En una vieja a la par que conocida película titulada: Karate Kid, el profesor Miyagi enseñaba el arte marcial a un alumno llamado Daniel Larusso, ansioso de revancha, tras haber recibido una brutal páliza por parte de los chulillos del barrio. Recordaran, muchos de mis queridos lectores, como el chaval se pasaba las horas limpiando coches sin tener la más remota idea del motivo de aquel suplicio al que le sometía su viejo maestro. Evidentemente el chaval no lo entendía. Él quería aprender a pelear y no a lavar coches. ¿Qué coño hago lavando coches? -Se preguntaba. ¡Yo lo que quiero es pelear!¡Quiero ser el mejor!
A muchos de nosotros nos pasa lo mismo que a Daniel pero con nuestro trabajo. Nos hemos dado cuenta de que nos sabemos dirigir nuestra empresa, y ahora, tras dos siestas y tres telediarios, pretendemos aprender todo de golpe, darnos un atracón de recetas maravillosas y que la cosa nos mejore.
No. Creo que eso no va a funcionar. No podemos prescindir, aunque queramos, de la base sobre la que se cimienta el éxito que tanto anhelamos. Sí buscamos el éxito tenemos que dar cera y pulir cera.
¿Qué significa eso? Pues, básicamente, comprender, a través del sacrificio y el esfuerzo, la esencia misma de lo que pretendemos hacer.
Antes de aprender el cómo tenemos que aprender el porqué.
El ansia nos pierde. La paciencia nos hará grandes.
Tenemos que corregir nuestros malos hábitos, ya que como decía Confucio: "Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan como amos".
Para conseguir ganar nuestro combate particular, muchos de nosotros vamos a tener que comenzar de cero. Lo importante es que seamos capaces de darnos, a nosotros mismos, una segunda oportunidad. Rectificar es de sabios.
Dar cera, pulir cera...