un incendio subterráneo que nos amenaza. Los extremistas, por tanto, nos tienen en su punto de mira para arrojarnos encima, en cualquier descuido, su odio y su mierda.

Enfrentemos ante ese odio vísceral y sin sentido, toda nuestra cultura, más democracia, más convivencia y más aceptación de la multiculturalidad.

La historia ha demostrado sobradamente que pueblos diferentes y religiones diferentes pueden convivir en perfecta armonía, y esta, solo se ha visto truncada cuando, una de las partes, a querido imponerse por la fuerza a las demás.

Al final, desgraciadamente, todo se resume en querer acaparar el poder, sino por lo civil, por lo militar. Por las buenas o por las malas.

Es muy esperanzador que aún queden personas cuyas armas estén cargadas de amor y disparen corazones a discreción.

Enhorabuena al artista desconocido.

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